Es mediodía y me siento junto a una alumna ejemplar que podría llamarse María o Marta o Inés… qué más da, sus sensaciones posiblemente se correspondan con las de cientos de jóvenes. Hay momentos en que los silencios funcionan mejor que las palabras de modo que, con naturalidad, saco una manzana y la invito a galletas o al último bombón que queda en la sala de profesores. Ella, con media sonrisa, acepta una galleta, anda triste desde hace algún tiempo, por múltiples razones, pero hay una que me duele en especial cuando la escucho: «es el hastío con el paso de los días… del colegio a casa, de casa al colegio, los ratos con los amigos y vuelta a empezar». La miro, la escucho, la abrazo y se me queda enganchada; siento que el peso existencial es brutal para ella y comprendo que necesita respirar. Durante una hora hemos intercalado silencio y palabras, hemos dialogado con la voz y con el alma, me ha hecho sentir amiga, educadora, pero también cómplice culpable de su dolor. Dos días después, son otro par de alumnas, de lo mejorcito de clase, las que me hacen revivir esa sensación: «Sacadnos de excursión, llevadnos aunque sea al monte». ¿Tres en una semana? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Estamos contribuyendo a que se pierda una generación estupenda de nuestros adolescentes?
La importancia del currículum y el compromiso con la programación a lo largo del curso, el tener que atar en septiembre las salidas que se harán y organizarlo todo en exceso, de algún modo, nos encierra en una camisa de fuerza que no propicia en absoluto la facultad de poder establecer con la libertad que nos gustaría todos los paréntesis que el alumnado necesita. Temo que, con frecuencia, olvidamos sus ganas de sonreír, de crear, de buscar, su hambre de conocimiento más allá de los libros de texto… y su necesidad vital de respiros saludables. Vivimos tan embutidos en el bucle de la productividad que, de algún modo, padres, legisladores y educadores favorecemos que se transformen en individuos desmotivados y superficiales. ¿Dejamos espacio para la expansión interior que requieren y su posterior comunicación?
Encontrar espacios para la búsqueda y el crecimiento de su interioridad en contacto con la naturaleza es hoy una necesidad vital con repercusiones sociales de calado. Poder otear un horizonte admirando la puesta de sol, escuchar la sonoridad del crujir de las hojas del otoño bajo nuestros pasos irregulares por veredas de infinita belleza o sentir el frío de una bola de nieve estrellada en su cuerpo acompañado de risas que anhelan libertad debieran ser mínimos exigibles para pasar de un curso a otro. ¿Buscamos el aprendizaje para una comunión auténtica con la vida donde Dios salga al encuentro? Quizá sea un aprendizaje que muchos ansían. Junto a ello señalemos no solo el descanso físico sino también el del alma en contacto con la naturaleza como medios para contribuir a la formación de los hombres y mujeres que serán el soporte de nuestra existencia futura.
En el ámbito escolar podemos regalarles la siembra de un huerto en el patio o en la terraza, cuidado semanalmente por distintos grupos, con un registro de entrada que permitiese mantenerlo arreglado, donde comprender la evolución de la naturaleza, la pérdida, el fracaso, la no rendición, los frutos, la importancia de los hábitos saludables; más allá, podemos favorecer que saboreen regalos de Dios que están al alcance con el don interior del empeño y el esfuerzo de sus manos. Puede que disfrutar desde unos troncos donde los pequeños empezaran ya a amar el regalo de la tierra, el respeto al agua que da vida, el cuidado de la creación y la casa común sea un estándar de aprendizaje prometedor. ¿Les permitimos educarse en la contemplación, en la meditación bien con el trino de los pájaros o con una música relajante en su mp3, bien sentados en la fresca hierba o la árida tierra?
Una excursión al monte debería tal vez emplearse como una actividad casi obligatoria con la finalidad de tomar aire para continuar el trayecto de la propia vida sacando la brújula para orientar el rumbo y avanzar sin atrincherarse en incapacidades ficticias. Presentarles la cruda certeza del impacto humano en la naturaleza palpando la realidad, interiorizando el sentido y magnitud de la huella ecológica. Amar la Tierra y la creación que la habita hasta que, bien recoger los plásticos en el campo o en la playa o bien cerrar el grifo al lavarse los dientes les resulte tan lógico y natural como desear un buen futuro personal. Me sumo a quienes consideran que hoy es fundamental en nuestra sociedad educar en un ocio sano, alejado del alcohol y excesos de diversa índole que se van asentando entre los jóvenes como lo tolerable y divertido, como los únicos escapes frente al tedio.
Propuestas ecológicas
Una visita a Arantzazu, lugar de búsquedas y de hallazgos. Allí se combina el arte vanguardista con la religiosidad que cala, la rica y abrupta naturaleza con su silencio estremecedor… Acaso hablarles a los jóvenes de un tiempo de retiro y búsqueda personal, bien en la casa de ejercicios o en su recién estrenado albergue. Los frondosos robles, los sabios tejos, los altos pinos, los evocadores makalas, la flora y fauna autóctona de la zona, las latxas pastando como hermanas junto a los caballos en libertad en las extensas campas de Urbía a las que ascender, como en la vida, caminando, con esfuerzo, imbuido en uno mismo, y admirando la belleza, bordeando los desfiladeros propios y de la naturaleza…
Una invitación a Pueblo de Dios en Niebla, con su Pascua joven, con decenas de adolescentes y jóvenes, que junto a sus padres, amigos, abuelos, sobrinitos, comparten en comunidad, sirviendo para unir a través de cantos, servicio, talleres, caminatas, dinámicas, donde todo es de todos, y donde la alegría fraternal y un paisaje rodeado de olivos junto a una balsa y casitas nacidas del esfuerzo generoso de sus visitantes, hace cuestionarse cómo esa no es Iglesia que se oye, cómo más jóvenes no conocen ese espacio eclesial que engancha, sin caras agrias ni aburridas.
Finalmente, una propuesta en la que se confía que otro mundo mejor es posible por nuestra manera de vivir: Biotropía. Estilos de vida en conversión. Como se indica en www.biotropia.net, se trata de una iniciativa encaminada a acompañar procesos de transformación de los estilos de vida, proporcionando herramientas y poniendo en contacto a personas con el objetivo de apoyarnos mutuamente. Arranca su andadura en Valencia y Madrid y se dirige sobre todo a quienes viven en contextos de países industrializados de cultura consumista. Su origen procede de la creciente conciencia de las repercusiones que los estilos de vida tienen, no solo sobre uno mismo, sino también en el entorno cercano y lejano.
Los respiros saludables nos conceden el espacio necesario para darle sentido a la vida, a nuestra mente y corazón errantes, tengamos la edad que tengamos. Se hace preciso educar para pelear la batalla de cada día y ello conlleva, cuando el viento arrecia o cuando se necesita descansar, saber dónde están los refugios interiores y exteriores donde tomar oxígeno, sentir la limitación y el vértigo a la vez que se está protegido. ¿Cuáles son tus respiros saludables? ¿Los muestras y compartes? No niegues a los adolescentes y a los jóvenes esos descubrimientos personales.
¿Dejamos espacio para la expansión interior que requieren y su posterior comunicación?
Encontrar espacios para la búsqueda y el crecimiento de su interioridad en contacto con la naturaleza es hoy una necesidad vital con repercusiones sociales de calado
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RPJ nº 523 – Respiros saludables – Cristina Isabel Carretero Esteban
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