PAZ CON LA NATURALEZA – Antonio Garrido Salcedo

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Antonio Garrido Salcedo

Movimiento Laudato Si

https://laudatosimovement.org/es/

El escenario internacional no se encuentra en su mejor momento, independientemente del ámbito sobre el que nos centremos. La crisis ecosocial a la que tanto hace referencia el papa Francisco es cada vez más acuciante; la política, la economía, la cultura, el clima… Solo tenemos que ver los titulares de los medios de comunicación para darnos cuenta de ello.

Pero nosotros debemos pensar desde una nueva vertiente, estar comprometidos con la esperanza, y ser portadores de la misma al mundo. Por ello vamos a poner nuestra mirada en el otro lado del Atlántico, en un hecho de una significativa trascendencia.

Colombia, en concreto la ciudad de Cali, acoge la celebración de la Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, la que es conocida como la COP-16. Durante 12 días más de veintiún mil delegados, y representantes de más de 190 países y organizaciones de todo el mundo buscan el verdadero compromiso por la conservación de la diversidad biológica.

Una cita que se acoge con gran ilusión, no solo por parte de la ciudad colombiana, sino por todo el continente, pues es la primera vez que una cumbre de tal calibre es celebrada en una región con una especial sensibilidad sobre el tema, que, además, para algunos estados viene a ser un problema cada vez más acuciante al que deben hacer frente.

La Iglesia también está presente en este encuentro. Una oportunidad para resaltar los mensajes de la encíclica Laudato Si´ (2015) y la exhortación apostólica Laudate Deum (2023) que precisamente vio la luz con motivo de la COP28 en los Emiratos Árabes Unidos el año pasado. El arzobispo de Cali, Luis Fernando Rodríguez, ha expresado esta oportunidad como «un tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, una oportunidad para reflexionar en lo que significa para la Iglesia y la importancia que debe tener para el mundo entero, el cuidado de nuestra casa común».

La Iglesia latinoamericana y caribeña se ha movilizado de una forma sin precedentes

La Iglesia latinoamericana y caribeña (CEILAC) se ha movilizado de una forma sin precedentes, en lo que han denominado como «La Ruta Laudate Deum» para responder al clamor de la tierra y de los más pobres, con las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia y en especial con el magisterio del papa Francisco sobre el cuidado de la Creación. En definitiva, una Iglesia en salida, que es capaz de atender una demanda política, económica y que afecta a gran parte de la población del continente. Y que no nos desengañemos, el resto del planeta de una forma u otra, a través de los hábitos de consumo, también está implicado en la problemática y debe dar una respuesta a la altura.

Son diversos los puntos que durante las semanas anteriores se han venido trabajando, y que ha llegado el momento de darles una respuesta. En primer lugar, está la crisis social y ambiental que afecta a la biodiversidad, destruyendo entornos naturales de gran valor y que son fuente de vida para sus habitantes, que se ven abocados a desplazamientos forzados y la migración.

La gestión sostenible del agua y el territorio se plantea como una de las grandes luchas de esta cumbre. Un dato bastante revelador y que pasa inadvertido es que más de un millón de personas muere cada año alrededor del mundo por no tener acceso a fuentes de agua potable. Esto va aparejado a enfermedades diarreicas, respiratorias… por la falta de saneamiento e higiene, que afectan en muchos casos a niños; algunos estudios señalan hasta mil fallecimientos diarios de menores por esta causa. Debemos, por tanto, preguntarnos si somos capaces de valorar el mero hecho de abrir un grifo de agua; elegir su caudal y temperatura.

La violencia y las estructuras criminales son otros de los retos que se deben afrontar, pues tienen un impacto crucial en la cultura local con estructuras justas e instituciones que puedan hacerles frente. Del mismo modo, podemos hablar del paradigma tecnoeconómico y la deuda externa, con nuevas formas de imperialismos, donde el control de la tecnología y los recursos económicos puede suponer el empobrecimiento de la región.

Por tanto, la defensa de los Derechos Humanos y el diálogo social deben ser elementos que deben primar, ante su violación constante. En las últimas semanas podemos destacar el asesinato del sacerdote mexicano Marcelo Pérez al salir de celebrar la Eucaristía, promotor en la defensa de los derechos indígenas, que llevaba sometido varios años a amenazas y coacciones, por su lucha contra las explotaciones mineras en Chiapas (México).

Siendo el respeto por las culturas indígenas y sus enseñanzas un marco de respeto y protección hacia la naturaleza, un objetivo que ya estuvo presente en el Sínodo de la Amazonía (2019) y del que emanó un texto singular, Querida Amazonía (2020) que se vio empañado por la llegada de la pandemia a las pocas semanas.

Y, finalmente, el punto de cierre de esta campaña es el abordaje de nuevos estilos de vida y de consumo, que ponen en riesgo el bien común, aumentando el individualismo y fomentando las desigualdades, por lo que se hace necesaria una ciudadanía más solidaria y comprometida.

El camino para poder alcanzar estos objetivos no es sencillo, pero con el trabajo constante de las instituciones a través de una verdadera participación ciudadana, que asuma sus responsabilidades. Teniendo una herramienta tan fundamental como es la educación, se tenga la capacidad de tomar conciencia y actuar en consecuencia. Siendo igualmente fundamental la creación de redes de diálogo y alianzas, que comprueban el compromiso en todos los niveles e incremente los niveles de incidencia, siendo, aunque esto sea desmotivador, la voz que clama en el desierto.

No podemos desanimarnos, debemos recordar siempre estas tres pautas que son fundamentales, como son; el ver, juzgar y actuar. Que el mensaje de esperanza que busca transmitir la COP-16 no caiga en saco roto, que seamos capaces de poder entender otras realidades y problemáticas que distan miles de kilómetros de nosotros, porque, aunque esté lejano, ya lo reiteraba la encíclica Laudato Si´, todo está conectado.

Que el mensaje de esperanza no caiga en saco roto.