Y todo transcurre de forma natural. Junto con el proceso madurativo del ser persona, vamos creciendo como creyentes, como seguidores… de aquel que nos atrae y nos atrapa. La sociedad de hoy está en continuo cambio, y nuestros jóvenes son los más sensibles a esos cambios, por ello en nuestras propuestas debemos convertirnos y transformarnos a sus situaciones y necesidades. Proponer procesos desde los jóvenes y para los jóvenes.
Para todo esto necesitamos de nuevos evangelizadores para recrear estos procesos vocacionales (recrear nuestra propuesta de acompañar en la direccionalidad de ser persona). La importancia que debemos de dar a la preparación, a la formación, al acompañamiento, al seguimiento y al trabajo conjunto a realizar con los responsables y animadores de los procesos que tengamos o pongamos en marcha. Y ahondando aún más, ¿nos lo acabamos de creer? No se puede contagiar nada que no se viva en uno mismo, es decir, se transmite lo que se lleva dentro. No se puede acompañar si no se es acompañado. No podemos invitar a una vivencia comunitaria si no vivimos esta experiencia. Los jóvenes necesitan de testimonios verdaderos y de referentes coherentes, vivir de una manera comprometida con lo que propongamos a los jóvenes.
Hemos recibido un regalazo… el regalo de poder ofrecer a las personas un proyecto de vida con sentido. La oportunidad de ser anuncio de la Buena Noticia sintetizada en las Bienaventuranzas y, al igual que la Samaritana, vivida por todos aquellos con los que Jesús se hace el encontradizo.
Por utilizar una metáfora muy representativa, podríamos decir que los procesos pastorales se dan como el orvallo o el sirimiri. El mensaje de Jesús no puede penetrar a base de chaparrones o subidones emocionales. Las aguas torrenciales de las fuertes lluvias no reposan en la tierra (por muy necesitada que esté). La importancia de mantener la humedad del entorno y la porosidad de la tierra es fundamental. Necesitamos crear ecosistemas, en los que la Buena Noticia vaya filtrándose en el humus de la interioridad de las personas.
El camino del seguimiento que vamos recorriendo tiene que ir tomando cierta profundidad en algunos momentos de este. La pertenencia, lo identitario nos va conformando… Qué importante es ir creando cada vez más adhesión al proyecto que vamos formando como creyentes, como grupo… como comunidad. En este campo la fórmula que nos corresponde es la creatividad. Ser originales, flexibles y únicos en nuestras respuestas.
Pongamos nuestras ilusiones, esfuerzos y, sobre todo, nuestros corazones en acompañar itinerarios que probablemente desemboquen en grupos en los que la misma comunidad sea la que proponga, impulse y acompañe. Recorridos que desemboquen en comunidades donde se participe de un mismo espíritu y se comparta la fe, el compromiso y, sobre todo, la Vida. Donde nos sintamos eslabones de una cadena que dé respuesta a las necesidades de la realidad en la que vivimos a través del compromiso con el que tenemos al lado.
Hemos sido elegidos para amar. Somos únicos, pero no estamos solos. Nos tenemos que sentir protagonistas de la respuesta a la sociedad actual que se nos presenta injusta, desacralizada y de falta de sentido por la vida. Somos esa semilla de esperanza y de alegría que germina en esta tierra.
Y todo transcurre de forma natural. Junto con el proceso madurativo del ser persona, vamos creciendo como creyentes, como seguidores… de aquel que nos atrae y nos atrapa. La sociedad de hoy está en continuo cambio, y nuestros jóvenes son los más sensibles a esos cambios, por ello en nuestras propuestas debemos convertirnos y transformarnos a sus situaciones y necesidades. Proponer procesos desde los jóvenes y para los jóvenes.
Para todo esto necesitamos de nuevos evangelizadores para recrear estos procesos vocacionales (recrear nuestra propuesta de acompañar en la direccionalidad de ser persona). La importancia que debemos de dar a la preparación, a la formación, al acompañamiento, al seguimiento y al trabajo conjunto a realizar con los responsables y animadores de los procesos que tengamos o pongamos en marcha. Y ahondando aún más, ¿nos lo acabamos de creer? No se puede contagiar nada que no se viva en uno mismo, es decir, se transmite lo que se lleva dentro. No se puede acompañar si no se es acompañado. No podemos invitar a una vivencia comunitaria si no vivimos esta experiencia. Los jóvenes necesitan de testimonios verdaderos y de referentes coherentes, vivir de una manera comprometida con lo que propongamos a los jóvenes.
Hemos recibido un regalazo… el regalo de poder ofrecer a las personas un proyecto de vida con sentido. La oportunidad de ser anuncio de la Buena Noticia sintetizada en las Bienaventuranzas y, al igual que la Samaritana, vivida por todos aquellos con los que Jesús se hace el encontradizo.
Por utilizar una metáfora muy representativa, podríamos decir que los procesos pastorales se dan como el orvallo o el sirimiri. El mensaje de Jesús no puede penetrar a base de chaparrones o subidones emocionales. Las aguas torrenciales de las fuertes lluvias no reposan en la tierra (por muy necesitada que esté). La importancia de mantener la humedad del entorno y la porosidad de la tierra es fundamental. Necesitamos crear ecosistemas, en los que la Buena Noticia vaya filtrándose en el humus de la interioridad de las personas.
El camino del seguimiento que vamos recorriendo tiene que ir tomando cierta profundidad en algunos momentos de este. La pertenencia, lo identitario nos va conformando… Qué importante es ir creando cada vez más adhesión al proyecto que vamos formando como creyentes, como grupo… como comunidad. En este campo la fórmula que nos corresponde es la creatividad. Ser originales, flexibles y únicos en nuestras respuestas.
Pongamos nuestras ilusiones, esfuerzos y, sobre todo, nuestros corazones en acompañar itinerarios que probablemente desemboquen en grupos en los que la misma comunidad sea la que proponga, impulse y acompañe. Recorridos que desemboquen en comunidades donde se participe de un mismo espíritu y se comparta la fe, el compromiso y, sobre todo, la Vida. Donde nos sintamos eslabones de una cadena que dé respuesta a las necesidades de la realidad en la que vivimos a través del compromiso con el que tenemos al lado.
Hemos sido elegidos para amar. Somos únicos, pero no estamos solos. Nos tenemos que sentir protagonistas de la respuesta a la sociedad actual que se nos presenta injusta, desacralizada y de falta de sentido por la vida. Somos esa semilla de esperanza y de alegría que germina en esta tierra.