Quédate, corazón, que te necesitan entero las personas que me rodean y las cosas que me ocupan.
Quédate, humaniza mi mundo, que sin ti me endurezco.
Quédate como estás, flotando en el aire, ansiando volar, unido apenas por un hilo a este cuerpo torpe destinado a anclarse a la tierra.
Quédate un poco más aún, que te necesita entero el presente. Te retengo, henchido de futuro, leve, soñador, viajero, te amarro y te impido el vuelo.
Quédate, corazón, pero no pierdas el gas que te mantiene inquieto. Porque nos hará falta cuando llegue el día, ese maravilloso día, en que se me permita cortar el cordel y dejarte ir alto, muy alto y muy lejos, para que atravieses el mundo y me llenes al fin todos los huecos.