REPENSANDO LAS MASCULINIDADES – Ministerio de Transformación Social de Itaka-Escolapios

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«No se nace mujer: llega una a serlo», afirmaba Simone de Beauvoir a mediados del pasado siglo. De la misma manera, no se nace hombre, sino que se aprende a serlo. Somos, en gran medida, producto de la cultura que habitamos y es a través de la socialización como aprendemos a ser mujeres y hombres. Nuestra forma de hablar, de movernos, nuestra sexualidad, la profesión que elegimos, nuestras aficiones, nuestras creencias y nuestra forma de estar en el mundo están fuertemente condicionadas por la identidad de género que nos ha sido asignada. Estos condicionantes suelen resultar difíciles de identificar y son asumidos como naturales.

En nuestro caso, como en el de la gran mayoría de sociedades del planeta, el proceso de socialización se basa en el sistema patriarcal, que es transversal a los diferentes sistemas religiosos, sociopolíticos y económicos. Este sistema, basado en la autoridad y liderazgo del varón, ofrece en cada cultura un modelo de masculinidad hegemónico o «ideal», al que los hombres tratarán de adaptarse con mayor o menor éxito. En nuestra cultura este modelo ideal estaría representado por un hombre blanco, heterosexual, de clase media, con un buen trabajo y éxito. La adscripción a este modelo hegemónico de hombre es el que le otorga privilegios y poder, tanto sobre las mujeres como sobre otros hombres alejados de este modelo, así como la responsabilidad de liderar y dirigir el destino de nuestra sociedad.

Construcción de la masculinidad hegemónica 

La antropóloga francesa Elisabeth Badinter sostiene que la construcción de la masculinidad se erige desde una triple negación: 

  • No soy un bebé: se trataría de una renuncia a la debilidad, a la dependencia, y una reivindicación del individualismo. Los hombres se valen por sí mismos y no necesitan de las demás personas. Son ellos los que proveen, los que dominan. El individualismo propio de la masculinidad clásica está basado en la defensa a cualquier precio de la independencia (¿Nos permite esto intuir que el capitalismo tiene género?).
  • No soy homosexual: se trataría de una renuncia a querer y a ser querido por otros hombres. Existe el temor de ser reconocido como homosexual, lo que le llevaría a perder las credenciales masculinas y ser visto como un «hombre de segunda categoría». Términos como «marica» no se refieren exclusivamente a la orientación sexual, sino a cualquiera que no dé la talla como hombre. Se da una incesante vigilancia de cualquier situación que pueda poner la virilidad en condición de «sospecha».
  • No soy mujer: se trataría de un rechazo a todo aquello que nuestra sociedad cree que las mujeres representan. Lo femenino se encuentra en una categoría inferior, que se debe evitar: la expresión de afecto, el cuidado propio y de los demás, la dependencia afectiva y económica, la delicadeza… Por contra, el modelo de masculinidad hegemónica implicaría asumir características como la fuerza, el riesgo, la independencia, la realización de actividades lógicas o que impliquen destreza física…

En otras palabras, en nuestra sociedad la identidad masculina hegemónica tendría como principales bases el individualismo, la homofobia y la misoginia. Esto no significa que no se generen otro tipo de masculinidades, alternativas o subordinadas, pero es este modelo hegemónico el que ejerce el dominio en el comportamiento de la mayoría de hombres y mujeres.

Una de las diferencias más significativas entre la identidad masculina y la identidad femenina tradicionales consiste en que los hombres tienen que demostrar continuamente que siguen siendo hombres a través del riesgo, el dominio, la actividad sexual… En este sentido, la masculinidad se mediría a través del poder y de la admiración que uno es capaz de despertar en las demás personas.

