Silvia Martínez Cano
http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano
Hoy necesitamos profetas. Profetas que tocan el corazón y hablan de la verdad. El profeta o la profetisa es un hombre o una mujer que tiene una relación íntima con Dios. Eso les hace expresarse en términos de verdad, hablan en su nombre, llenos de su Espíritu. Para hablar desde la verdad, hay que escuchar primero a Dios. Sentirle en el corazón, discernir con él lo que me pide la realidad sufriente que se tiene alrededor. Discernir lo que en la realidad es un signo de esperanza y una oportunidad para el cambio, pero también discernir lo que está roto y necesita ser reparado. Anuncia esperanza y denuncia opresión.
Si la mujer o el hombre es profetisa o profeta es porque en ese discernimiento, habla en nombre de Dios. Habla de la realidad, de lo que desea Dios de esa realidad genera un diálogo con su momento histórico y se conecta con los «signos de su tiempo» para movilizar a su comunidad hacia la transformación de la creación de Dios. El profeta o profetisa es quien reza, mira a Dios, mira a su gente, siente dolor cuando su gente se equivoca, llora por ellos y es capaz también de jugársela por decir la verdad, aunque le duela y les duela.
La vocación profética forma parte de la vocación cristiana y puede y debe decirse, que todo «el Pueblo santo de Dios participa de la función profética de Cristo» (Lumen Gentium 12). Algunos y algunas lo tienen, por sus cualidades personales, más desarrollado que otros, y Dios lo potencia con su Espíritu para que realicen este servicio a su gente. Pues «en la comunidad Dios ha establecido a algunos en primer lugar como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como maestros; luego hay obras extraordinarias…» (1 Cor 12,28-31). La mirada del profeta o profetisa es siempre una mirada sensible, desde la víctima, desde el o la humillada, no los sufrimientos con los que se siente solidario. Tienen una mirada específica que se convierte en testigo de lo que se quiere esconder u olvidar, conserva la memoria de las víctimas del ayer y del hoy, y vislumbra las posibilidades de liberación hacia una vida mejor que el presente puede ofrecernos si nos involucramos y comprometemos con él.
Según Julio Lois existen cuatro momentos por los que pasa el profeta o profetisa:
- Momento desilencio, de intimidad con Dios, de suplicar fuerza al Espíritu para tener una contemplación acertada y una escucha capaz de insuflar una palabra poderosa que toque los corazones mostrando de verdad lo que Dios quiere de nosotros.
- Momento deencarnación en el mundo de las víctimas, en el lugar donde la realidad se muestra sin velos ni subterfugios y muestra la vulnerabilidad de la creación. La mirada encarnada del profeta le capacita para captar la verdad y escuchar sus demandas con ojos y corazón de Dios.
- Momento decompromiso, donde la palabra se concreta en una acción, en un compromiso, en una acción transformadora que inspira a la comunidad, que le da herramientas para liberarse, que la reorienta para afrontar cambios y hacer reales las «posibilidades latentes de salvación» que están ocultadas o silenciadas por el mal que rompe el mundo.
- Momento de laproclamación de la palabra profética en forma de anuncio y de denuncia. La voz, la imagen, los gestos, todos los lenguajes son posibles para la palabra profética, si son capaces de poner en camino a las personas hacia la salvación de Dios. Anuncio y denuncia van siempre unidos para que la transformación sea liberadora.
Sin profetismo, dice Ignacio Ellacuría, no hay posibilidad de hacer una concreción cristiana de la utopía y, consiguientemente, una realización histórica del reino de Dios. Sin jóvenes profetisas y profetas nuestras gentes de Iglesia no podrán caminar en el presente comprometidos con el cambio del mundo. Sin duda necesitamos profetas jóvenes en el mundo de hoy que ejerzan la osadía, que exploren las posibilidades de un cristianismo en constante transformación, porque los signos de los tiempos están en transformación. Jóvenes osados que no tengan miedo a hablar desde la verdad y a inspirar a otros. Jóvenes que provoquen preguntas y acciones, jóvenes que se comprometan con los problemas urgentes de nuestro tiempo: la crisis ecológica, la feminización de la pobreza y la crisis migratoria. Tres crisis profundamente vinculadas entre sí que necesitan de jóvenes profetas que quieran llenarse del Espíritu y llenar con su palabra al corazón de otros jóvenes.
Ayúdate de la imagen que acompaña este texto. Observa que tiene distintas capas, distintos niveles de vivencia. Localiza dónde puedes situar tu experiencia de Dios y dónde tu compromiso…
¿Y tú? ¿Eres profeta o profetisa? En tu relación con Dios ¿exploras cómo tu corazón se acerca a lo que anhela Dios?
¿Encarnas tu mirada en las víctimas de la crisis ecológica, femenina y migratoria? ¿Qué te susurra Dios al respecto?
¿Con que causa te comprometes? ¿A qué causa das voz? ¿Cómo inspiras a tu gente? ¿Cómo ayudas a afrontar los cambios? ¿Qué estrategias tienes para descubrir las posibilidades de salvación en el presente y futuro?
En definitiva, ¿qué anuncias y qué denuncias?
Descarga el artículo en PDF RPJ-541-abril-2020- Recrear la osadía – Silvia Martínez Cano
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