PASTORAL DE JÓVENES EN INTERNET CONECTANDO CON LA ESCRITURA
Andrés González SJ
Cuando se habla de estar en redes sociales, se suele hablar mucho de herramientas y técnicas. Estas habilidades son ineludibles, dado que internet surge como un sistema tecnológico, aunque después se ha extendido como una realidad que abarca ambiente cotidiano. Pero quizás no menos importante sea poder construir un imaginario que nos permita acercarnos a esta realidad. En este apartado ofrezco algunas imágenes y metáforas narrativas que nos pueden permitir establecer puentes entre esta realidad y los textos del Evangelio.
1. Navegación
En lengua castellana usamos el verbo «navegar» (o incluso, «surfear») para referirnos al uso de la World Wide Web de Internet, es decir, a la actividad en sentido amplio que abarca la búsqueda de páginas web, leer su texto o hacer uso de su contenido multimedia, y saltar de una página a otra mediante el sistema de hipervínculos. Este modo de usar internet se hacía a través de un tipo de aplicación concreta llamada navegador y era el modo principal de usar internet hasta la difusión de los teléfonos inteligentes y demás dispositivos, en los que ahora se accede a internet a través de muy diversas aplicaciones (o apps), que solemos identificar con sus redes sociales correspondientes (Twitter, Instagram, TikTok, etc.).
Esta metáfora náutica es suficientemente sugerente para construir un primer imaginario de nuestro uso de internet: podemos comparar la visualización y consulta de información y medios procedentes de distintas zonas del mundo con un viaje, recorriendo distintas rutas, visitando lugares y personas. Esta metáfora es también generalizable al uso de internet mediante muchas otras aplicaciones.
Esta imagen nos sirve para establecer un paralelismo que nos permita reflexionar sobre la actividad pastoral en internet. Los viajes marítimos tienen gran peso en el Nuevo Testamento. En los evangelios, encontramos que algunos de los discípulos eran pescadores. Por otro lado, el libro de los Hechos de los Apóstoles y las cartas de san Pablo dan cuenta de diversos viajes por mar, que tuvieron gran peso en la expansión inicial del cristianismo. Igualmente, podemos evocar los viajes misioneros a partir del s. XVI.
De aquí podemos extraer dos pistas. La primera es seguir el patrón de todos estos misioneros. Escuchar al Espíritu Santo, trazar una ruta, ir visitando distintos lugares, entrar en comunicación, aprender el idioma, buscar la forma de hacer comprensible el mensaje del Evangelio en ese contexto, consolidar comunidades y mantener la comunicación.
En segundo lugar, el mar resulta una metáfora sugerente porque es un entorno inabarcable, que requiere años de experiencia para manejarse en él, tiene sus propias dinámicas: mareas, corrientes, vientos favorables y tormentas.
Internet también tiene sus propias dinámicas: estilos, géneros y códigos de comunicación propios, algoritmos e inteligencias artificiales que seleccionan y sugieren contenidos basándose en nuestra actividad y en la de otros miles o millones de usuarios; estos pueden favorecernos unas veces y/o tal vez ser un obstáculo para alcanzar a más gente. También podemos encontrar huracanes y tormentas, en forma de fenómenos virales y/o crisis de comunicación.
Si queremos hacer pastoral, tenemos que entender y conocer cómo movernos por internet, cómo navegar. Sería razonable pensar que san Pablo y otros cristianos del primer siglo, así como los misioneros del s. XVI, si se subían a un barco, lo hacían con gente que sabía navegar, que conocía la técnica y el arte. El mismo Jesús viajaba en la barca de los apóstoles.
2. La red
Esta alusión es evidente por estar incluido en el término «redes sociales», y también por formar parte del término inter-net.
Esta imagen permite distintas relaciones. Un primer ejemplo es el trabajo en red, que va haciéndose presente en distintas realidades de Iglesia. Es cierto que, de alguna manera, es una realidad que siempre ha existido, pero las TIC hacen mucho más visible su potencial. Por otra parte, los tiempos de disminución en la Iglesia nos hacen ver las oportunidades que surgen de la colaboración.
Las redes también son una imagen presente en el Evangelio. Encontramos de hecho la parábola de la red (Mt 13,47-50), que compara con ella nada menos que Reino de los Cielos. También aparecen en otros relatos de pesca, como la pesca milagrosa durante la vocación de los discípulos (Lc 5,5-7) o en la aparición del lago Tiberíades (Jn 21,4-8).
