Ser por y para – MªÁngeles López Romero

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El pasado 18 de julio se celebraba el centenario del nacimiento de Nelson Mandela, probablemente uno de los héroes más universales y reconocidos de la historia moderna.

Si se pregunta a los más jóvenes por Madiba, recordarán, con suerte, que le dieron el premio Nobel de la Paz por acabar con el Apartheid, que para ello pasó muchos años en la cárcel y llegó a ser el primer presidente negro de su país, Sudáfrica.

Pocos sabrán que para que eso ocurriera Mandela y quienes le rodearon tuvieron que tomar muchas decisiones determinantes aunque en aquel momento no supieran que lo eran.

Su padre, por ejemplo, optó por enviarlo a estudiar en lugar de retenerlo a su lado para ejercer de pastor.

De Klerk, presidente blanco, aceptó que Mandela se presentara a las elecciones y asumió el resultado de las mismas aunque no le beneficiara.

El pueblo sudafricano lo apoyó durante su cautiverio de 27 años y votó masivamente por “el anciano” sabio y bueno cuando abandonó la cárcel de Robben Island.

Claro que fue el propio Nelson Mandela quien debió aprovechar, como hizo, la oportunidad que le dieron de obtener el título de abogado. Y quien se aferró a sus principios para rechazar muchas veces chantajes a cambio de quedar libre y renunciar a su objetivo político de alcanzar la igualdad. Y quien entendió el mandato electoral de su pueblo como una oportunidad para la reconciliación racial y la construcción de la paz, en lugar de convertirla en una herramienta de revancha.

¿Significa eso que Mandela no fue el héroe que creemos? En absoluto. ¿O que por el contrario las decisiones de los demás en realidad no jugaron ninguna clase de papel en su extraordinaria trayectoria política y personal? Tampoco.

Las grandes decisiones de la vida exigen principios, tiempo de reflexión y discernimiento. Pero también el acompañamiento de otras personas, individuales y colectivas, de su bagaje moral y su memoria compartida. Somos porque los demás son. Y debemos ser también para ellos a la hora de escoger nuestro camino. Esa es la enseñanza que se destila de la apasionante biografía de Mandela.