Reflexionando con el sepulcro vacío – Enrique Fraga

En medio de las cruces del mundo, especialmente presentes por la crisis que vivimos llega el momento culminante de celebrar la resurrección, ¡que oportuno me parece! En medio de un mundo que parece que se desmorona, en medio del desasosiego, en medio del miedo:

El sepulcro vacío.

Y así, de su ausencia nace la Esperanza, porque si no triunfa la muerte, deberá triunfar la vida, ¿no?

Hemos vivido y acompañado a Jesús en su calvario y cruz. Jesús lleva el mensaje del Amor hasta su última consecuencia, la de morir de puro amor y pura entrega. Sería una emotiva pero agobiante historia sin el sepulcro vacío que da plenitud a la pasión y muerte de Jesús. Porque el Dios cristiano es un Dios de vivos, no de muertos. La resurrección de Jesús debe darnos dos esperanzas. La de la vida futura que nos aguarda, y también la esperanza y misión de vivir como resucitados, para traer resurrección al mundo presente. Así entre el sufrimiento y el dolor que atraviesan la vida (siempre presentes, pero quizá hoy un poco más patentes) el evangelio nos clama: Primero, encontrarnos con la resurrección de Jesús y con Él mismo resucitado, para; segundo, ser testigos de esa resurrección que siembren semillas de vida allá donde la muerte parezca vencer.

De este modo, hoy el evangelio nos sugiere, nos invita y nos exige, a salir del sepulcro vacío. A llevar la resurrección a las casas de tantas familias rotas por el coronavirus, a tantas personas cuyos adioses no tuvieron despedidas, a tantas personas que viven y padecen el aislamiento. Una resurrección marcada por la fe, la esperanza y la caridad, una resurrección que nos haga auténticos hermanos en el dolor, una resurrección que nos permita consolar y aliviar sus cargas. Porque ahí queridos hermanos, habrá un signo de la resurrección y seremos auténticos portadores del amor de Dios.

Un año más la Buena Noticia que proclamamos nos recuerda nuestro papel en la historia de la Salvación, nos empuja a decir sí a la propuesta de Salvación de Dios, a dejar que la Ruah actúe por medio de nosotros. El mundo puede parecer roto, lo está, pero con la perspectiva suficiente podremos contemplar como vamos avanzando en el camino de la Salvación, lentamente, pero sin detenernos. Recuerda que tú también eres parte de ese camino, y tu vocación debe ser la de recorrerlo.

Para meditar

 

Me acerco. La calma reina y el silencio es rey. Estamos tú y yo. Hueco inexplorable, vacío del alma. En tu absoluta ausencia me interrogas. ¿Tanta muerte? ¿Tanto dolor? ¿Tanto sufrimiento? ¿Tantas familias rotas? ¿Tantos adioses sin despedidas? ¿Tanta soledad? Más que nunca te necesito, necesito tu negrura y tu desierto. Porque cuando la muerte se torna nada, incapaz; hallo la resurrección.