Programa SEPAS – Centro Arrupe

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SEPAS: SEMILLAS DE ESPERANZA PARA AMAR Y SERVIR

Programa Sepas Centro Arrupe

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Fue en 2014 cuando un grupo de laicos fuimos acogidos por la comunidad de jesuitas del Centro Arrupe de Valencia y nos aventuramos a dar los primeros pasos encaminados a poder ofrecer lo que hoy en día es el Programa Sepas. El Programa Sepas es un programa de acogida y acompañamiento para las personas que habéis padecido o padecéis dolor y sufrimiento derivados de una ruptura de pareja y que, a su vez, sentís la necesidad de ser aliviados de estos desde la esperanza de una vida más plena y desde la luz que proporciona una fe en Cristo.

La realidad de la Iglesia debe ser portadora de esperanza, de espacios donde nos juguemos la existencia, de rendijas desde las que se derramen a manos llenas luz y misericordia.

Desde esa perspectiva, en 2014, un grupo de laicos acudíamos desde diferentes vías al Centro Arrupe de Valencia, dependiente de la Compañía de Jesús, en busca de ayuda y acompañamiento para hacer frente a nuestras rupturas de pareja tras constatar, en carne propia, la escasez de acciones pastorales sobre estas situaciones en un entorno eclesial.

En esos años, y aún hoy en la actualidad, prácticamente no se suscitaban espacios y lugares para que, historias con rostro como las nuestras, pudieran mostrar miradas compasivas que posibilitaran una sanación de ese sufrimiento que conlleva la experiencia de la herida tras una ruptura de pareja.

Cinco años han hecho falta para dotar de personalidad a un instrumento eclesial como el Programa Sepas creado con la finalidad de abrir esos espacios y lugares de vida que faltaban en nuestra Iglesia.

Lo que parecía una absoluta quimera, hoy se ha hecho realidad. Sepas se ha configurado como un programa que acoge y acompaña de manera integral todos los aspectos derivados de los procesos que se ponen en funcionamiento tras una ruptura de pareja.

Han sido centenares las personas que se han acercado para tender puentes entre estas y la Iglesia y desde los cuales, poder compartir su fe y sus biografías personales a partir de la experiencia vivencial de la ruptura.

Y así, esa mínima rendija que abrimos en 2014 se ha podido replicar, hoy por hoy, en otras localidades. Alicante, Málaga, Teruel y Cuenca, entre otras, están haciendo posible que se dibuje esa Iglesia que quiere Francisco: aquella del «hospital de campaña», la que asume riesgos antes que quedar anquilosada por su inacción; esa Iglesia cálida que acoge con afecto a toda persona que llama a su puerta haciendo que su morada sea mucho más misericordiosa, madre y mediadora.

Somos conscientes de que nos faltan muchos retos por asumir, muchas vidas que acompañar; pero el Programa Sepas se felicita por haber podido mostrar el rostro de esa Iglesia que se acerca al doliente para hacer germinar en él semillas de esperanza; esas semillas que, con los lugares y desde los espacios adecuados, darán por fin, como fruto, en esa persona, el tan anhelado árbol del encuentro y la reconciliación.

Inmersa en una búsqueda constante, anhelaba encontrar personas en una situación similar a la mía con las que compartir la fe y la vida, un grupo de referencia. Y, de manera casual, alguien me habló de un grupo de separados que se reunían en Valencia al abrigo de los jesuitas. Y, en nada, me encontré desplazándome desde Teruel a Valencia para participar en las reuniones. Y encontré realidades diversas, procesos de separación que estaban en diferentes momentos, heridas profundas que tratábamos de sanar arropados por el grupo.

El buen ambiente, el compartir desde lo profundo, el enorme respeto por nuestras experiencias y por la vida de cada uno de nosotros nos ayudaron a sentirnos grupo, a confiar, a compartir, a estar en cada momento cerca de quien más lo necesitaba. Y, en medio de nuestra realidad, la presencia de Dios que le daba sentido a todo lo que acontecía. La Palabra que iluminaba la oscuridad de nuestro camino, que nos guiaba desde el sufrimiento de la separación hacia la reconciliación con el otro y con nuestra propia historia. Y la vida que, en este tiempo, seguía trayendo nuevas experiencias vitales que, en mi caso, iban a marcar mi vida más que la separación.

Y ahí descubrí que el grupo iba a ser un soporte fundamental, que habíamos tejido una red en la que apoyarnos y poder descansar la vida. Y entendí, después de casi dos años, que nada es casual. Que en aquella conversación inicial sobre un grupo de Sepas, era Dios quien estaba guiando mis pasos, que los hombres y mujeres con los que me encontré eran las personas adecuadas para recorrer este trocito del camino de la vida y que es Dios quien, con sus manos amorosas, nos sostiene para que las heridas vayan sanando y se transformen en huellas que nos ayuden a vivir sintiendo que la separación ya no es una carga sino una experiencia.

Sara

Descarga aquí el artículo en PDF   RPJ nº 536-mayo-2019 – Programa SEPAS – Centro Arrupe

 

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