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RECREAR LA COTIDIANEIDAD
Silvia Martínez Cano
http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano
Generalmente percibimos el mundo como un conjunto de fenómenos aislados que se van sucediendo uno tras otro. Es frecuente encontrar personas que se plantean la existencia como un consumo de experiencias inconexas que no tienen otra intención que ser vividas efímeramente. Sin embargo, la vida también se puede vivir como un todo continuo, esto es, como una unidad en que cada experiencia está tejida con otras experiencias que dan sentido a lo que hacemos, sentimos y decidimos. Esta forma de vivir la vida rescata los detalles del día a día, no como experiencias consumibles sino como fenómenos en los que poder detenerse y contemplar la belleza que nos rodea. En cierta manera la espiritualidad cristiana participa de esta propuesta de estar atento a lo concreto en el instante en que se vive, pues es una forma de amar las cosas y descentrar la vida de las experiencias autorreferenciales. Apreciar las cosas y su presencia en el mundo, apreciar a las personas, más allá de sus acciones, acogiendo su ser, provoca un sobrecogimiento. El sobrecogimiento, como el amor, no es una emoción. Es una experiencia más compleja, una forma diferente de acoger lo que nos rodea, pero, sobre todo, una forma de estar en el mundo. Es una manera de estar con la Creación y, de esa manera, estar con Dios de forma plena.
El camino de la espiritualidad de lo cotidiano tiene dos claves bastante sencillas de entender, pero no tan fáciles de tener presentes en sociedades tan rápidas y consumistas como las nuestras. La primera es hacerse consciente de que todo detalle o suceso de la vida forma parte de un todo más grande. Un universo más grande que nosotros, al que pertenecemos, los alberga y acoge. Por eso, lo que soy, lo que hago, pienso y digo tiene repercusiones en el entorno en el que me muevo. Estar atentos a lo cotidiano nos une a los demás y a la Creación en un equilibrio compartido de la Vida. Crea una cierta armonía, una justicia que se expresa en el cariño con el que nos fijamos, empatizamos y cuidamos las cosas. Estar atento a lo cotidiano nos lleva a los demás, es la base ética del amor. La espiritualidad de lo cotidiano lleva a una nueva relación con todos los seres y cosas. Transita por el camino del encuentro empático. El sufrimiento del otro es mi sufrimiento. De esta manera crece nuestra compasión que es siempre el punto de partida de la solidaridad. La compasión nos recuerda que tenemos una responsabilidad interdependiente con el resto de los seres. Los enemigos que impiden sentirnos parte de un todo mucho mayor son la prisa y la auto referencialidad.
- Primera reflexión: Piensa en cómo vives los momentos día a día, si lo haces con prisa o atendiendo a los detalles de lo que sucede, de las personas que tienes alrededor. ¿Te da tiempo a dar gracias por la persona que tienes enfrente? ¿Puedes acoger lo que le sucede? ¿Percibes los procesos que se dan en tus vivencias o en las del otro? Estas preguntas son termómetros para medir tu capacidad de vivir una espiritualidad de lo cotidiano.
La segunda clave es no dar las cosas por sentado. Para dejarse sorprender y sobrecoger debemos relativizar nuestros prejuicios y nuestro propio conocimiento sobre las cosas. Cada momento, cada aliento, cada persona nos llega al corazón de forma única y singular. Lo que solemos llamar «ordinario» es luminoso de por sí. Y Dios está en esa luminosidad, en el aquí que se está dando ahora, donde estamos. Habitar cada momento nos permite buscar la maravilla en el mismo sin dejarnos llevar por lo que pensamos que ya sabemos de lo que está sucediendo. No hay que ir a buscar la espiritualidad a ningún lugar, ni a la iglesia tampoco. Se vive dentro de nosotros, en la medida que dejamos que se active acogiendo la realidad donde está presente Dios. El goce de vivir lo cotidiano nos permite vivir con menos miedo, con más entrega a la realidad que nos rodea (los acontecimientos y las personas). Esta experiencia reduce el rencor, el egoísmo, el orgullo y la impaciencia, verdaderos enemigos de la vivencia plena de la vida.
- Segunda reflexión: ¿Cuántas cosas doy por sentado al día? ¿Soy consciente de mi nivel de enjuiciamiento diario? ¿Cuántas veces me puede la impaciencia o el egoísmo a lo largo del día? ¿Cuántas veces tomo decisiones por orgullo o por rencor? Mide tu temperatura en cuanto tu capacidad de prescindir de tus juicios.
Poner empeño en vivir la espiritualidad de lo cotidiano nos hace capaces de cambiar el orden de nuestras vidas. Este cambio reduce el sufrimiento que nos produce el dolor del egoísmo y nos encamina hacia la unión con otros y con la Creación. De esta manera nos encontraremos más fácilmente en espacios de entendimiento, confraternización y afecto. Un espacio que nos sabe a Dios.
Tercer momento: Celebración. Celebra hoy lo ordinario, encuéntrate con lo sagrado que hay en lo pequeño, aquí mismo, donde estés leyendo este texto, ahora mismo, deteniendo lo que sucede para dar gracias a Dios de esta vida, la que te rodea. Busca la belleza del momento, asómbrate de lo que tienes alrededor. Deja que tu corazón se llene de «maravilla».
El sobrecogimiento, como el amor, no es una emoción
Busca la belleza del momento, asómbrate de lo que tienes alrededor