PROGRAMAS DE APOYO ESCOLAR PARA NIÑOS/AS Y ADOLESCENTES
Juan Carlos de la Riva
https://www.itakaescolapios.org/
La educación no formal es una oportunidad privilegiada para el encuentro tú a tú entre jóvenes. Por eso en muchos de nuestros procesos pastorales, y en concreto desde el Movimiento Calasanz y Fundación Itaka–Escolapios, desde donde hablamos, surgen los equipos de voluntariado para acompañar niños/as y adolescentes en sus tareas escolares.
Más allá de un apoyo técnico y académico, los momentos de refuerzo educativo se convierten en verdaderos acompañamientos emocionales en los que niños/as y jóvenes saben que no están solos en el camino de sus vidas, sea cual sea su situación y contexto familiar o social. La pandemia ha ampliado brechas económicas y sociales, y los más jóvenes reflejan a su manera estas desigualdades crecientes. A través de un servicio educativo, nuestra asociación puede intervenir en sus itinerarios vitales ayudando a su equilibrio emocional y detectan necesidades educativas, familiares o sociales.
Os presentamos tres testimonios de voluntarios/as en programas de diferentes ciudades: Granada, Sevilla y Pamplona.
Carmen Sánchez Noguera, Granada
Formo parte del voluntariado de Trastévere en el colegio de Escolapios Cartuja de Granada, un proyecto en el que se ofrece apoyo escolar y acompañamiento a chavales y chavalas de las etapas de Infantil, Primaria y Secundaria. El colegio se encuentra en una zona de exclusión social y a menudo nos encontramos con realidades muy duras.
Estoy en la clase de Infantil, donde el principal papel que tenemos las voluntarias/os es dar cariño a los niños y niñas que pasan la tarde con nosotras, hacerles sentir que son importantes, porque lo son, y no dejar que lo olviden. Las circunstancias de muchos/as son muy complicadas y nuestra función es ofrecerles un lugar seguro para ellos y ellas, donde sientan que pueden ser ellos mismos sin miedo a nada ni a nadie.
Ser voluntaria me enseña cada día que poner mi granito de arena es importante y que el mundo puede cambiar si cada uno/a pone el suyo. Cuando estoy con los niños y niñas de Trastévere siento que mi vocación de ayudar se afianza un poquito más y a veces pienso que aprendemos mucho más nosotras que los propios niños/as.
Loli Utrera Camacho, Sevilla
¡¡¡Hola!!! Soy Loli Utrera Camacho, estudiante en el grado de Educación Primaria en la US. Este año decidí unirme al proyecto Trastévere organizado por Itaka–Escolapios como voluntaria. En este proyecto, los voluntarios ofrecemos apoyo escolar a niños y niñas de educación primaria, de todas las edades, desde primero de primaria hasta sexto de primaria.
En mi caso, suelo estar con un grupo de tres niñas, dos de ellas de tercero de primaria y una de cuarto de primaria. Siempre voy ilusionada, con ganas de verles, pensando qué pasará esa tarde, habrá risas, aprenderemos juntos, unos de otros, o si habrá enfados y se pedirán disculpas, lo que se convertirá en otro reto más que superar ayudándonos y apoyándonos.
Para mí, formar parte de este proyecto como voluntaria, es una gran oportunidad para dedicar mi tiempo a lo que más me gusta, que es enseñar a los/as niños/as, pero, sobre todo, para crecer como persona. Cada día que asisto al voluntariado, los/as niños/as pueden aprender muchas cosas que les enseño, pero los aprendizajes que me llevo gracias a ellos/as son mayores. Los/as niños/as tienen mucho que aportar, sus vivencias, sus formas de pensar, sus comportamientos, necesitan contar y sentirse escuchados. Al llegar, tan solo con ver sus caritas y preguntarles cómo están, ya dan rienda suelta a que te cuenten qué les ha pasado por la mañana en el colegio, expresen sus emociones, que es muy importante para ellos/as.
Me siento muy orgullosa de ser voluntaria, de poderles enseñar y que puedan aprender de mí todo lo posible. Sentir que realmente mi ayuda es necesaria y pensar que puedo ayudar un poquito más en la construcción de sus aprendizajes.
Muchas veces cuando nos planteamos llevar a cabo un voluntariado, buscamos incluso en otro país donde sabemos que se necesita mucha ayuda, pero pienso que si observamos a nuestro alrededor, en lo más cercano a nosotros/as, se puede necesitar de nuestra ayuda y no darnos cuenta.
Poder formar parte de este proyecto y aportar mi granito de arena me hace sentirme una persona afortunada.
- Ser voluntaria me enseña cada día que poner mi granito de arena es importante y que el mundo puede cambiar si cada uno/a pone el suyo
- Ser voluntaria me hace aprender acerca de situaciones, culturas, personas, dificultades
Poder formar parte de este proyecto y aportar mi granito de arena me hace sentirme una persona afortunada
Descarga aquí el artículo en RPJ 550 – Programas de apoyo escolar para niños y adolescentes
Esti Molinuevo, Pamplona
Hace un tiempo, cuando me propusieron formar parte de Ikaskide, no imaginaba todo el aprendizaje y crecimiento que supondría para mí. Empecé en txikikide, cuidando bebés, para que sus madres pudieran asistir a clases de castellano. La imagen que tenía era de dar mi tiempo por algo bueno y necesario. Sin embargo, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que ser voluntaria ha supuesto mucho más para mí.