Antes de seguir conviene hacer una aclaración. Hoy estos pasajes nos pueden suponer alguna dificultad pues, a primera vista, no resulta muy atractiva la idea de «ser pescado», ni buscamos retener a nadie contra su voluntad, ya que además nuestra cultura valora especialmente la individualidad y la libertad. Quizás hoy la imagen de la red nos evocaría más las «redes y cadenas» con que el mal caudillo trata de entramparnos, tal como lo narran los Ejercicios Espirituales [142].
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Pero recordemos también que el buen espíritu y el malo actúan por «contrario modo» [Ej 3145] según la circunstancia. Con esto concluimos que la metáfora de la red es sencillamente ambivalente. Volviendo a los pasajes de la pesca en el Evangelio, el significado principal no es de «atrapar» sino de «rescatar» a las personas del caos y la confusión que el mar representaba en la cultura bíblica; sacarlos de las tinieblas a la luz.
En internet coexisten las dos realidades. Ciertamente hay redes y cadenas, por ejemplo, en forma de adicciones a ciertos contenidos (como pueden ser la pornografía, los juegos de azar o los videojuegos). Pero también, de una forma más sutil, en forma de aplicaciones y dispositivos que muchas veces están específicamente diseñados para absorber nuestra atención, para mantener nuestros afectos desordenados. No quiero decir que internet sea principalmente un mar de peligros y que nuestra tarea sea principalmente «rescatar» a gente de ellos pero si conviene ser lúcidos y saber que los peligros existen.
Por otra parte, internet también nos brinda grandes posibilidades de tejer redes de trabajo y colaboración, de conectar y sumar esfuerzos. De igual manera, nuestra labor en internet no tiene por qué reducirse a lanzar piezas de contenido (imágenes, posts, artículos) y ver sencillamente cuántos «me gusta» cosechan, sino que podemos enlazarlos, concebirlos como una red, de forma que la gente que entre en ellos a través de contenidos pueda seguir buscando y profundizando según sus inquietudes.
Insistiendo en este punto, creo que nos limitaríamos si pensásemos que la gente entra en internet solo buscando consumir de forma fugaz. Ciertamente, es así en muchos casos. Sin embargo, prueba de que la gente busca profundidad hoy es que hay editoriales católicas. Y prueba de que la gente la busca también en internet, es que se compran libros católicos en formato electrónico. Y, por cierto, también lo es el que se pirateen: aunque pueda no ser un acto muy coherente o discernido, sí prueba que hay un interés.
Por tanto, puede ser interesante no solo producir buenos contenidos, buenos posts aislados, sino plantearnos de forma estratégica: ¿qué mensaje queremos que hayan visto nuestros destinatarios al cabo de un determinado período? ¿Qué cuestiones de la fe o de la espiritualidad queremos que vayan aclarando? Si tenemos ese plan claro, podemos entonces plantear nuestras comunicaciones de forma coordinada, para que los mensajes sean coherentes en una escala mayor y conduzcan a ese objetivo.
3. La siembra
Bien mirado, internet puede ser un lugar donde recuperar la actitud de no tener miedo a los comienzos pequeños, humildes. Distintos youtubers de éxito coinciden en esto. Ali Abdaal invita a aquellos que están pensando en comenzar un canal de YouTube sencillamente a dar el primer paso, subir un vídeo corto e improvisado y al comienzo hacer muchos vídeos, con paciencia y consistencia. Esto no significa que en internet valga cualquier cosa, sino que lo importante es el largo plazo, ejercitarse e ir mejorando poco a poco.
Todo esto nos resulta familiar. La abundancia, la generosidad nos puede recordar a la parábola del sembrador (Mt 13,1-9). Ese primer vídeo (o cualquier otra pieza de contenido) nos puede recordar a la semilla de mostaza (Mt 13,31-32) o a la levadura (Mt 13,33). Y esa perseverancia, aparte de encontrarse en el Evangelio, es una nota característica tanto de la ascesis como de la esperanza cristiana.
Por supuesto, todo lo anterior discernido y con criterio. Sabiendo lo que queremos sembrar y dónde.
TEXTO DESTACADO
Si queremos hacer pastoral, tenemos que entender y conocer cómo movernos por internet, cómo navegar
Internet puede ser un lugar donde recuperar la actitud de no tener miedo a los comienzos pequeños, humildes
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