RECREAR LA SINODALIDAD
Silvia Martínez Cano
http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano
La palabra sinodalidad hace referencia al movimiento del Pueblo de Dios, una expresión surgida en el Vaticano II. La Iglesia sinodal es la Iglesia Pueblo de Dios caminando. Se trata de una Iglesia que camina contando con todos y todas, dando importancia a las relaciones entre los miembros de la comunidad. No se camina junto a otro cuando se camina dos pasos por detrás. No se camina junto a otra sin darle conversación unas veces y sin escucharle otras. No se camina junto a otra sin preguntar y consensuar qué camino tomar y en qué dirección girar. Caminar juntos tiene una serie de condiciones para que verdaderamente se cumpla que «caminamos juntos». No vale de cualquier manera.
Francisco ha insistido en sus muchas aportaciones sobre la importancia de hacer alianzas intergeneracionales. En Laudato Si nos hace tomar conciencia de que «ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional. Cuando pensamos en la situación en que se deja el planeta a las generaciones futuras, entramos en otra lógica, la del don gratuito que recibimos y comunicamos» (LS 159). Esta intuición se convierte en un llamamiento a la colaboración entre generaciones, pues en una Iglesia sinodal, todos y todas aportan sus dones de joven o de adulto, para que la vida se convierta en un lugar más vivible y habitable.
Francisco insiste en que trabajar intergeneracionalmente no consiste en coartar los sueños de unos y centrarse en las añoranzas de otros (ChV 200) sino que a partir de una «memoria colectiva» (ChV 191) que se renueva con los jóvenes constantemente dejemos un legado al futuro, constituyendo con ello «marcos de referencia para cimentar solidariamente una sociedad nueva» (ChV 191).
Debemos preguntarnos cuáles son las cuestiones teóricas y prácticas que afectan a la construcción de una Iglesia que nos afectan a los jóvenes y los adultos. Debemos preguntarnos cuál es el papel que cada uno desempañamos en esta construcción del futuro. Y a raíz de esta implicación cuáles son las responsabilidades a las que nos comprometemos. Todos debemos asumir nuestra parte en la construcción de una Iglesia caminante, verdaderamente comunitaria y no autoritaria y excluyente.
Para comenzar esta reflexión ahora mismo, te propongo, con ayuda de algunos textos de la exhortación apostólica Christus Vivit, algunas preguntas para ti y para tu comunidad. Ayúdate de la imagen. Para entrar en la fiesta del Reino, todos debemos cruzar el umbral de la puerta. La clave (la llave de la cerradura) es la forma en que nos encontremos y seamos capaces de establecer alianzas.
«En la profecía de Joel encontramos un anuncio que nos permite entender esto de una manera muy bella. Dice así: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne y sus hijos y sus hijas profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños (Jl 3,1; cf. Hch 2,17). Si los jóvenes y los viejos se abren al Espíritu Santo, ambos producen una combinación maravillosa. Los ancianos sueñan y los jóvenes ven visiones. ¿Cómo se complementan ambas cosas?» (ChV 192).
- Tú, como joven, ¿cuáles son las visiones que tienes? ¿De qué manera ves el futuro?
- Tú, como adulto, ¿cuáles son los sueños que, desde tu experiencia, sería posible realizar o quedaron pendientes en otros tiempos?
«Caminar juntos es dejar que la energía de los jóvenes interactúe con la sabiduría de los viejos. El amor que se da y que obra, tantas veces se equivoca. El que actúa, el que arriesga, quizás comete errores» (ChV 198).
- Tú, como joven, ¿qué es aquello que puedes aportar, pues te sientes capaz de realizar?
- Tú, como adulto, ¿qué puedes arriesgar para dar a los jóvenes, desde la sabiduría que has acumulado?
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«Si caminamos juntos, jóvenes y ancianos, podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas» (n. 199).
- Tú, como joven, ¿qué puedes aportar del presente, que sea novedoso y tenga posibilidades de crecer y llegar a la vida de muchos y muchas, y mejorar su vida?
- Tú, como adulto, ¿qué puedes aportar del pasado, aprendizajes sobre situaciones o acontecimientos que permitan a adultos y jóvenes seguir aprendiendo y caminar más seguros en la construcción del Reino?
Mira ahora la imagen, ¿tenemos claves compartidas que nos ayudan a construir la Iglesia? Sin la opinión de los jóvenes, su vivencia de la fe y su forma novedosa de entender la realidad no podemos soñar una Iglesia propia de nuestro tiempo. Esto quiere decir que «la Iglesia “se construye” con los jóvenes, permitiéndoles un real protagonismo y no poniéndolos adelante a un “siempre se hizo así”. Esta perspectiva, que determina un estilo pastoral y también una manera de organizarse y de ser institucional, está en gran sintonía con la solicitud de autenticidad que los jóvenes dirigen a la Iglesia» (Instrumentum Laboris Sínodo de los jóvenes n. 142).
Cuáles son las cuestiones teóricas y prácticas que afectan a la construcción de una Iglesia
En una Iglesia sinodal, todos y todas aportan sus dones de joven o de adulto
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