A lo largo de todo el camino presinodal se ha constatado cómo la Iglesia católica ha optado por llevar a cabo iniciativas estratégicamente pensadas para, finalmente, hacerse próxima al mundo juvenil y, desde él, poder discernir aspectos cruciales para su tarea evangelizadora. Grosso modo se ha logrado:
- Conocimiento de la cultura juvenil en una pluralidad de contextos. Ubicados en un tejido social concreto, jóvenes de todo el mundo han tenido la oportunidad de expresar lo que quieren para sus vidas y para la Iglesia. Las respuestas abarcan actitudes que van desde el compromiso con la institución a la indiferencia o rechazo. A nivel cultural, en el universo del joven de hoy, destaca «la influencia del proceso de globalización» (IL 8) y la necesidad de «una investigación más profunda sobre la relación entre la cultura juvenil y la moral familiar» (IL 13).
- Disposición adecuada para discernir desde la fe cristiana valores y contravalores de la cultura juvenil. Más allá de ver, reconocer con la mirada del discípulo misionero el punto de partida del joven actual y aquello que viven las comunidades eclesiales presentes entre los jóvenes de todo el mundo (cf. IL 3).
La metodología pastoral de ver–juzgar–actuar arranca de unos datos sociológicos que se desean considerar para conectar la fe con la vida concreta. Se trata de una metodología inductiva con una fundamentación de partida en las ciencias sociales. «Al traducir en realizaciones concretas los principios y las directrices sociales, se procede comúnmente a través de tres fases: planteamiento de las situaciones; valoración de las mismas a la luz de aquellos principios y de aquellas directrices; búsqueda y determinación de lo que puede y debe hacerse para llevar a la práctica los principios y las directrices en las situaciones, según el modo y medida que las mismas situaciones permiten o reclaman. Son tres momentos que suelen expresarse en tres términos: ver, juzgar, actuar» (Juan XXIII, Carta Encíclica Mater Magistra, 236). Esto, que antaño se ha valorado muy positivamente, da paso hoy al subrayado de una contemplación creyente de la realidad. Hoy, para evangelizar y ser evangelizados, hemos de mantener al día nuestras lecturas creyentes y esperanzadas de la realidad. Instrumentum Laboris lo expresa así: «Reconocer: la Iglesia en escucha de la realidad», señalando para la evangelización, en la cultura de la imagen y la cultura de la apariencia, la necesidad de capacitarse para la escucha y ser escuchados.
- Una alianza entre los sujetos protagonistas: jóvenes profetas y ancianos sabios (cf. Joel 3,1ss). ¿Osamos decir que la voz que resonará del Sínodo va a proceder de jóvenes profetas y ancianos sabios? ¿Será posible, a partir de esa voz armónica, «sintonizarse con la acción del Espíritu en auténtica obediencia espiritual» (IL 2)? Si esto fuese así, la Iglesia experimentará una salida de sí portadora de la alegría.
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