Acción educativa y pastoral de proceso y de experiencias.
Dos rasgos fundamentales, quizá son dos facetas de una misma realidad, de nuestra acción pastoral es que suponga un proceso de experiencias. Me explico.
Una pastoral basada sólo en acciones puntuales sin conexión vale de poco: es necesario un proceso educativo que acompañe a la persona a lo largo del tiempo (ojalá toda la vida) ofreciendo experiencias significativas que toquen el corazón, la mente y la conducta. Han de ser experiencias escalonadas, vividas intensamente y reflexionadas, rezadas y compartidas, ganando en intensidad y siempre adecuadas al momento (ahí está el plus de un educador sabio), contrastadas con la propia vida…
El objetivo siempre es el encuentro personal con el Señor de la vida, con Jesús vivo a nuestro lado, que nos hace vivir plenamente y contagiar vida a nuestro alrededor. Y ese objetivo no se consigue solo con razonamientos, con explicaciones, con esfuerzos personales… sino, sobre todo, con experiencias de vida: un retiro espiritual, una celebración gozosa, el contacto con los pobres, el compartir tiempo y dinero, la vida en grupo, el acompañamiento personal, un proyecto de vida exigente, una lectura adecuada, el testimonio de gente cercana, un momento de crisis…
Si queremos una acción educativa y pastoral que cambie la vida y acerque a Jesús, hemos de posibilitar un proceso de experiencias.