Este curso estoy en secundaria, normalmente en 3º y 4º, pero en ocasiones también en 1º y 2º. Es una edad complicada, ya que los/ chavales/as están en plena adolescencia, y más aún teniendo en cuenta otras problemáticas (económicas, familiares, lingüísticas, sociales, etc.) que pueden traer consigo. Ni qué decir de la Covid.
El plan de la tarde es un rato de estudio, en el que los/as jóvenes llevan a cabo sus tareas del instituto o grado, y los/as voluntarios/as ofrecemos apoyo en dudas que puedan surgir. En este sentido, los/as chavales/as de 3º y 4º pueden llegar a demostrar mayor autonomía a la hora de hacer sus tareas, lo que implica estar menos pendientes de ellos/as.
Sin embargo, considero que no solo ofrecemos apoyo escolar, sino que muchas veces establecemos un vínculo mayor, que permite crear la suficiente confianza para contar con nosotros/as en otros ámbitos de sus vidas. En mi caso (por la cercanía de edad), esa relación puede ser incluso de amistad. Creo que la existencia de esa calidez hace que todos/as nos sintamos más cercanos/as, y se difuminen los roles de voluntario–chaval, creando un ambiente de trabajo en el que todos/as aprendemos de todos/as, y nos ayudamos entre nosotros/as.
Por eso, hay veces en las que priorizamos las conversaciones con ellos/as a las tareas, porque las consideramos esenciales para su desarrollo social, por crear ambiente de respeto y confianza, y, sobre todo, porque somos conscientes de que muchos/as de ellos/as no pueden hablar de temas que les interesen o preocupen con otras personas.
En general, los chavales con los que comparto ratos agradecen esa implicación y el poder establecer relaciones beneficiosas, al mismo tiempo en el que yo lo agradezco también, porque me enseñan a relativizar, a ser agradecida y humilde, y a disfrutar del día a día.
Por otro lado, durante este curso hemos organizado también charlas, talleres o dinámicas referidas a la concienciación social, en fechas concretas (día para la eliminación de la violencia contra la mujer; día internacional para la erradicación de la pobreza; semana del 8M etc.), para poder educar también en conocimiento de las realidades y responsabilidad social. En estas sesiones, cada uno/a compartimos nuestras opiniones, dudas o inquietudes; debatimos sobre ellas; y aprendemos algo acerca del tema tratado. Creo que el hecho de que ellos/as se sientan promotores/as de cambio es muy beneficioso para su autoestima e integración.
Además de todo ello, este curso también tengo la suerte de poder estar dentro del equipo promotor de Ikaskide+. Es un equipo en el que varios/as voluntarios/as de los diferentes apoyos de Ikaskide nos juntamos para pensar y organizar ideas y actividades nuevas, que se salgan de la estructura académica, sobre todo para promover las relaciones entre los/as chavales/as y su autonomía. De esta manera, la intención es crear espacios socioeducativos, con un enfoque más lúdico, en el que los /as chavales/as disfrutan de la amistad, el ocio, y del desarrollo personal y social.
Al mismo tiempo, creo que juntarnos varios jóvenes para pensar en cómo mejorar los apoyos que damos, y compartir cómo nos encontramos, también es favorecedor para nosotros/as.
A raíz de esto (y a pesar de la Covid), hemos tenido la oportunidad de llevar a cabo algunas actividades «extraordinarias». Por ejemplo, los sábados nos vamos algunos/as chavales/as y voluntarios/as a jugar a baloncesto. La verdad es que nos lo pasamos genial, establecemos vínculos más fuertes, y es un rato en el que simplemente jugamos, hablamos y hacemos un poco el tonto, sin tener nada planificado ni nada que cumplir. De esta manera, intentamos reforzar los vínculos entre ellos/as, para que más tarde, puedan quedar por su cuenta, sin depender de las actividades programadas desde Ikaskide.
Por otro lado, también se ha creado el grupo Terranga (que significa hospitalidad/ acogida en wolof), en el que el objetivo es juntarnos gente joven, de entre 18–25 años (tanto personas que hayan recibido apoyo de Ikaskide, como voluntarios/as), para hablar, conocernos, identificarnos, compartir y disfrutar. Hemos comenzado, junto con otros grupos (de Hernani y Burdeos), un proyecto de interculturalidad y ocio, y, en la medida en que se pueda, intentaremos juntarnos para desarrollar algunas actividades.
En conclusión, creo en la misión socioeducativa de Ikaskide y ser voluntaria me hace aprender acerca de situaciones, culturas, personas, dificultades y, en cierto modo, crecer como persona.
Finalmente, como sabemos, la pandemia sí discrimina, y es evidente que ha tenido un impacto mayor en personas vulneradas o en riesgo de exclusión social. Por eso, creo que es fundamental el trabajo que hacemos, y creo que el año más difícil debe ser en el que más nos volquemos.
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