Joseph Perich
Laia y Jorge junto a su madre están mirando el telediario. Aparecen imágenes de guerra.
–Es terrible!, dice Laia
-¿Por qué hay gente que hace la guerra?, añade Jorge
Su madre bajando la voz del televisor responde:
–Porque hay gobiernos que envidian ser más poderosos y quieren hacerse con el petróleo, minas de oro,…de otros más débiles. También en nuestro país vemos algunos políticos que escupen a la cara de otros para conseguir el poder, sin que les importen el bien los ciudadanos.
–¿Pero dónde está la gente que quiere la paz? –pregunta Laia.
–No es tan fácil hacer las paces. No es suficiente el rechazar la guerra. Es necesario que se respete la libertad del otro, su manera de pensar, sus creencias… responde la madre.
En este instante suena el teléfono y la madre los deja por un momento.
Se levanta Jorge y cambia de canal para ver el partido de fútbol. Laia se enfada y aprieta el botón del telediario. Jorge se levanta y pega un sonoro bofetón a su hermana. Ésta no se queda corta y le da un puntapié. Los dos en el suelo se tiran de los pelos y se pegan. Vuelve la madre, va al televisor y lo apaga, preguntándoles:
–¿Por qué la gente hace la guerra?, hace escasos minutos me preguntabais.
Jorge y Laia dejan de pelearse y dirigiéndose a su madre exclaman:
-“Empezó ella”, “él me dio antes un bofetón”…
Entonces la mamá les dice:
–¿Lo veis? Nos bulle por dentro el instinto de querer tener razón sin tener en cuenta al otro. Nos volvemos cada vez más violentos. En todos hay impulsos hacia la pelea y la guerra.
–¡Pero entonces, dice Laia, si en todos hay ganas de luchar, podríamos probar de luchar por la paz!
REFLEXIÓN:
A menudo mi lucha es por conseguir doblegar, vencer,… al que no piensa o actúa como yo. Pero estaremos de acuerdo en que la altura moral de una persona no se mide por la capacidad de imponer sino por capacidad de convencer. La verdad no es un ladrillo que se tira contra alguien. La verdad se propondrá amablemente.
El Hermano Roger Schut de Taizé (Francia), asesinado por una enferma mental, decía: «Hoy mucha gente anhela un futuro de paz, una humanidad liberada de las amenazas de la violencia … Jesús, el Cristo, vino a la tierra no para condenar a nadie, sino para abrir en los seres humanos caminos de Comunión … «.
¿Nuestra Parroquia no debería ser una escuela-jardín de Comunión? … Y que sólo por su olor entrara ganas de acercarse a ellos? Querrá decir, lógicamente, que antes, una y otra vez, habremos aprendido a pedirnos perdón. Laia y Jordi aprendieron a luchar por la paz, después de experimentar la pelea y quedar en evidencia ante su madre. ¡Estamos a tiempo!