REINVENTARSE SIN PERDER EL NORTE – Óscar Alonso

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Óscar Alonso

oscar.alonso@colegiosfec.com

Comienzo a escribir estas líneas después de haber estado casi media hora diciéndole a la inteligencia artificial que me monte un proyecto de pastoral juvenil en el que aparezcan determinados temas, desde el carisma franciscano, con una serie de indicaciones sobre destinatarios, documentos eclesiales, tiempos, actividades, evaluaciones, etc.

La verdad es que la IA es un invento sin igual. En unos segundos es capaz de recopilar tanta información y hacerlo de un modo tan ordenado, tan inteligente, tan detallado y tan extraordinario que uno se queda perplejo. Podremos decir de todo sobre la IA, pero que es una auténtica revolución y que el presente y el futuro próximo están marcados por ella, no cabe la menor duda.

La verdad es que la IA es un invento sin igual

Es increíble cómo los seres humanos somos capaces de hacer realidad eso que en las películas de hace años eran futuribles inalcanzables: las máquinas, si seguimos así (y esto no hay forma humana de pararlo ni de regularlo, digan lo que digan) pensarán por sí solas. Es sin duda un tema que despierta todo tipo de preguntas, reflexiones y dudas, al mismo tiempo que muestra cómo puede hacernos la vida mucho más fácil.

El resultado de lo que le he pedido a la IA sobre pastoral juvenil está bien, muy bien. Me pregunto qué lugar queda ahora a los teólogos, a los catequetas, a los escritores, a los editores, a los maquetadores, a los ilustradores… si bien es verdad que alguien tendrá que seguir haciendo todo eso para que la IA lo asuma y lo pueda mezclar de ese modo misterioso que lo hace para generar tanto aparentemente nuevo.

Yo que soy del 72, la generación casete, la generación máquina de escribir, la generación VHS, la generación Cinexín, la generación de la cabina de teléfono, la generación del teléfono fijo, la generación de la televisión de dos canales, la generación del mecano, de los mapas, de los periódicos, de las cartas y las postales, la generación de los CD… reconozco que todo esto transforma absolutamente todo. Todo.

Aunque creo, con cierta consistencia lo digo, que de ningún modo la IA nos releva, sustituye o supera en la aportación personal que cada uno tenemos a la hora de pensar y crear. Desde luego, lo que crea la IA, al menos de momento, carece de espíritu y de Espíritu. Y se nota.

No puedo menos que admitir y afirmar que la IA es una herramienta impresionante, poderosa y sin límites. Es una fuente inagotable de recursos. Es un medio potente que puede hacernos la vida, el trabajo, las tareas, la investigación… mucho más fácil. Pero no por eso debemos vender nuestra alma a la IA. Creo que es tiempo de reinventarse sin perder el norte. Desde luego, si dejamos que nos sustituya, lo hará. Pero si la usamos con inteligencia y discernimiento, puede ser una aliada magnífica también para la pastoral juvenil que ha de venir.

Por eso creo que ante la IA debemos reconocer lo que puede aportarnos, lo que puede enriquecer nuestras propuestas pastorales y lo que amplía nuestros horizontes, debemos investigar cómo usarla con control, qué necesitamos de ella y qué no necesitamos que ella nos haga y, por último, debemos probar a utilizarla con criterio, es decir, que nosotros seamos los que acotemos qué es lo que necesitamos, qué es lo que queremos que nos prepare y qué normas nos damos para ello. Los criterios, en todo, son determinantes. Sin criterio, la IA hará con nosotros lo que quienes la crean, la programan y le dan de comer, quieran.

