«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Seguramente sea una discusión eterna, la disyuntiva entre la ortodoxia o el sentido práctico lleva instalada en el cristianismo desde hace siglos y no va a parar. Fundamentalmente porque somos humanos, es decir finitos, y en nuestro deseo de abrir las puertas al Amor de Dios — que es infinito—, la manera de acercarnos a Él cambia.
Suele ser el texto de hoy una justificación que dan los “prácticos” para reinterpretar ciertas cuestiones de la doctrina y seguramente tienen parte de razón pero, ¿cómo saber qué es bueno y malo para reinterpretar la doctrina?, ¿en qué momento podemos saber que no es nuestro deseo personal el que habla sino que también escuchamos a Dios? Solo a través de las Escrituras y la oración. Y es que tanto los unos como los otros buscamos abrirnos al Padre. Aunque los caminos sean algo distintos, la meta es la misma: acercarnos al Reino de Dios.
La eternidad de esta discusión implica que la Iglesia está viva como Pueblo. Firme sobre la roca que representan la Biblia y su historia, pero compuesta por gente de hoy que vive la fe en su realidad distinta a la de hace 2000 años. Mantengamos las discusiones, pero recordemos siempre que somos hermanos.
Pelayo Arnedo Fernández