Todas las personas son susceptibles de integrar patrones de conducta positivos asociados a la masculinidad o a la feminidad

Consecuencias de las masculinidades hegemónicas 

La pervivencia de este modelo de masculinidad heteropatriarcal ha propiciado una «tríada de la violencia» masculina, tal y como propone Michael Kaufman: 

  • Violencia contra las mujeres (y niñas y niños): a través de los diversos tipos de violencia, abusos y control, no solo físicos sino también psicológicos, simbólicos, económicos… A pesar de que en los últimos años se ha avanzado bastante en el ámbito legal y formal, perviven en nuestra sociedad múltiples tipos de violencias contra las mujeres mucho más sutiles y que en ocasiones resultan imperceptibles, como los denominados micromachismos. Podrían incluirse también todos los tipos de violencia contra la naturaleza, simbolizada por lo femenino. 
  • Violencia contra otros hombres: la violencia o la amenaza entre hombres es un mecanismo utilizado desde la niñez para establecer el orden jerárquico. Las relaciones de poder entre hombres discurren así entre la burla, la presión y la violencia. La gran mayoría de homicidios o lesiones son perpetrados por hombres contra otros hombres.
  • Violencia contra sí mismos: mediante la falta de autocuidados físicos y psicológicos, el abuso de drogas, las altas tasas de suicidio masculino, los accidentes ocasionados por una cultura del riesgo, el fracaso escolar…

Aportes del estudio sobre masculinidades 

El estudio sobre masculinidades se ha venido desarrollando durante las últimas décadas de una manera interdisciplinar.

Son especialmente reseñables los aportes recibidos en el ámbito educativo, por la importancia que tiene la escuela como espacio de socialización. Se han llevado a cabo análisis de aspectos como los comportamientos masculinos relacionados con la sexualidad y la violencia, el papel del lenguaje, el fracaso escolar de los varones, las prácticas sexistas de los chicos en las aulas y el patio, la forma de reorganizar las asignaturas, la elección de los itinerarios curriculares, etc.

Estos estudios han permitido la inclusión de la perspectiva coeducativa en las escuelas, con el objetivo de hacer desaparecer los mecanismos discriminatorios, no solo en la estructura formal de la escuela, sino también en la ideología y en la práctica educativa. El objetivo es que los alumnos y las alumnas pueden desarrollar libremente su personalidad en un clima de igualdad real y sin condicionantes impuestos en función de su sexo, lo que implica la fusión de las pautas culturales que anteriormente se consideraron específicas de cada uno de los géneros. Todas las personas son susceptibles de integrar patrones de conducta positivos asociados a la masculinidad o a la feminidad; y se pueden descartar aquellas conductas atribuidas a uno u otro género que resultan un obstáculo para nuestro pleno desarrollo y para la construcción de una sociedad más justa.

Es hora de comenzar a transcender esa división binaria basada en el sexo y empezar a pensarnos como personas completas, libres e infinitamente diversas, capaces de desarrollar todas nuestras potencialidades para ser felices y hacer felices a las demás.

NO TE QUEDES DE BRAZOS CRUZADOS

  • Corrige sin miedo las actitudes homófobas, misóginas e individualistas que veas en tu entorno. No contribuyen a construir una sociedad mejor. 
  • Identifica conductas nocivas contra mujeres, niños y niñas, otros hombres o contra ti mismo, y proponte dejar de llevarlas a cabo.
  • Prueba a poner en práctica una conducta positiva tradicionalmente no asociada a tu género y reflexiona: ¿Cómo te has sentido? ¿Qué consecuencias ha tenido? ¿Cómo ha reaccionado tu entorno? 

Y PARA SEGUIR REFLEXIONANDO…

  • Existe un amplio número de recursos sobre masculinidades en la página web de Gizonduz. (https://www.emakunde.euskadi.eus/gizoncas/-/informacion/gizonduz-intro/) CÓDIGO QR GIZONDUZ.PNG
  • Una lectura: Nuevos hombres buenos. La masculinidad en la era del feminismo, de Ritxar Bacete (2017). 
  • Un vídeo: Tú también (Youtube https://www.youtube.com/watch?v=GktgIxCZoeY).