Domingo de Ramos (A)
Pasión del Señor (Mt 27, 11-54)
Reflexión
Jesús había proclamado: Felices los que sufren persecución por ser justos y buenos, porque suyo es el reino de Dios. No fueron meras palabras sino que lo vivió en su propia carne. ¿Será por eso un masoquista que parece disfrutar en medio de la persecución y el sufrimiento?
Jesús no disfruta sufriendo ni quiere el sufrimiento para nadie. Lo que sucede es que él se ha propuesto ser justo, es decir según la Biblia, realizar lo que Dios quiere de él: liberar a la gente de toda esclavitud, también de la esclavitud de las conciencias que pretendían las autoridades religiosas de su tiempo. No podría encontrar su felicidad traicionando su vocación para conseguir una mayor comodidad sino afrontando con fe y coherencia los obstáculos que se le ponían.
Hoy día cristianos de numerosos países sufren persecución violenta o ven recortados sus derechos cívicos por tratar de ser consecuentes con su fe. Pero la cruz no es exclusiva de los que viven bajo un gobierno o en medio de una masa que no respeta la diferencia de creencias religiosas. En nuestro propio ambiente “podría parecer que ser ridiculizados, tener que soportar una sonrisa irónica o sufrir discriminación son persecuciones casi inofensivas comparadas con las persecuciones sangrientas; sin embargo, a menudo ejercen un efecto disuasorio mayor porque la gente prefiere estar equivocada, pero con la mayoría, antes que estar en lo cierto y sola” (González-Carvajal). Sin perder de vista que a veces “perdonamos más fácilmente al que nos maltrata que al que nos desprecia, y a menudo amamos más los golpes que algunos reproches” (Beato Chaminade, fundador de los marianistas).
Por otra parte, en la propia vida se pueden ir experimentando las pequeñas muertes cotidianas, que es preciso aceptar para madurar y finalmente vivir, dando “un específico sentido redentor a todo signo de muerte” (Cencini). Y esos signos se dan, desde la paulatina pérdida de fuerzas con el paso de los años hasta la enfermedad y la vejez, pasando por la soledad afectiva, la pérdida de personas queridas… Depender de los demás sin avergonzarnos de tener necesidad, la liberación o transformación de muchas pretensiones e ilusiones, el tocar con la mano la fragilidad y precariedad de la vida pueden ser experiencias positivas, aunque, en un momento dado, sean dolorosas. Nos hacen gozar del amor y amistad de tantas personas buenas. “En la pequeña muerte cotidiana empieza a cumplirse un misterio: la integración-transfiguración del mal llega a ser preludio de resurrección, para sí mismo y para los demás. Y la redención continúa”.
Pero no todo sufrimiento es positivo. Como dice Voillaume (1905-2003), “hay sufrimientos que no son cruces, sino pesos insoportables que aplastan al hombre; hay sufrimientos que reprimen e incitan a la rebelión. Estos sufrimientos son un mal, un escándalo, como el pecado”.