Pentecostés C ¡¡¡Perdonad pecados!!! – Juan Carlos de la Riva

Siempre me ha llamado la atención la infinidad de detalles que me han explicado de este texto de Juan, y que aportan tanto a mi manera de vivir la fe. Por ejemplo, que con el regalo del Espíritu de Dios comienza una nueva creación, que el Espíritu lo hace todo nuevo.  O el hecho de que estuvieran unidos en un momento en que el grupo de discípulos estaría debatiéndose entre el miedo y la desesperanza, como comunidad de vida y oración que ilumina el entendimiento y reactivan las fuerzas.  O la mezcla de alegría y de paz que nos llega de la sola presencia del resucitado, y sólo de Él: ¡qué importante vivir la centralidad de Jesucristo!  

Pero la frase que más me ha hecho pensar es la fórmula en la que Jesús expresa la misión a la que nos envía: “a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Porque… ¿definiría yo mi misión como perdonar pecados? ¿No me es más fácil entenderla como “construir el Reino”, “anunciar a Jesús y su propuesta”, “evangelizar educando”…? Me respondo que “perdonar pecados” significa llevar a la gente el regalo del amor incondicional de Dios, que sigue apostando por cada persona a pesar de su carga de equivocaciones. En el pecado está la infelicidad y la muerte y ese amor incondicional nos rescata de la culpa y el bloqueo: que no damos la talla, que no me aceptan, que no valemos… Sí, ser perdonado es saber que puedo seguir creyendo en mí porque hay alguien que lo hace con mucha más fuerza que yo mismo. Educar es también transmitir a cada niño/a, a cada joven, que el Espíritu de Dios puede recrear su existencia y hacerla nueva y luminosa.

¿Y qué es eso de que a los que no les perdonéis les quedarán retenidos los pecados? Sin duda una llamada a ponernos a trabajar con urgencia: hay demasiadas personas que no pueden caminar bajo el peso de su culpa, de su complejo, de su falta de estima propia, de su no saberse amados incondicionalmente. Corramos pues, llevemos esta buena noticia, digámosla a todos y todas y en todos los idiomas. Evangelicemos educando desde este gran perdón y esta nueva oportunidad para todos.

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Jn 20,19-23).

 

 

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