PASTORAL CON JÓVENES EN DINÁMICA SINODAL – Eloy Fernández

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  1. ¿Qué nos ha descubierto la dinámica sinodal?

Escribo este artículo como una oportunidad para compartir mi experiencia y reflexión sobre el camino abierto por este Sínodo de 2018. Y lo escribo desde la humildad y el agradecimiento. Humildad porque sé que lo escribo desde un pequeño rincón de la Iglesia y desde los límites de mi visión, información y conocimiento. Y agradecimiento por el regalo que está siendo recorrer este camino sinodal de la mano de los jóvenes con los que vamos recorriéndolo.

Ofrezco, por tanto, mi propia experiencia dentro del proceso que, nosotros –escolapios–, estamos viviendo: el Sínodo Escolapio de los Jóvenes (Piarist Synod). Desde nuestro humilde lugar, experimentamos este Sínodo de la Iglesia como un hecho dinamizador de primer orden. Y podemos constatar que ha tenido un impacto y una significatividad muy alta en todo el Pueblo de Dios, especialmente en las generaciones jóvenes. Carezco de datos para comparar con otros procesos sinodales anteriores –y no es el objetivo–. Pero, a la vista está, que el Sínodo 2018 ha sido un éxito de participación y no por la cantidad de «encuestas on line» respondidas, o la celebración de seminarios y eventos previos, incluyendo el Pre-Sínodo de marzo de 2018 compuesto por 300 jóvenes.

El éxito de este Sínodo ha sido «ir al origen y la raíz de la sinodalidad»: hacer camino conjunto (Syn-odos). Hay una nota a pie de página en la introducción del Documento final del Sínodo que no me pasó desapercibida: «En este Documento el término “Sínodo” se refiere tanto al proceso sinodal como a la Asamblea General que tuvo lugar del 3 al 28 de octubre de 2018». No es anecdótica. Fue la declaración de intenciones del propio papa Francisco al convocarlo. Un Sínodo vivido por todos y en el que todos pudieran expresarse: sí, pero mucho más. El Sínodo sobre los «jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional» está siendo un verdadero revulsivo para que todos nos involucremos y nos pongamos a la escucha del Espíritu Santo.

Por tanto, ¿qué nos ha descubierto este Sínodo?

  1. a) Que la dinámica sinodal es camino conjunto. El prefijo syn ha sido especialmente cuidado. La participación eclesial y la petición de «compromiso» a todo el Pueblo de Dios –desde su lugar eclesial y desde su carisma particular– y en todos los niveles ha sido uno de los grandes éxitos. La presencia de los delegados jóvenes ha sido más que un signo. El propio Encuentro Pre-Sinodal de Roma con su Documento entregado al papa el Domingo de Ramos fue una columna esencial del edificio de Instrumentum Laboris.
  2. b) Que la dinámica sinodal es camino (odos: camino en griego), es proceso. El Sínodo ha puesto sobre la mesa temas de vital importancia para la vivencia de la fe como son: la pastoral de procesos, la escucha como vocación de la Iglesia y de sus pastores, el acompañamiento, la pastoral vocacional núcleo de toda pastoral, el cuidado de la pastoral vocacional específica, el liderazgo juvenil en el seno de la Iglesia como un hecho presente. El etcétera podría ser más abundante; pero la clave está no en la lista de temas encima de la mesa, sino la visión estratégica de que deben «mantenerse o iniciarse procesos» para cada línea. Esta voluntad de «desencadenar procesos» es una línea maestra en el pensamiento del papa Francisco y que cita explícitamente en Evangelii Gaudium.
  3. c) Que la dinámica sinodal no acabó en la Asamblea de octubre. El Sínodo tiene una fase de puesta en práctica, en la que los procesos que se han señalado tendrán que aplicarse. El papel de cada uno, el papel de cada parte del cuerpo eclesial es fundamental. El Documento final marca con fuerza esta idea que el propio papa remarcó en su discurso al inicio del Sínodo: «Comprometámonos a procurar “frecuentar el futuro”, y a que salga de este Sínodo no un documento –que generalmente es leído por pocos y criticado por muchos–, sino sobre todo propuestas pastorales concretas, capaces de llevar a cabo la tarea del propio Sínodo, que es la de hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes –a todos los jóvenes, sin excepción– la visión de un futuro lleno de la alegría del Evangelio».
  4. Una experiencia desde donde hablar

La experiencia desde la que parto para esta reflexión es la que estamos realizando en la Orden de las Escuelas Pías con el Sínodo Escolapio de los Jóvenes. Desde que el Papa Francisco convocó un Sínodo para toda la Iglesia «sobre los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», la Orden de las Escuelas Pías entendió que era una llamada que había que vivir con especial intensidad. En Pentecostés de 2017 el padre general Pedro Aguado escribía una carta en la que animaba a vivir este tiempo «en pie de Sínodo». Nos ofrecía vivir un auténtico proceso sinodal, en comunión con la Iglesia universal y local, en tres fases: una primera local y demarcacional (de junio de 2017 a marzo de 2018), una segunda por continentes (de marzo de 2018 a septiembre de 2019) y una tercera, de acogida de las conclusiones de la Asamblea Sinodal de octubre de 2018 (desde octubre de 2018 a junio de 2019). Esta tercera fase culminará en una Asamblea de la Juventud Escolapia en la que estarán representados jóvenes de todas las demarcaciones de la Orden.

