PELEA DE PERROS (UNA) – Joseph Perich

Joseph Perich

En un encuentro de los indios de las grandes llanuras, algunos jóvenes observaron que el anciano jefe estaba más triste y callado de lo normal.

Uno de ellos se atrevió a preguntarle:

-Anciano y sabio jefe de nuestro pueblo, ¿qué os pasa?

El jefe de la tribu lentamente levantó el rostro y mirando a todos los que allí estaban sentados junto a él, al alrededor del fuego, dijo:

-Tengo, dentro de mí, dos perros luchando. Uno es el perro fiel del respeto, la dignidad, la solidaridad, la generosidad, la bondad, el amor… El otro es el perro agresivo del orgullo, el odio, la desconfianza, la maldad… Los dos están luchando a muerte, y el que gane gobernará mi corazón y toda mi persona.

Después de un largo silencio, uno se atrevió a preguntarle:

-Dinos, si lo sabes, ¿cuál de los dos perros va a ganar?

El sabio anciano, con la mirada en el fuego, respondió:

-¡Aquel que yo alimente!

REFLEXIÓN:

Eran las once de la noche, una de las más frías  de este invierno y con llovizna,  sobre el césped del campo de fútbol de mi barrio, una treintena de jóvenes, con calzón corto, corren, como leones tras una presa, para conseguir que una pelota entre en la portería del contrario. Colectivamente están poniendo a punto su cuerpo para ganar partidos incluso en la adversidad atmosférica.

Esta imagen deportiva contrasta con esta época en que se ha sublimado el «parto sin dolor». Disponemos de pastillas y de calmantes casi para todo. También en un plano más humano, intelectual y espiritual solemos evitar, si podemos, el esfuerzo y buscamos la comodidad como si se tratara del objetivo más envidiado. Pero la vida nos desafía y nos pone delante, una y otra vez, oportunidades para embestir de frente al sufrimiento propio o de nuestro entorno. Desgraciadamente nos encuentra «desentrenados». Cuánta razón tiene el dicho de un gurú chino: «no son las malas hierbas las que sofocan el grano, es la negligencia del campesino».

Sólo aquel que es capaz, por ejemplo, de «sacrificar» cuarenta y cinco minutos de una tarde del domingo para «perder el tiempo» dando de  comer a una persona en el asilo, puede atestiguar lo que es ser feliz y hacer feliz. Asimismo está alimentando el «perro» mejor de la historieta precedente. Gandhi dejó escrito como lo hizo: «Humildemente me esforzaré en amar, en decir la verdad, ser honesto y puro, en no poseer nada que no me sea necesario, estar atento siempre al comer y beber, a no tener nunca miedo, a respetar las creencias de los demás, a buscar siempre lo mejor para todos, a ser un hermano para todos mis hermanos».

Optar libremente por esta dirección de desapego material, humano, espiritual, y confiar plenamente en Dios, son las claves para abrirse a lo que mejor nos puede pasar en este mundo. «Para encontrar a Dios, a todos nos hace falta descender hacia las víctimas de este mundo, porque es donde Él se encuentra con más densidad» (Juan Morera).

Te propongo  esta oración para esta Cuaresma: «Señor Jesús, Tú no has venido para hacerte servir, ni tampoco para ser admirado, ni adorado. Tu solo buscabas discípulos. Por ello, despiértanos si estamos dormidos en el engaño de querer admirarte o adorarte, en lugar de imitarte y parecerte a Ti».