“POBRE” JOVEN QUE ERA RICO (EL) – JOSEPH PERICH

Fernando Negro

Erase una vez un joven que se lamentaba:

Mis padres se han quedado con los bolsillos vacíos, sin dinero. Puedo olvidarme de comprar un calzado de marca, no podré tener un MP 3, ni podré “salir de marcha”…

Se le acerca un anciano, de pelo blanco, con su bastón y, cogiéndole delicadamente del brazo, le dice:

-¿Este brazo, tú lo darías por 10 mil euros?

– ¡De ninguna manera! – responde el joven.

– ¿Y tus orejas, las pondrías a la venta por 15 mil euros?

– Evidentemente, no.

-¿Y tus ojos, aceptarías que los trasplantarán a otra persona por 20 mil euros?

-De ninguna manera.

-¿Y tus dos piernas, las dejarías ir por 30 mil euros?

-Seguro que no. ¡No las daría ni que me ofrecieran todo el oro del mundo!

¡Entonces  –le dice el anciano- tu eres rico, inmensamente rico!

REFLEXIÓN:

Cuando vas por la carretera y se enciende la luz roja de la gasolina, es señal de alarma, sabes que con la reserva todavía puedes hacer algunos kilómetros más, pero si no tienes forma de volver a repostar, te quedarás parado en la carretera.

Este año a muchos turistas se les han encendido la «luz roja» y no han podido terminar de llegar. Falta de presupuesto, problemas laborales, miedo a la crisis…. De alguna manera también nos puede pasar a los que los acogíamos: no podemos «estirar más el brazo que la manga», no nos podemos permitir algunos lujos de otros años… Pero si no queremos quedarnos parados y agotados debemos poner «combustible», ¡cómo sea! Pero, ¡atención, en las gasolineras tienes que elegir el surtidor «con plomo» o «sin plomo»!

  • La «persona-plomo» sería la convencida de que «cargará las pilas» y saldrá del agotamiento o del estrés sólo por el camino del «gastar» e ir lejos. Uno puede disfrutar o pasarlo bien «yendo de fiesta, bebiendo alcohol, dando envidia a los amigos con un coche deportivo…» pero no tiene asegurada la paz del corazón.
  • La «persona-sin-plomo» sería la que por «cargar las pilas» prioriza la felicidad al pasarlo bien «sin sustancia ni gracia». Ser la persona capaz de valorar la riqueza de las posibilidades que le ofrece la vida, más allá de la situación económica, y sin añorar lo que los demás tienen o hacen. Recuerdo ahora a un padre joven que sirviendo la merienda a las personas mayores, para la fiesta de Valldolig, me expresaba con una luminosa sonrisa: «es el día del año que me siento más feliz». Estoy convencido de que este chico estaba «cargando las pilas» por muchos días, sin gastarse un euro.

La contemplación de la salida del sol, la lectura de un buen libro, la visita gratuita a un amigo o a un enfermo, un paseo al aire libre, escuchar música, un tiempo de oración… ¿no nos serena y nos da ganas de vivir?

No es de extrañar que Jesús, viendo cómo iban de preocupados sus discípulos, les dijera:

– Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. (Mc 6,31)

El descubrimiento que hizo el joven del cuento que «era inmensamente rico» también la hizo la samaritana cuando Jesús le dijo: «Todos los que beben agua de esta vuelven a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en una fuente de donde brota para vida eterna. Le dijo la mujer: ¡Señor, dame agua de esa!» (Jn 4, 7-15).

Con el deseo de que este verano todos seamos tan o más agraciados que el joven del cuento o como la samaritana.

¡Buen verano!