La carta de convocatoria del Sínodo Escolapio de los Jóvenes tenía tres ideas fuertes que nos han iluminado en todo nuestro recorrido:

  • Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional están en el núcleo de la pastoral. Colaborar con este Sínodo nos va a dar grandes luces.
  • El gran protagonista no son los jóvenes: es el Espíritu Santo, y vamos a ponernos a escucharlo con ellos. Vamos a rezar con ellos, a trabajar con ellos, a sentarnos a reflexionar con ellos y ahí podremos interpretar qué está diciendo hoy.
  • Los jóvenes tienen ya en las Escuelas Pías un papel muy activo. Vamos a potenciarlo y vamos a compartir un camino que ayude a encontrar qué nuevos modos son necesarios para la evangelización en el siglo XXI.

Desde ese momento se pusieron en marcha diferentes equipos en cada provincia y comenzó a vivirse una movilización de jóvenes de nuestros colegios y procesos pastorales; entre esos jóvenes hay destinatarios, pero también muchos que están siendo ya agentes de pastoral con niños y jóvenes. Ha tenido gran importancia la implicación de religiosos jóvenes, de los religiosos en edad adulta que trabajan en la pastoral con jóvenes; de los miembros y comunidades de las Fraternidades escolapias, de los profesores de ERE y otros agentes de pastoral.  

Toda la Orden comenzó a recorrer este «camino en conjunto». En cada una de las presencias escolapias se tuvieron los sínodos locales, asambleas con diferentes dinámicas que iban desde encuentros para el diálogo conjunto, puesta en marcha de proyectos para «afrontar desafíos de la fe actual entre los jóvenes», creación de equipos específicos, etc. La fase demarcacional recogió lo aportado y vivido en lo local. Las provincias españolas de Emaús y Betania tuvieron su Encuentro Provincial del Sínodo Escolapio entre los días 20 y 22 de abril. Cataluña lo realizó el 12 de mayo.

En cada continente (África, Europa, América y Asia) se celebraron encuentros que aunaban a jóvenes delegados de cada una de las demarcaciones escolapias. Simultáneamente, en Manila (Filipinas), Oaxaca (México), Yaoundé (África) y Salamanca (España), se puso en común y se analizó la realidad, se reflexionó sobre qué necesitan y qué pueden ofrecer los jóvenes a la Iglesia y a las Escuelas Pías, y también se celebró la fe.

De este modo, las etapas a nivel local/demarcional de nuestra Orden y a nivel continental, desembocaron en un Documento con la reflexión que la Orden hace tras este proceso. El propio padre general presente en el Sínodo lo pudo entregar al Santo Padre.

El camino no está concluido, pues estamos justo en la etapa de recepción del Documento final y de la Exhortación apostólica que dirigirá el papa Francisco. Ambos textos marcarán líneas y los Escolapios vamos a confiar en los jóvenes y en todo el cuerpo de la Orden, para que dichas líneas se pongan en clave escolapia. En Oaxaca (México) tendremos la Asamblea de la Juventud Escolapia entre el 15 y el 20 de julio. ¿Qué sucederá allí? No lo podemos saber. Pero lo que tenemos seguro es que las propuestas y toma de decisiones que allí se formulen irán al Capítulo General de la Orden de 2021.

  1. Procesos abiertos en cada lugar de Iglesia: los frutos que se van generando con el Sínodo Escolapio de los Jóvenes

Hagamos un ejercicio práctico: yo os narro lo que hemos vivido y algunos de los procesos que se están desencadenando. Luego cada uno piensa en su lugar de Iglesia y soñamos juntos cómo vivirlo, cómo completar mejor las redes que nos ofrece nuestra Iglesia universal y la Iglesia diocesana que peregrina en cada lugar del mundo. Vamos allá.

Los Escolapios nos hemos involucrado en este camino sinodal con este plan llamado «Sínodo Escolapio de los Jóvenes» (Piarist Synod) queriendo hacer nuestra aportación en comunión con la Iglesia y, por supuesto, tomando las inspiraciones que el Espíritu Santo nos hace llegar a través de ella. Hemos recorrido dos tercios de este camino (las fases local/demarcacional y la fase por continentes). La valoración hasta este momento es muy satisfactoria ya que se están generando procesos de participación muy interesantes y vemos que despuntan algunos frutos concretos que quiero destacar.

