PUNTO NEGRO (EL) – Joseph Perich

Joseph Perich

Un profesor universitario entrega a sus alumnos una hoja para el examen.

Se trata de una hoja en blanco que tiene en el centro un punto negro.

Viendo la cara de sorpresa de sus alumnos, el profesor les dice:                                    

-Ahora van a escribir una redacción sobre lo que están viendo.              

Terminado el tiempo, el profesor recoge las hojas, y comienza a leer las redacciones en voz alta.

Todas, sin excepción, se referían al punto negro de diferentes maneras.

Terminada la lectura, el profesor les dijo: 

-Ninguno de vosotros habló de la hoja en blanco, todos centraron su atención en el punto negro. Esto mismo pasa en nuestra vida, en ella tenemos una hoja en blanco entera, para ver y aprovechar, pero nos centramos en los puntos negros: el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero o de trabajo, la difícil relación con un familiar, la decepción con un amigo…Los puntos negros son mínimos en comparación con todo lo que diariamente obtenemos, pero ellos ocupan nuestra mente, en todo momento.

¡Quiten su atención de los puntos negros, aprovechen cada momento de dicha o suerte que el nuevo día nos da, tranquilícense y sean un poco más felices!

REFLEXIÓN:

Antonio,  padre de familia de 55 años y de profesión pintor, un día que se encontraba subido en un andamio pintando una fachada en una urbanización de Blanes cayó desde la altura de un segundo piso, y quedó gravemente herido, tendido en el suelo durante unos minutos, hasta que pasó un  vecino, un niño alemán de 10 años. El accidentado puedo pronunciar las palabras «ambulancia» y «hospital», que el niño no comprende pero intuye. Sin ningún adulto cerca y con la ayuda de su móvil consigue la rápida llegada de una ambulancia, no dejó de estar en todo momento al lado del accidentado, al que reconfortaba cogiéndole  la mano. Antonio expiró a los pocos minutos.

De noche fui a la casa del difunto, a Valldolig, para acompañar a los familiares en el duelo. Podemos imaginar el grado de sufrimiento de la esposa, los hijos, los abuelos, los hermanos… Pero a lo largo de la conversación me contaban, como un secreto maravilloso, la oportuna presencia del niño haciéndole compañía en la agonía. Para ellos era como si hubiera sido un ángel bajado expresamente del cielo para confortar al esposo, al padre…

¡Qué prodigio, qué don! Ser capaces, con lágrimas en los ojos, de sentir ternura, de ver un rayo de luz, emergiendo como por arte de magia en el luctuoso, inesperado y dramático trance de Antonio. Como si las «espinas»  los hubieran hecho ver la belleza de la «rosa».

«Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta y gozamos poco por lo mucho que tenemos» afirma juiciosamente Shakespeare.

Y es que para «vivir» no hay que esperar que pase la tormenta, se debe aprender a cantar y a bailar bajo la lluvia. Una sonrisa no significa ausencia de problemas sino la “habilidad” de ser feliz por encima de ellos.

A la salida de un hospital, después de visitar a un familiar, el pariente muy emocionado expresaba: «¿Por qué pedir salud mientras voy andando, si otros sonríen y no tienen pies?».

Hace dos mil años que Alguien se atrevió a proclamar a los cuatro vientos:«Bienaventurados los que lloran, ellos serán consolados». Y es que sólo con lágrimas en los ojos, porque amas «a fondo perdido», puedes saborear una armonía y una paz interior que no podrías comprar con todo el oro del mundo. No basta con ser coherente, solo seremos creíbles como cristianos si desde un amor crucificado, sabemos leer o ver la mano de Dios.

Que en el examen final de nuestra vida consigamos mejor nota que la de aquellos estudiantes atraídos o absorbidos por el «punto negro». La esperanza nos dice al oído que superar esta prueba podría apagar esa sed de felicidad nunca alcanzada y siempre deseada.

¡Si tenemos «sed» es que existe «el agua»!