¡QUE SE ME PARALICE LA MANO DERECHA SI…! RPJ 559 Descarga aquí el artículo en PDF
Óscar Alonso
«SARAOS» PASTORALES CON JÓVENES: UN POZO COLMADO DE EXPERIENCIAS Y ASOMBRO
Cuando vi que este número de la revista estaba centrado en torno a las propuestas y las experiencias fundantes me vino sin querer a la memoria aquello que dice el salmista en el salmo 137: «si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha» (Salmo 137,5). Y por qué digo esto: porque los que somos hijos de la pastoral juvenil de los años 80 y 90 no podemos menos que agradecer tanto bien recibido, tantas invitaciones a participar en un sinfín de iniciativas, convivencias, retiros, ejercicios, campamentos, campos de trabajo, peregrinaciones, pascuas juveniles… y no hacerlo sería, en palabras del salmista, como olvidarnos de Jerusalén.
La pastoral juvenil es a los «saraos» pastorales (y digo «saraos» con el mayor de los cariños) lo que la fe cristiana al Señor Jesús. Y es que a Jesús le gustaban los saraos como nos gustan a nosotros y como les encantan a los jóvenes de todo tiempo. Jesús comenzó con las bodas de Caná, se reunía en torno a la mesa con mucha gente (incluso no de mucho prestigio ni bien vista) y al encarar sus últimos momentos pidió a sus amigos que prepararan una mesa para celebrar juntos la pascua. La mesa, la fiesta, el baile, los cantos… unen, alegran y generan un ambiente en el que es fácil olvidar todo lo demás y disfrutar de la amistad y del gusto del encuentro con los demás.
En la pastoral juvenil es fundamental el itinerario, la planificación, la estrategia, la conexión con el resto de la comunidad cristiana, unos buenos acompañantes, unos pastores enamorados del Señor y al servicio de los jóvenes de hoy, los espacios, los tiempos… pero, sobre todo, es fundamental un caudal continuo y continuado de experiencias fundantes, de esas que poco a poco van mucho más allá de las emociones, horadando la superficie y en algún momento terminan por tocar el corazón. Como todo en la vida, no vale cualquier propuesta, a menudo menos es más y en muchas ocasiones lo primero en la intención ha de ser lo último en la ejecución.
Es fundamental un caudal continuo y continuado de experiencias fundantes, de esas que poco a poco van mucho más allá de las emociones
Algunos peligros del torrente de propuestas para los jóvenes
«Lo poco agrada y lo mucho cansa» dice el refranero español. Algo así creo que puede resumir este apartado sobre los peligros de la cantidad de propuestas que llegamos a presentar a los jóvenes en nuestras pastorales. Si las cosas no están bien fundamentadas y ubicadas dentro de un itinerario formativo bien planificado (y mejor evaluado), corremos el riesgo de que los jóvenes terminen consumiendo, también, iniciativas pastorales. Ese no es, desde luego, el objetivo de una buena pastoral juvenil: el primer gran objetivo es que puedan participar en propuestas preparadas para ellos y que en estas propuestas haya toda una progresión de inmersión en lo que queramos que vivan, dejando por supuesto que la Gracia haga su trabajo e inspire en cada joven lo que sea necesario.
Otro de los peligros de proponer demasiadas iniciativas a los jóvenes es que entre ellos se genere una especie de competición a ver quién participa en más cosas. No es este el objetivo tampoco. Lo que perseguimos es que aquello que se les propone sea verdaderamente importante y significativo en su vida. Amontonar acreditaciones de encuentros sirve para poco si no hay acompañamiento ni se propicia el adecuado discernimiento.
En tercer y último lugar, creo que otro de los peligros del peregrinar de unas propuestas a otras sin más es el de quemar etapas y acabar aborreciendo lo que se les propone. Decía san Ignacio que «no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y el gustar de las cosas internamente» (EE 2), es decir, el objetivo no es que en dos telediarios ellos se conviertan en guías, monitores y catequistas de otros, sino en que crezcan por dentro y conozcan siempre más y mejor al Señor Jesús.
Que lo que les propongamos esté muy bien fundamentado
Algunos imprescindibles que no deberían faltar nunca en aquellas iniciativas que propongamos a nuestros jóvenes
Hace unos días recordábamos con emoción y mucho cariño, con nostalgia y agradecimiento, al obispo Toni Vadell, un enamorado de los jóvenes, un hombre que hablaba con el cuerpo, con la mirada, con los gestos… y, a veces, con las palabras. Él decía muchas veces que lo importante no era entenderlo todo, sino confiar mucho. Y querer caminar sin entenderlo todo, confiados en aquel que nos ha llamado.
El primer imprescindible es, por tanto, proponer experiencias que generen en los jóvenes no solo certezas, que está muy bien, sino también la posibilidad de enseñarles a dudar y a vivir con las propias dudas. Y confiar. Confiar mucho en el Señor. Adquirir en esas experiencias esa dinámica evangélica que nos invita antes a aceptar que a entender. Y eso requiere que lo que les propongamos esté muy bien fundamentado y no sea solo elucubración y admisión de principios inentendibles (e inasumibles) para la propia vida.
