Planes aplazados, sueños intactos – Miguel Jaimes

Los jóvenes de Colombia y América latina han vivido las consecuencias de la inequidad y la falta de oportunidades en la educación y el trabajo en sistemas políticos y económicos que siguen en deuda con las nuevas generaciones. 

Ellas y ellos han manifestado su inconformidad e incluso rabia de diversas formas en la última década.

La actual crisis sanitaria por el covid-19 ha profundizado el impacto social en nuestros jóvenes. El coronavirus irrumpió en los planes y sueños de miles de ellos. Además, la soledad, la depresión y el vacío son la consecuencia de más de 100 días de confinamiento en una edad donde los amigos son claves para el crecimiento y la socialización compartiendo gustos, deportes, fiestas, en fin la vida.

Aunque se ha relacionado el uso de las redes sociales y las TICs con los nativos digitales, se va comprobando que el mundo virtual no alcanza a llenar los anhelos emocionales y las búsquedas del sentido de la vida que se van descubriendo en la interacción con otras personas.

¿Cuál ha sido el impacto de la crisis actual para muchos jóvenes?

Más del 16% de los jóvenes no trabaja desde el inicio de la pandemia de COVID-19, revela un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que asegura que la juventud se ve afectada de forma desproporcionada por los efectos económico-sociales de la emergencia sanitaria.

El “Observatorio de la OIT: COVID-19 y el mundo del trabajo” señala también que las horas laborales de los jóvenes que han conservado el empleo han disminuido un 23%.

También indica que el incremento rápido y sustancial del desempleo juvenil registrado a partir de febrero afecta más a las mujeres que a los hombres.

El informe advierte que la pandemia tiene un triple impacto en los jóvenes ya que, además de destruir sus trabajos, impacta su educación y formación y llena de obstáculos el camino de los que buscan entrar al mercado de trabajo o cambiar de empleo.

Algunos han decidido aplazar sus estudios por falta de dinero o por sentir que es un año perdido por la baja calidad y profundidad de la propuesta virtual que ofrecen las universidades. Y claro, no es lo mismo el contacto, el vínculo y la discusión de ideas y el intercambio de experiencias en las aulas de clase y en el terreno de cada disciplina. La imposibilidad de desplazarse a los lugares de investigación como museos, parques naturales, centros culturales, bibliotecas y otros escenarios empobrecen los aprendizajes y limitan a los docentes en su propuesta pedagógica. Aun así, la virtualidad ha sido un apoyo fundamental y seguirá su avance en el futuro generando posibilidades, reflexiones y confrontaciones a los modelos educativos obsoletos.

Una lección de vida para todos

Aunque el panorama no es alentador, hay que ser valientes y creativos manteniendo la esperanza. “Los planes se aplazan pero los sueños deben permanecer intactos” comento Oscar Valderrama, lector de la Revista Semana que planteaba este reto en un artículo reciente. Los jóvenes necesitan acompañamiento de sus familias y de personas adultas que les orienten y les preparen de diversas formas para saber aprovechar las oportunidades que traen las incertidumbres.

Es clave, exigir la implementación de políticas concretas y a gran escala de protección y apoyo específico para los jóvenes tanto en las economías desarrolladas como en las que están en vías de desarrollo.  No es el fin del mundo pero si es el fin de un mundo donde hay oficios y profesiones que van a desaparecer pero irán surgiendo nuevas y fascinantes alternativas de vida que aún no conocemos ni imaginamos.

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