Premisa – MªAngeles López

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No pocos jóvenes han pasado los últimos meses teniendo que escoger entre la opción de letras o ciencias, formación profesional o grado universitario, continuar la carrera con un máster o lanzarse a hacerse un hueco en el exigente mercado laboral. Ya desde muy pequeños se les pide que tengan en cuenta lo que quieren ser de mayores a la hora de elegir. Pero, en realidad, les estamos hablando de lo que quieren hacer, a qué se quieren dedicar profesionalmente hablando, cuál es su aspiración laboral. Rara vez les preguntamos en serio qué quieren ser, cómo quieren serlo.

Recuerdo como si fuera ayer la tarde en que nos pidieron en catequesis que nos pronunciáramos sobre nuestra vocación. Yo, inquieta, daba vueltas a la hoja de papel sin saber cómo responder. Cuando se acercó Piedad, mi catequista, le expliqué que no sabía cómo se nombraba, pero tenía claro que quería escribir y cambiar el mundo.

Años más tarde le puse el nombre de «periodismo» a aquella aspiración personal que se sumaba al deseo de formar una familia, al empeño de implicarme en las causas sociales, etcétera, etcétera… para conformar mi vocación.

Pero a menudo desde las instituciones religiosas damos por hecho que discernir la vocación es solo reconocer en nosotros si estamos llamados al sacerdocio o la vida religiosa. No. Hay tantas vocaciones como seres humanos. Todos estamos llamados a contribuir a la construcción del reinado de Dios mediante nuestra particular manera de poner a trabajar los talentos que hemos recibido. No hay vocaciones de primera y de segunda división. Ni siquiera hay una única y definitiva vocación en la vida. Puede que la tuya, querido lector o lectora, como le pasaba a la mía, aún no tenga nombre. No te apures. Lo importante es que el aliento de la divina Ruaj te inspire para que, decidas lo que decidas, lo hagas con el Evangelio como norte y como guía. Esa es la única premisa.