La semana pasada, en la asignatura de Desarrollo de la Personalidad de Máster del formación de profesorado para secundaria y bachillerato de la Universidad de Málaga, una de las alumnas alzó la voz ante una clase de unos cuarenta futuros profesores de lengua y literatura con tono ligeramente exaltado para enunciar que le parecía una verdadera vergüenza que siguiera existiendo una asignatura de religión en la educación obligatoria, e incluso, consideraba obsoleta la existencia de colegios concertados católicos puesto que, de forma inevitable, “todos salen de ahí reprimidos y homófobos”.
Lo peor de todo es que la profesora de la asignatura, psicóloga para más señas, le dio la razón a la acalorada alumna.
Por suerte, había algunos alumnos del máster que de una forma bastante diplomática les hicieron saber que, pese a haber estudiado en colegios concertados, se consideraban personas sanas en todos los sentidos y que no eran ni mucho menos homófobos.
Sin embargo, puede que si existiera una asignatura en la que se explicara en qué consiste la religión cristiana realmente, más allá del dogma, así como otras religiones mayoritarias, nos ahorraríamos semejantes discursos obcecados con una idea monolítica y medieval de la iglesia que se aleja enormemente de la realidad y que lo único que consiguen es aumentar las barreras entre creyentes y no creyentes.
