Iñaki Otano
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?”. Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido”. Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga”.
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia. (Lc 3, 10-18)
Reflexión:
La gente que acudía a Juan Bautista, los publicanos que iban a bautizarse y también algunos militares le preguntaban: ¿Qué hacemos nosotros? ¿Qué tenemos que hacer?
La respuesta de Juan, que prepara la venida del Señor, es muy realista: no se trata de viajar a otro planeta donde no hay ninguna dificultad, ni tampoco se trata de no hacer nada hasta que lleguen tiempos mejores… Si para vivir el amor plenamente estamos siempre esperando el cambio de circunstancias, en realidad estamos buscando pretextos para permanecer en el sueño. Entonces Juan dice: tú debes responder a Dios y a su amor en tus circunstancias diarias actuales:
– Si tienes para dar de vestir y de comer a algunos que necesitan ahora, para ayudarles no debes esperar al momento ideal en que la sociedad sea más justa o todas las personas sean solidarias… Trabaja activamente por una mayor justicia y solidaridad, pero empieza ya a dar de vestir y comer…
– Si, como en el caso de los publicanos, tienes la posibilidad de aprovecharte de tu puesto para abusar de la gente y hacerte rico a costa de los demás, que no te sirva como pretexto que “todos lo hacen”. La buena noticia para ti y para las víctimas de la injusticia será la honradez en los negocios.
– Si tenéis la responsabilidad de proteger a los ciudadanos, no empleéis vuestra autoridad o vuestra fuerza para maltratar o para extorsionar. Haced de vuestra profesión un servicio a la paz y al entendimiento de las personas.
Estos ejemplos que el evangelio esboza hoy, nos orientan a tomar en serio lo que debemos hacer cada día. En nuestras manos está que nuestro modo de actuar se convierta en un servicio y en una fuente de alegría para nosotros y para los demás, o bien, al contrario, en un engaño constante y, por tanto, en una fuente de amargura.
Todos los días podemos comprobar que se experimenta una alegría auténtica cuando se trata de superar el propio egoísmo. Los que dedican su vida a poner en práctica la solidaridad con los necesitados y a trabajar por la reconciliación experimentan la alegría evangélica. Sin duda, se deriva más alegría de la ternura que de la arrogancia.