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SER CRISTIANO EN LO COTIDIANO
Enrique Fraga
¿Qué es ser cristian@?
Puede que lo primero sea preguntarse: ¿en qué consiste ser cristiana?
Mi respuesta automática sería: ser cristiano es ser constructor del Reino de Dios, es hacer que mi vida tenga por misión subvertir la realidad de manera que Dios pueda reinar, y eso que puede sonar muy elevado y lejano tiene una traducción sencilla, aunque no por ello fácil. Ser cristiana es entender que cuando aceptamos que Dios es Padre de todos estamos empujados a la fraternidad, con tres apellidos: universal, porque no entiende de fronteras; horizontal, porque no sabe de jerarquías; y tierna, porque esta fraternidad es la del prójimo, la del buen samaritano, la de mirar y ver, conmovernos y arrodillarnos al lado del hermano.
Mirad como se aman
Los discípulos de Emaús conocen a Jesús al partir al pan, ese signo tan potente que nos dejó y que anuncia una fraternidad compartida universalmente. Asimismo, los primeros cristianos eran reconocidos por el amor que les unía, así se decía: «Mirad como se aman».
Marcelino Champagnat nos dejaba a los maristas escrito: «Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: ¡Mirad como se aman!». Esa llamada debe resonar con fuerza hoy en nosotras, cristianas. Nada revela con mayor intensidad y autenticidad al Dios de Jesús que iluminar a la sociedad con el amor que teje nuestras comunidades. Debemos asumir como nuestra misión ser testigos y profetas de fraternidad, nuestras comunidades deben ser un signo vivo del amor de Dios reflejado en la forma de relacionarnos, cuidarnos y convivir.
Pero… tú, ¿eres cristian@?
Ser seguidor de Jesús no tiene que ver con ser de otro planeta, otra especie o nada extraño. Es la consecuencia de un encuentro, la experiencia de saberte amado y que te empuja a vivir desde el amor. Es dejarse hacer por Dios cada día un poco más semejante a Él. Y eso se traduce a una forma de vivir que es normal pero que también está cargada de Dios. Nos jugamos la fidelidad al Evangelio mucho más en cómo hacemos las cosas que en las cosas que hacemos. Me explico… si pensamos en el ámbito laboral, ¿qué trabajo es cristiano? Yo creo que. en realidad ninguno, algunos nos permitirán mostrarnos más explícitamente que otros, pero lo que hace que nuestro trabajo construya Reino de Dios será la forma en que lo hagamos. Si tratamos a nuestros compañeros con dignidad y respeto, si valoramos sus aportaciones, si no nos pisamos, si tenemos una mirada atenta a sus necesidades… estaremos, sin duda, evangelizando nuestro lugar de trabajo. Si nos aprovechamos de los clientes, si la prioridad es el dinero o el propio bienestar, si nuestro mayor pasatiempo es criticar… sin duda estaremos dando un mal ejemplo de lo que es ser cristianos. Y así podríamos pensar igualmente en el entorno familiar, en las aficiones,o en cuantas facetas de la vida podamos imaginar.
Con nuestras actitudes, con nuestra forma de relacionarnos y cuidar, con nuestra escucha activa, con nuestro buen talante seremos luz y sal en nuestro día a día, hasta que un día alguien nos diga: «pero… tú, ¿eres cristiana?».
El cuidado, un rostro cristiano muy actual
Para acabar, una perspectiva, intuición, carisma… que resuena en mí especialmente: el cuidado. Mucho se está hablando del cuidado últimamente y creo que no con poca razón. Una dimensión en la que me siento especialmente llamado a brillar como seguidor de Jesús es esta, me siento vocacionado a ser rostro cuidadoso de la Iglesia: a ser ojos tiernos, manos delicadas, brazos robustos, tripas sensibles.
Frente al individualismo de nuestro siglo la teología del cuidado será una revolución cargada de radicalidad evangélica que, sin duda, no dejará indiferentes. Y, para ello, actitudes y dones muy concretos: compasión, tolerancia, disposición a prever y atender las necesidades ajenas, afabilidad, sana condescendencia, paciencia, ecuanimidad y buen talante, abnegación y servicio. En definitiva, una vida puesta al servicio de los demás, en la que yo no soy el centro, sino que lo es Dios.
Nos jugamos la fidelidad al Evangelio mucho más en cómo hacemos las cosas que en las cosas que hacemos
La teología del cuidado será una revolución cargada de radicalidad evangélica