Este mes trabajo en Donostia y estoy peregrinando por diferentes iglesias y misas. El pasado fin de semana acudí a la iglesia de Iesu. Y me agradó mucho, tanto por la hermosa y diáfana arquitectura de Rafael Moneo, como por la claridad del sermón.
El Evangelio que se leyó es aquel en el que Jesús invita a Simón y Andrés a seguirle. En la homilía el cura puso el acento en la vocación. Resumidamente, lo que dijo fue que la vocación ha sido muchas veces mal entendida/explicada. No es a la vida religiosa únicamente. Es universal, para todas y todos. Jerarquías y clericalismos son obstáculo para entenderla en profundidad. La amplitud de la llamada supera nuestros planos mentales.
Esa llamada a la vocación, es a ser personas. Desarrollarte desde como Dios te ha creado, para desde eso, dar fruto para los demás. No necesitamos muchas cosas para ser persona: con lo que somos es suficiente. Solo desde nuestra mejor versión daremos los frutos a los que estemos llamadas.
Al menos esto es lo que entendí mientras admiraba esa cruz formada en el techo de la iglesia. Ahora lo complicado: de lo abstracto, a lo concreto…