RECREAR LA AMISTAD RPJ 557 Descarga aquí el artículo en PDF
Silvia Martínez Cano
http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano
Adaptación para la revista del texto S. Martínez Cano, «La amistad en la diferencia. La mediación en el diálogo social», en R. Luciani y D. Portillo (eds.), Fraternidad 2.0. Reflexión en torno a la amistas social en un mundo fragmentado, Madrid, Khaf, 2021, pp. 21-42.
Para todos nosotros y nosotras la amistad es muy importante. Es uno de los elementos más valorados de la vida y es también del que recibimos más beneficios. Es una experiencia inmediata y cercana, a la que se puede acudir en cualquier momento ya sea de felicidad o de crisis, pero solo se puede acudir si se ha fraguado lentamente hasta consolidarse como un pilar de nuestra vida. La amistad genera un espacio de intimidad entre personas. Y la intimidad de la amistad se enraíza en la fidelidad. Pensemos en Rut y Noemí, por ejemplo, más allá de ser nuera y suegra, una vez desaparecidos sus vínculos familiares (Rut 1,8-11), persiste una intimidad fiel que no abandona (Rut 1,16). Rut proclama que ha dejado de ser hija para convertirse en amiga. La fidelidad al amigo o amiga se desarrolla en dos dimensiones.
Primera dimensión: la generación de vínculos afectivos. Se trata de un amor sincero y auténtico donde no existen intereses o beneficios. Se quiere sin razón, con absoluta generosidad desinteresada y sin poder explicar la causa de esa afectividad. La comunicación se torna fluida, a veces sin palabras, con miradas y un lenguaje propio construido entre complicidades. La amistad como espacio de verdad es un lugar de sinceridad donde el amigo o amiga puede interpelar, incluso a veces hacer notar o corregir aquellos elementos de los que no somos conscientes o no queremos serlo. Ayuda a caer en la cuenta de lo que hacemos mal y debemos mejorar. También de nuestros aciertos y de aquellas potencialidades que por nuestras limitaciones o inseguridades no acertamos a descubrir en nosotros mismos. El amigo o amiga queda afectada por la vida de otro, busca su felicidad porque verdaderamente quiere que disfrute de una armonía personal. Esta afectación es apasionada, a veces con cierto enfado, porque si se ama, la vida del otro preocupa. Otras veces es un apasionamiento festivo y desde el regocijo. Se celebra la vida de la otra persona, su presencia en la nuestra, la suerte de haberla conocido.
- Piensa si vives esa experiencia con alguna persona en concreto. Llévala a tu oración y analiza los distintos aspectos en los reconocéis como fieles una a la otra.
Segunda dimensión: el reconocimiento del otro. Se trata de una acción básica en la reciprocidad. Se acepta al otro o la otra sin juzgar su forma de ser, sin compararla con otras vidas, tampoco con la nuestra. No se le exige ser lo que no es. Se respeta su diferencia. Se celebra su diversidad, incluso a veces nos sorprende y nos alegra por su enriquecimiento. Se ama al otro al aceptarlo de forma incondicional como un misterio diferente a mí, desconocido y a la vez familiar. Esta es la primera experiencia de apego elegido, selectivo, pues entre muchos y muchas, somos elegidos como únicos e insustituibles. En este reconocimiento no se compite con otros, ni siquiera con otros amigos u amigas porque se trata de una relación única y singular. En la amistad la reciprocidad aporta seguridad y protección, el otro es referencia segura en cualquier momento, en tiempo de necesidad o en tiempo de celebración. En ese espacio relacional, ganamos confianza al mostrarnos como somos y ganamos la confianza de otros cuando somos reconocidos.
- Piensa en las torpezas de tu amigo o amiga, cómo las acoges con ternura y las soportas con cierta alegría. Piensa también en sus virtudes, que te hacen serenarte, iluminarte y crecer. Llévala a tu oración y da gracias por ello.
Dice Levinas que la comunicación con el otro esconde al menos dos experiencias fundamentales: la cuestión hermenéutica y la cuestión ética[1]. Es en la vulnerabilidad del rostro (el otro en su inmediatez) donde la alteridad toma sentido y merece ese sentido, porque la alteridad desafía a mi propia capacidad de imponerme sobre el otro, desafía al poder de mi poder[2]. En la amistad esta inmediatez se muestra plenamente. Construye un espacio intermedio complejo y desprotegido, donde convergen sensibilidades, cosmovisiones y comprensiones de la realidad tan diversas y enfrentadas que complican e implican desde la práctica del cuidado del otro.
La amistad no busca el consenso sino la comunicación; no favorece conversiones o dominaciones, sino aproximaciones y reciprocidades; afianza identidades, pues se trata de una experiencia de reciprocidad que refuerza el sentido de horizontalidad social y la capacidad de libertad transformativa.
Es una experiencia inmediata y cercana, a la que se puede acudir en cualquier momento
Se trata de una experiencia de reciprocidad que refuerza el sentido de horizontalidad social y la capacidad de libertad transformativa
[1] Emmanuel Lévinas, Entre nosotros: ensayos para pensar en otro, Pre-textos, Barcelona 1993.
[2] Cfr. Emmanuel Lévinas, Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Salamanca, Sígueme, 1999, pp. 201-261, aquí p. 211.