El segundo imprescindible tiene que ver con cinco dimensiones, cuatro ámbitos, tres relaciones y un compromiso. Cualquier propuesta pastoral para los jóvenes debe, bajo mi punto de vista, estar alineada en estas cuatro coordenadas:
- Tener presente las cinco dimensiones del joven (biológica, emocional, intelectual, social y existencial) y trabajar todas de modo equilibrado, algo para lo que se requiere formación, experiencia y una sana y cuidada vida interior.
- Generar experiencias relacionadas con los cuatro ámbitos (propios de la catequética fundamental) que determinan que nuestras comunidades son comunidades cristianas, es decir: el anuncio, la vida comunitaria, la vida de oración-celebración y la caridad para con los más vulnerables.
- Buscar que en todas las propuestas se trabaje la relación con uno mismo, la relación con Dios y la relación con el prójimo. Tres relaciones que nos construyen como seres humanos al estilo de Jesús.
- Por último, todo lo anterior tiene una clara consecuencia en la vida de los jóvenes: es el compromiso por la justicia, una consecuencia natural del seguimiento de Jesús y expresión viva y cotidiana de la fe cristiana encarnada en las circunstancias que nos toca vivir en cada momento.
Las propuestas pastorales para nuestros jóvenes, planificadas desde estas dimensiones, ámbitos, relaciones y compromiso están bien fundamentadas, cuidan los procesos, acompañan la vida de los jóvenes y van generando en ellos una experiencia de Dios y de Iglesia que perdura en el tiempo.
El tercer imprescindible, como diría Toni Vadell, es que todas las propuestas persigan que los jóvenes se enamoren del Señor Jesús. El fin de las propuestas de pastoral juvenil no es que seamos muchos, no es que movamos a muchos, no es que justifiquemos lo bien que hacemos las cosas en nuestra comunidad… el fin de todas ellas es que conozcan más y mejor al Señor y se enamoren de él, «que toda su vitalidad, fuerza, energía, preocupaciones, ilusiones y proyectos nazcan de haberse sabido profundamente amados por el Señor y respondan con toda su vida y entrega».
El fin de las propuestas de pastoral juvenil es que conozcan más y mejor al Señor y se enamoren de él
Por último, el cuarto imprescindible es el de ir al centro, no quedarnos en nuestra propia periferia y proponer a los jóvenes todo tipo de iniciativas que les permitan conocerse en profundidad, sentirse habitados o deshabitados, saberse templo del Espíritu, reconocerse en su historia personal con el Señor y conocer qué quiere el Señor de ellos. Propuestas en las que se descubra y experimente el silencio, la contemplación, la interioridad trabajada de mil modos, la alabanza, la adoración, la lectura serena… el discernimiento y el compartir vida y milagros desde lo que fluye por dentro, en el hondón de cada joven.
« Saraos » pastorales con jóvenes: un pozo colmado de experiencias y asombro
Confieso que me admira la cantidad de iniciativas que hay para los jóvenes en nuestras comunidades. Confieso también que tengo algún pero cuando veo algunas o cuando leo sobre alguna de ellas. Me gustaría poder conocer más en profundidad para poder opinar públicamente sobre ellas. Aunque creo que sí puedo decir que toda propuesta (dentro de un itinerario, por supuesto) que no termine en descubrir y encarnar a ese Señor Jesús rezado, celebrado, cantado, adorado, alabado… en la vida cotidiana y en el compromiso por la justicia a mí me parecerá pobre y poco fecunda.
La opción por ser sal y luz no existe: el Señor afirma que «somos sal y somos luz». No es algo que podamos o no hacer, es algo que nos constituye. Del mismo modo el compromiso con los anawín de nuestro mundo no es una opción: constituye un elemento fundamental de nuestro ser discípulos de Jesús. Es algo determinante en la vida cristiana vivir entregado y a los pies de los más vulnerables y excluidos.
El papa Francisco, en la exhortación Cristus Vivit, afirmaba que debemos proponer a los jóvenes experiencias perdurables de fe. Para mí, estas experiencias perdurables de fe son poder asistir a alguna eucaristía diaria, reservar un tiempo de calidad para la oración personal, asistir a alguna oración/celebración comunitaria semanal, conocer otras comunidades cristianas y confraternizar con ellas, las acciones sociales cotidianas y, por supuesto, asistir a encuentros, convivencias, jornadas, peregrinaciones y retiros apropiados para las diferentes edades de los jóvenes, propuestas que exigen una programación razonable y un acompañamiento personalizado.
Todas estas propuestas pueden ser fundantes y determinantes para miles de jóvenes porque realmente constituyen un pozo colmado de experiencias y asombro porque el Señor siempre nos sorprende cuando nos dejamos hacer. Los jóvenes, como dice el papa Francisco, tienen sed de horizontes. Y todo lo que les proponemos debe hacer posible que esa sed de horizonte sea colmada y sobrepasada.
Los jóvenes, como dice el papa Francisco, tienen sed de horizontes.