RECREAR EL CUIDADO
Silvia Martínez Cano
http://www.silviamartinezcano.es / @silviamcano
Llevamos ya dos años bajo los efectos de la pandemia y muchos jóvenes, al igual que los adultos, empiezan a acumular síntomas de cansancio y secuelas de un tiempo complicado por la preocupación por los demás y la tensión de tener la enfermedad tan cercana. Los jóvenes que están completando sus procesos de maduración necesitan hoy un especial acompañamiento. En el nuevo paradigma en el que nos encontramos, ante la grave situación de destrucción de la biosfera, de injusticia social y de tendencia a la deshumanización del ser humano, el cuidado puede ser la solución para definir actitudes fundamentales hacia la realidad que Dios nos ha regalado. El cuidado supone una responsabilidad, un «compromiso afectivo con el otro» dice Leonardo Boff en su libro El cuidado esencial. Para Boff el cuidado es una actitud fundamental, «un modo-de-ser mediante el cual la persona sale de sí y se centra en el otro con desvelo y solicitud».
Así, proponemos un cuidado que atienda a las tres dimensiones del ser humano: la dimensión corporal, la dimensión espiritual y la dimensión utópica. Cuidando estas dimensiones sistémicamente es posible poder atender mejor a la complejidad del ser humano y su papel en esta realidad que nos ha tocado vivir en los últimos años. Atender la dimensión corporal de los jóvenes implica una confianza necesaria que debe ser construida en la cercanía, donde los diálogos y gestos de cuidado se erijan sobre los cimientos de una aceptación incondicional. Algunos de los gestos de cuidado pueden ser:
- Dedicarles tiempo, no para hacer cosas con ellos, sino para simplemente estar. En la rutina diaria no siempre es fácil detenerse para disfrutar de la presencia de la otra persona. Sin embargo, esos momentos son indispensables para establecer relaciones profundas y duraderas, de mutuo cariño. Charlar, reír, llorar, narrar, contemplar o simplemente estar son aspectos fundamentales para una corporalidad sana que se abre en diálogo con el otro.
- Proveernos de experiencias gratificantesadaptadas a las limitaciones de la pandemia. Reunirse y comunicarse en las relaciones de amistad, compartir acerca de lo que sucede y los procesos que se están viviendo promueve el bienestar al solidarizarnos y empatizar con el otro en sus preocupaciones. Conectar con los otros, o favorecer espacios de conexión entre jóvenes promueve también la resiliencia para seguir afrontando lo más sanamente estos momentos. Implicarse en actos solidarios, «hacer algo por los demás», predispone a salir de uno mismo de forma gratificante y confiada. Recuperar los voluntariados o reforzarlos puede fomentar el sentimiento (y la realidad) que desde su-ser-joven está produciendo un impacto en la vida de otra persona.
El cuidado de la dimensión espiritual se puede centrar en el cultivo de la «trascendencia del ser humano», es decir, su deseo de ir más allá de sus propios límites, encontrándose con el otro y con el Otro. Para ello debemos partir del interior dejando espacio para asombrarnos de la belleza de este mundo y dejarnos habitar por ella. Algunas experiencias de cuidado junto con los jóvenes de la dimensión espiritual pueden ser:
- Hacer silencio, vaciar el cerebro, relajarse y reducir la ansiedad y el estrés.
- Disfrutar juntos de la naturaleza. Asombrarnos de su belleza y su capacidad de ofrecer vida y crecimiento.
- Caminar conscientes del movimiento de nuestro cuerpo en el movimiento del universo.
- Dejar vacío el interior para que Dios nos habite en un instante a través de la quietud.
- Experimentar con ellos la Gratuidad de Dios, en el cariño del otro o en un gesto de amor.
RPJ Nº 553 RECREAR EL CUIDADO – Silvia Martínez CanoDescarga aquí el artículo en PDF
Para hacer crecer la dimensión utópica necesitamos aprender a compartir nuestra visión de futuro. Para ello podemos cultivar la capacidad de los jóvenes de hacer frente a la vida. Esa capacidad está enraizada en el impulso constante de Dios por abrir nuevos horizontes a la humanidad que se expresa en la energía y los lenguajes novedosos de los jóvenes. Para ello podemos:
- Establecer diálogos soñadores, que implica no infravalorar sus deseos y sus sentimientos ni despreciar sus miedos y bloqueos a la hora de enfrentar el futuro.
- Acompañarlos en el camino de aprender a tolerar las frustraciones. Darles herramientas para asumir los cambios y las pérdidas y adaptarse a las nuevas situaciones sin perder sus objetivos.
- Desarrollar con ellos herramientas para autorregularse, aprendiendo a identificar sus estados emocionales, el porqué de su comportamiento e impulsos.
- Ser referencia, modelo de adulto, ayudándoles a saber qué hacer para crecer personalmente.
- Apoyándolos y acompañándolos en los retos, éxitos y fracasos.
- Animándolos a expresarse de manera creativa no solo para expresar sus pensamientos y emociones, sino para proponer formas nuevas de hacer y de ser.
En la dimensión utópica se concilian la dimensión corporal y la espiritual. Juntas alientan el deseo constante de abrirse a nuevas perspectivas que concretan el Reino de Dios aquí y ahora. Mediante el cuidado a los jóvenes recuperamos el valor intrínseco de la realidad, desapareciendo su valor utilitarista y haciendo más presente la presencia de Dios entre ellos.
TEXTO DESTACADO
Proponemos un cuidado que atienda a las tres dimensiones del ser humano: la dimensión corporal, la dimensión espiritual y la dimensión utópica
Podemos cultivar la capacidad de los jóvenes de hacer frente a la vida
Mediante el cuidado a los jóvenes recuperamos el valor intrínseco de la realidad
Te interesará también…
Newsletter
últimos artículos
JESÚS Y LA ESPERANZA ECOLÓGICA – Pedro José Gómez Serrano
JESÚS Y LA ESPERANZA ECOLÓGICA Descarga aquí el artículo en PDFJESÚS Y LA ESPERANZA ECOLÓGICA pjgomezs@ccee.ucm.es Sería anacrónico pensar que Jesús tenía una conciencia ecológica como la que puede existir en estos momentos en nuestra sociedad y no tiene sentido hacer...
SOLILOQUIO DE MARÍA – Fernando Negro
Fernando Negro Miro hacia atrás y me siento parte agradecida del misterio de la acción de Dios en mi vida. Lo entiendo todo y a la vez no entiendo nada. Lo entiendo todo porque he sido capaz de guardar dentro de mí el misterio de un Dios que se me hizo el encontradizo...