De hecho, ante la IA surgen muchas preguntas: ¿Quién controla la IA? ¿Quién está detrás de la IA? ¿Qué ganan los que están al mando de esa nueva herramienta? ¿Qué objetivos reales persigue? ¿Dónde va lo que yo creo mediante la IA? ¿Qué principios morales rigen la IA? ¿Qué antropología la fundamenta? Y en nuestro ámbito pastoral: ¿Qué Dios, que imagen de Dios, qué Iglesia presenta? ¿Qué lugar ocupan en ella la justicia social, los derechos humanos, los mandamientos, el mandato del amor al prójimo, las bienaventuranzas, la ascética cristiana, la interioridad, la mística cristiana, la experiencia perdurable de la fe?

Ante la IA surgen muchas preguntas

Hace no mucho, me decía una persona mayor que le llamaba la atención que los obispos jóvenes, todos ellos nombrados por el papa Francisco los últimos años, no eran escritores, no tenían ningún libro publicado y que eso era un signo de pérdida de autoridad, de bajada de nivel, como si escribir libros fuese un criterio para ser o no un buen obispo. La verdad es que me llamó la atención aquel comentario con el que no estoy en absoluto de acuerdo, pero luego pensé: la IA te escribe un libro o los que quieras en un periquete. Problema solucionado. Aunque no lo creo realmente.

Los seres humanos tenemos algo que la IA no tiene: tenemos voluntad y una fuerza interior que nos hace únicos e irrepetibles, y que nos lleva a crear cosas en las que también vamos y quedamos nosotros, lo mejor y lo más íntimo y particular de nosotros. Eso la IA no lo hace. Nosotros necesitamos una pastoral juvenil con Inteligencia (artificial) y Espíritu (real). Una pastoral juvenil habitada. La IA carece de esta habitabilidad.

La IA, como todo, tiene sus desventajas y sus ventajas, sus sombras y sus luces. La IA puede convertirnos en adictos del querer que nos lo den todo hecho, puede dar de comer a la cultura del poco esfuerzo y puede hacer que parezca verdad lo que solo es un ensamblado perfecto de mentiras, de medio verdades o de verdades que nada tienen que ver con el tema que se está preparando. Puede acabar con nuestra creatividad si dejamos que se convierta en nuestro cerebro principal.

Creo que es importante destacar que ser nativo en IA no es ser experto en la misma. Nuestros hijos e hijas son nativos digitales y eso no es sinónimo (ni lo será nunca) de que saben utilizar la tecnología de manera inteligente y para el bien. Ser experto en algo es hacer experiencia de ese algo y en el experimentar conocer, aprender, crecer, mejorar y utilizar para mejor vivir.

La IA tiene, por supuesto, mucho bueno. Nos enseña a preguntar, nos enseña a afinar planteamientos, nos provee de supuestos, posibilidades y perspectivas, nos permite disfrutar de lo que otros ya han hecho, pensado, compartido, creado… es, sin duda, una herramienta con un potencial jamás antes visto.

Para nuestra pastoral juvenil creo que sería bueno tener criterios evangélicos en su uso y en lo que creamos con ella, además de aprender a usarla bien y para hacer el bien. Es un medio sin competencia para actualizar el mensaje del Evangelio y hacerlo llegar a millones de personas de modos muy diferentes. Es una herramienta que puede ayudarnos mucho a inundarlo todo del aroma del Evangelio y de sus gentes, de la propuesta única y subversiva del proyecto de vida de Jesús de Nazaret. Repito: creo que nosotros necesitamos una pastoral juvenil con Inteligencia (artificial) y Espíritu (real). Una pastoral juvenil habitada. Sin olvidar nunca, como afirma el Evangelio, que es el Espíritu el que nos enseñará todas las cosas y nos guiará a la verdad completa.

Por eso, como ante tantas otras cosas, ante la IA la regla de las tres erres: respeto, reflexión y responsabilidad. Puede ser, sin duda alguna, una plataforma única e ilimitada de seguir anunciando el reino de Dios en este futuro cada vez más tecnologizado y necesitado de cercanía, humanidad y misericordia.

Necesitamos una pastoral juvenil con Inteligencia (artificial) y Espíritu (real). Una pastoral juvenil habitada.