QUE SE HAGA SU VOLUNTAD RPJ 560Descarga aquí el artículo en PDF
Almudena Escrig
almudenaescrig@escolapiosemaus.org
Día a día ponemos a prueba nuestra fe y nuestra vocación, tanto personal como profesional. Hay días que nos acecha la pereza y la desilusión, los problemas físicos y mentales, y podemos llegar a colapsar. Es ahí cuando debemos parar, pero ni la sociedad nos lo permite ni nosotros nos damos ese gusto. ¿Entonces, cómo seguimos adelante?
Respondiendo a la pregunta de cómo seguimos adelante, la respuesta más clara y difícil de entender es: teniendo fe. Fe en que Dios escribe recto con renglones torcidos, en que nos da una de cal y otra de arena, y en que nunca nos va a poner cruces mayores de las que podemos sostener, sabiendo que Él carga con la mayor cruz de todas.
Me viene a la mente Tomás, que si no veía y no metía las manos en las llagas de Jesús no creía. Nosotros, durante el día, somos como ese apóstol: queremos todo aquí y ahora, y si no es así y no lo vemos, perdemos la esperanza. La fe es ese don que nos ayuda a sanar, a madurar, a crecer, y, sobre todo, nos hace libres; somos Tomás, pero también somos Juan, estando al pie de la cruz y aceptando todo lo que tenga que venir, confiando y acompañando a María, camino directo hacia Jesús.
Muchas veces me he preguntado cómo pueden vivir las personas que no tienen fe, que viven por vivir, sin un aparente sentido ni una meta. Tengo clarísimo que nuestros padres nos dan la vida con la misión de llevarnos al cielo. Después, cuando aceptamos la vocación que nos corresponde, es misión del esposo y de la esposa llevarse mutuamente al cielo. Ese es nuestro por qué y la gran meta de la vida, que no vemos, pero está ahí.
No sabemos qué pasará mañana ni tenemos la certeza de si se cumplirán todos nuestros sueños y anhelos, pero sí sabemos que, mediante la fe y la oración, las cargas son compartidas y dejamos todo en sus manos, para que se haga su voluntad y no la nuestra.
Con toda el alma.