Recrear la comunidad – Silvia Martínez Cano

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Silvia Martínez Cano

http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano

 

¿Qué es ser comunidad? ¿Y serlo en una sociedad pluri y multicultural, globalizada? Para responder a esta pregunta necesitamos recuperar la práctica de la lectura de los signos de los tiempos. Estamos en una situación en la que necesitamos hacer un esfuerzo de inculturarnos de nuevo. Ofrecer al mundo espacios de hermandad, de esos que no se ven en el televisor. Ofrecer un estilo de vida cristiana adaptada a su época cambiante, dinámica y líquida, que use los medios sociales para abrir paso al mensaje de Jesús. Poner en marcha la comunidad, recrearla, es una forma de mostrar al mundo que somos capaces de amarnos siendo distintos, porque somos iguales a los ojos de Dios, y eso es bueno (G1,31).

  1. Reconocer lo que alimenta. Mira la imagen, en el centro hay unas semillas que están germinando. Para que esas semillas comiencen a crecer necesitan un cuidado especial. ¿Qué les alimenta? Para vivir en comunidad necesitamos reconocer que lo que nos une no es nuestra amistad o nuestra afinidad de ideas, sino el seguimiento a Jesús. No se trata de pensar igual, de hacer las mismas cosas, sino tener una fuente común, la acogida de Jesús, la decisión radical de hacernos sus amigos y amigas, que nos lleva una mirada diferente de la realidad, siempre desde esa acogida primera. No se trata de actuar de la misma manera o tener las mismas costumbres o hábitos, sino de alimentarnos juntos de la raíz profunda del amor, que nos hace crecer juntos, pero de diversas maneras.
  2. Reconocer las virtudes de la diferencia. Mira la imagen, cada brote es diferente y crece a su manera y a su ritmo. Las diferencias nos enriquecen y multiplican nuestra mirada hacia el mundo. Nos hacen conocerlo mejor, pues conocemos la gran diversidad que hay en él. Y así comprendemos mejor nuestras diferencias, pues cada uno hablamos de Dios de forma diferente y le sentimos por raíces o caminos diferentes. No se trata de crecer todos igual y al mismo ritmo, sino que lo que somos juntos nos empuje a un crecimiento en libertad, sin imponer un solo camino o una sola dogmática.
  3. Desarrollar la cultura de lo pequeño. Mira la imagen, los brotes se sostienen en un abrazo. Las raíces que nos alimentan generan abrazos que nos sostienen. Ojalá se pueda decir de nosotros y nosotras, hoy, «mirad como se aman» (Hch 4,32a). Para ser un solo corazón que se funde en un abrazo hay que estar atento o atenta a los pequeños detalles, al saludo, a la palabra amable, a la sonrisa cómplice, a la caricia, al silencio de la escucha, a la lágrima que recorre una mejilla… Cultivar el detalle es cultivar el abrazo, es mantener alimentado el brote que crecerá fuerte y unido a los otros brotes a través de la raíz.
  4. Aprender a tolerar y aceptar. Mira la imagen, las manos que abrazan tocan las raíces. Tocar la vida del otro es necesario para ser comunidad. Es tolerar la limitación del otro, tocarla y aceptarla. Para aceptarla hay que mirarse a los ojos y no rechazarse porque uno sea más afín a unas ideas u otras. El diálogo interno ha de formar parte de la dinámica de la comunidad. Porque el escucharse conlleva a que todas las voces cuenten y sean deliberativas. Necesitamos nuevos y/o renovados espacios eclesiales, más amplios, más variados y más participativos. Es en espacios de tolerancia y aceptación donde las experiencias de Dios se relacionan en armonía y se enriquecen unas a otras.
  5. Dejar que emerjan las ideas nuevas. Mira la imagen, el abrazo deja emerger brotes diferentes, con hojas pequeñas y grandes. Para ser comunidad necesitamos dar espacio a lo nuevo que nos rodea, abrir las ventanas a lo que el mundo nos ofrece. Es el kairós de nuestro tiempo. Ser capaces de renovarnos constantemente al ritmo de la sociedad, volver a los ámbitos culturales, al arte, a la música… Volver a la fiesta. En ella surgen las ideas nuevas, la locura del amor se expresa en la provocación de las acciones.  La creatividad en los creyentes es necesaria para construir una Iglesia festiva y atractiva, que se mueve al ritmo de los tiempos y las necesidades de los acontecimientos.

En un mundo en muchos aspectos deshumanizado es casi una obligación del cristiano y cristiana redescubrir los valores de la fiesta (el banquete) y de la unidad en la pluralidad (Ef 4,5). Demostrar que es posible otro tipo de grupos humanos que se acogen y cuidan con la práctica cotidiana del día a día. Ser comunidad significa estar unidos por una misma raíz que nos hace crecer dando al otro el soporte necesario y, a la vez, suficiente autonomía para crecer en libertad. Adaptarnos (abrazarnos) o morir en el intento.

Observa la imagen de nuevo, piensa en tu comunidad, en cada una de ellas y ellos. Visualiza sus virtudes y sus limitaciones. Comprométete contigo mismo a practicar con las personas de tu comunidad algunas de estas acciones. Sitúate en el abrazo. Sé sostén de otros. Vincúlate a la raíz.

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