SABOREAR LA VIDA. EL SENTIDO DEL GUSTODescarga aquí el artículo en PDF
Comunidad Monasterio de la Santísima Trinidad Suesa
Seguramente hayas escuchado alguna vez, bien sea directamente, bien como anécdota, la queja de alguien que tras haber dedicado tiempo, esfuerzo y esmero a preparar una comida haya visto, no con poco asombro, cómo los comensales hacían desaparecer el resultado de su trabajo en apenas unos minutos, literalmente devorado. Para más inri, no hay demasiada gratitud ni valoración de la dedicación, dejándose llevar por esa actitud tan generalizada de dar por hecho que es lo que le corresponde hacer, lo que «toca». Puede recordarnos al sentir de los abuelos o los padres en la comida de una gran celebración familiar: «dos días preparando todo para que desaparezca de la mesa en dos segundos. Si lo llego a saber…».
Cuando aprendes a cocinar te viene a la memoria esa queja. De pronto comprendes de dónde nace y que no es un hablar por hablar, por decir algo. Cuando te pasa a ti o haces tuyo el sentimiento de la otra persona das un paso hacia su corazón y hacia el tuyo propio.
En la vida hay veces que nos encontramos con situaciones que nos disgustan
En nuestra sociedad actual nos encanta lo llamativo, como los macroconciertos abarrotados de gente, de luces y de altavoces gigantes. «Evaluamos» los eventos utilizando como criterio principal la afluencia de personas, la respuesta a la convocatoria; si además participa algún famoso de renombre, el éxito está asegurado. Nos podemos quedar extasiadas mirando una pantalla de televisión de grandes dimensiones sin darnos cuenta de qué nos está mostrando esa pantalla: ¿el horror de una guerra, de la pobreza, de la soledad, de la más absoluta hambruna? ¿Los efectos sumamente dañinos de una mala repartición de los bienes comunes, de acaparar, de agotar los recursos naturales de nuestro territorio e invadir otros para robarles los suyos? ¿Un debate sobre un tema superficial que nos distraiga de lo importante? ¿Un «diálogo» en el que una persona insulta a otra o la acusa de algo y no se para a escucharla? ¿Una competición? ¿Una serie de ficción con protagonistas y situaciones que nos despistan de la realidad?… Tal vez la pantalla está apagada y no nos fijamos en que nos está mostrando nuestro propio reflejo, nuestra imagen embelesada y al mismo tiempo pasmada por lo externo, por lo que alguien ha pensado sobre qué dirigir nuestra atención. Si en un gesto mínimo, en un tan solo desviar nuestra mirada al centro de la pantalla, nos descubrimos en esa distracción, reaccionaremos moviéndonos, poniéndonos en marcha, será como un despertador.
Según la definición de la RAE, devorar es tragar con ansia y apresuradamente. Tragar supone comer vorazmente. A menudo nos sentamos a la mesa, por mucho amor y entrega que haya puesto alguien en hacer la comida, con cierto afán de voracidad, con la prisa de querer cubrir nuestra necesidad de comer, un instinto primario común con cualquier otro animal. A diferencia de los animales, no comemos solamente por cubrir una necesidad. Contamos con el matiz del saboreo, con la capacidad de degustar. Si algún alimento quema o pica demasiado lo tragamos rápidamente para quitárnoslo de la boca, no nos enteramos de si tiene mucha sal o le falta, si está jugoso o no, ni tan siquiera de su sabor específico y peculiar. Esto mismo nos sucede en el día a día, por cualquier circunstancia, en cualquier situación, en el ámbito de nuestras relaciones, en el campo del estudio o en el laboral… En la vida, en esta vida que no se detiene y que es una consecución de sucesos, hay veces que nos encontramos con situaciones que nos disgustan, que, como algunos alimentos, nos queman o nos pican excesivamente y la manera de tragarlos rápidamente es no mirarlos, cerrar los ojos, huir. En ese tragar, si con la comida nos perdemos su sabor peculiar y específico, lo más genuino y original, con el acontecer de la vida nos pasa igual: no saboreamos eso que en un principio nos desagrada. En nuestro empeño por pasar rápidamente a otra cosa nos privamos a nosotras mismas de la oportunidad de descubrir la parte buena, de sorprendernos y agradecer el amor y la entrega que alguien y, por supuesto, Alguien, nos está dedicando para que nos resulte más fácil «comer esa situación». Comerla, no devorarla.
Supone permanecer y no retirarse ante la primera dificultad, supone paciencia
Se lee pronto, se dice pronto, pero supone un camino lento y de largo recorrido. Supone permanecer y no retirarse ante la primera dificultad, supone paciencia. Es a esto a lo que nos llama Jesús de Nazaret, nuestro Maestro de Vida. No nos enseña a salir corriendo ni a mirar a otra parte; tampoco a pasar corriendo de una cosa a otra. No nos enseña a dejarnos llevar por la mayoría, ni por luces de neón, ni por multitudes, tampoco a venirnos arriba ni a creernos mejores o importantes porque nos «aclamen» o nos piropeen. En él tenemos el mejor ejemplo. Nos impulsa a ser camino, a ser medio, ayuda, no objetivo ni fin, a permanecer serena y confiadamente en la noche, cuando llega ese momento en el que no podemos caminar porque no se ve, estar ahí, respirando calmadamente, escuchando y sintiéndonos abrazadas, solamente estando y siendo. En él encontramos al Alguien por excelencia, al experto en saborear la vida, al que nos tiende su mano firme y nos lleva a adentrarnos en nuestro propio corazón, el lugar más hermoso, el lugar donde habita Dios.
(https://www.youtube.com/watch?v=G1kwFFLE7Yo)
SERVIR ES REINAR (Canción de Gen Verde)
Nos amas hasta el fin,
Maestro y Señor,
postrado en tierra estás
nos muestras que el amor
es ceñirse un paño,
saberse arrodillar,
enseñas que servir
es amar.
Haz, Oh Señor, que aprendamos de ti
que el más grande es quien sabe servir,
quien se entrega y quien se sabe arrodillar,
porque grande es tan solo el amor.
Y te vemos así,
Maestro y Señor,
lavando nuestros pies
aun siendo tus creaturas.
Con un paño ceñido,
que es tu manto real,
enseñas que servir
es reinar.