Tomamos prestadas las palabras de Sylvia Cano, coordinadora del evento, que nos invita a «dejarnos empapar»:
- Por la realidad de los jóvenes con los que estamos, una realidad que hacemos presente en este cuenco donde hemos reunido gotas que simbolizan la riqueza y el don que en ellos descubrimos.
- Por el encuentro cordial de unos con otros, que se dará de tantas maneras a lo largo de este día y medio que vamos a compartir: en la oración, en los talleres, en los descansos, en la sala o en los pasillos.
- Por aquella idea que puede resultar fecunda, que nos ilumina en algún sentido, que nos puede resultar sugerente o provocadora.
Y, sobre todo, somos invitados a dejar que nos cale el agua viva que es Jesús, en quien descubrimos el manantial que nos da sentido.
En los encuentros que se tuvieron para preparar esta Escuela, se habló mucho de los jóvenes en el mundo de hoy. Nos hemos dicho que vivimos en un mundo secular y pluralista en el que muchas personas orientan su vida sin necesidad de religión. Se compartieron interesantes argumentos: que la fe ya no es un presupuesto obvio; que crece la indiferencia, que experimentamos dificultades para la transmisión de la fe…
Pero, sobre todo, nuestro argumento principal es que la fe está en el centro y que constatamos con alegría cómo muchos jóvenes están buscando, se comprometen con causas nobles, donan generosamente sus talentos y son, hoy como ayer, una brisa de aire fresco para el mundo y para la Iglesia.
Este argumento principal —la fe que descubrimos como don, como luz, como camino, como agua viva— es lo que queremos poner en el centro de nuestra jornada. Esta fe que nos reúne como pueblo, que nos hace estar en la misma onda, que nos permite conectarnos en lo profundo, que nos permite decir aquello de «we–nosotros–fe».
Teniendo de trasfondo el camino que estamos recorriendo hacia el próximo sínodo, Enric Puiggròs nos ayuda a profundizar en este binomio jóvenes y fe; y por la tarde, en los talleres, tendremos ocasión de compartir e iluminarnos sobre lo que hoy pueden ser «puertas de acceso a la fe».
Tenemos la esperanza de que en estos meses escasos ya para el sínodo vaya creciendo en todos nosotros, pero también en nuestros jóvenes, las ganas de pedirle más a la vida, la atención a los signos y señales que Dios pone en nuestro caminar para que las reconozcamos, la sabiduría para interpretarlos y la valentía para decidir en consecuencia con la generosidad de quien confía.
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