Redes solidarias – Miguel Jaimes

Estar aislados, paralizados y distanciados nos empobrece en nuestro ser y limita nuestro hacer. Los jóvenes que no pertenecen a ningún grupo, asociación o colectivo pueden ser más vulnerables y estar expuestos a los conflictos que van desde la violencia familiar hasta la trata de personas.

La acogida, la cercanía y la confianza que se van construyendo en un grupo juvenil o colectivo social son una oportunidad que marca la vida de forma positiva porque se generan vínculos fuertes que pueden permanecer con el paso de los años.

Ahora, la experiencia de pertenecer a un grupo en la parroquia, el colegio, la universidad o el barrio se enriquece cuando la ampliamos participando de las redes colaborativas y solidarias.

Tejiendo redes de colaboración

Necesitamos impulsar la sinergia y la interdependencia para la transformación de las realidades juveniles. Hay que ampliar y activar los vínculos con personas, grupos e instituciones que puedan enriquecer la acción pastoral que realizamos con los jóvenes.

En la iglesia católica hay una gran variedad de carismas y movimientos pero en ocasiones desconectados entre sí. Existe la tendencia a limitar nuestras relaciones con los que comparten nuestra misma identidad e incluso ser celosos para que nuestros jóvenes no se “mezclen” con otras instituciones por miedo a la confusión o a perderlos.

Entonces, ¿qué es una red solidaria?

Es un sistema abierto, multicéntrico de conexiones interpersonales e interinstitucionales que posibilita la potenciación de los recursos y la creación de alternativas de solución a las necesidades colectivas.

También, significa pasar de la lógica de la jerarquía y el control a la lógica del intercambio y compartir saberes, experiencias, objetivos y sueños. No está centralizada la información sino que circula entre los participantes de la red de forma ágil, eficiente y activa.

Las redes sociales en el internet pueden ser utilizadas para una mayor velocidad y cobertura incluso mundial para activar las redes solidarias y colaborativas. Hoy, es posible elaborar iniciativas y proyectos participativos en la nube donde cada uno va aportando sus conocimientos aunque no se encuentren físicamente ni coincidan a la misma hora.

Pero, también tiene sus límites porque no logra hacer que la red crezca en profundidad  y se concreten algunos objetivos.

Podemos adelantar el siguiente proceso por niveles: 

“El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas. Entonces, no hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos”.

(235. La alegría del Evangelio)

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