  1. Estamos viviendo un crecimiento de la co-responsabilidad en el liderazgo de nuestros procesos de pastoral, que nosotros aunamos dentro del Movimiento Calasanz. Me refiero principalmente a monitores jóvenes (19–23 años). Hemos notado que la llamada del Sínodo ha sido «convocatoria» a tener un papel más activo; mayor creatividad en la acción pastoral de líderes jóvenes, su empoderamiento «eclesial», su sentimiento de responsabilidad.

Cuando hemos planteado con los jóvenes –especialmente en los sínodos locales– la necesidad de afrontar los desafíos de la fe juvenil, la reflexión puso de manifiesto, por un lado, que había que utilizar los cauces y plataformas que tenemos. Por otro lado, que, desde la militancia y el compromiso personal de todos, esos desafíos se podrían afrontar. Especialmente ese compromiso se redoblaba cuando se planteaban respuestas audaces.

Puedo contar testimonios no solo de España, sino también en otros contextos. Cito el ejemplo del liderazgo juvenil del proceso de las propias asambleas del Sínodo, confiado a equipos mayoritaria o totalmente jóvenes. Puedo citar también cómo grupos de jóvenes de la ciudad en la que resido se implicaron para «elaborar un proyecto intergeneracional» de testimonios de fe, interactuando con las comunidades de «adultos» de la Fraternidad, las comunidades religiosas e incluso personas conocidas del ámbito de la teología, la «jerarquía» o el compromiso social.

  1. Muy unido a lo anterior: el Sínodo ha impulsado la responsabilidad personal e implicación en el cuidado de la propia fe de los jóvenes. Creación de iniciativas que supongan un plus de cuidado de la fe o de crecimiento vocacional: grupos de oración, grupos de formación en diferentes aspectos de la fe, equipos de personas que quieren crecer en su compromiso social o liderar nuevos proyectos vinculados con la transformación de nuestro mundo.
  2. Puesta en marcha, dinamización e impulso de los procesos pastorales, fortalecimiento de la desembocadura en la vida cristiana adulta y la misión compartida con los jóvenes.

Para ilustrar este proceso que se ha desencadenado entre nosotros, quiero hacer referencia a nuestra demarcación de Polonia. Allí hicieron una apuesta muy fuerte por el proceso sinodal que calificaría de sobresaliente. Se gestó un equipo de jóvenes y algunos religiosos, jóvenes y adultos, que coordinó todo el proyecto. Un total de 10 personas, que dirigían el proceso provincial y aunaban lo que se iba generando en las 14 ciudades con presencia escolapia de esta demarcación. Tuve la oportunidad de conocer a algunos de los jóvenes en nuestro encuentro europeo de Salamanca (citado anteriormente) y pude escuchar cómo compartir este proyecto escolapio les había hecho crecer y ganar en identidad cristiana y escolapia. Ha sido un proyecto de auténtica misión compartida, interpelante en lo vocacional y existencial. Para mí, lo más interesante es que este trabajo está transformando –si se me permite decirlo– a los jóvenes y a la provincia de Polonia. Está suscitando un proceso: la visión de compartir vida y misión entre jóvenes religiosos, religiosos no tan jóvenes y laicos jóvenes. Y de ese compartir se están generando unas sinergias que, personalmente, «me producen sana envidia». Con este grupo de jóvenes, y otros que se suman de los sínodos locales, se está «armando» el Movimiento Calasanz en Polonia. La rica pastoral extraescolar y escolar de la provincia polaca cuenta con equipos novedosos de gente creativa y hábil en nuevos lenguajes y tecnologías (que para los jóvenes no son nada nuevas).

Este ejemplo tendría su paralelo en EE. UU. donde «jóvenes religiosos y jóvenes laicos» de Nueva York, Miami y San Juan de Puerto Rico, con el apoyo total del superior provincial, han estrenado en diciembre de 2018 el Movimiento Calasanz. En nuestras presencias africanas, en contextos tan diferentes entre sí como Senegal, Costa de Marfil o Camerún, los procesos de pastoral –que ya estaban de modo incipiente– han vivido un fuerte impulso. Casos similares de impulso y de renovación se han vivido en demarcaciones americanas como Nazareth (Colombia, Ecuador y Perú), México o Argentina, que cuentan con una realidad juvenil eclesial más numerosa que la de nuestro contexto europeo.

Puedo constatar esta riqueza también en nuestra realidad más cercana. En las redes sociales dejamos constancia de la riqueza a nivel local y demarcacional que se ha vivido en Catalunya. O la iniciativa tan interesante del «equipo joven» de nuestra demarcación de Betania del perfil en la red Instagram Ciudad Jedha. Una iniciativa de diálogo con otros jóvenes, de dentro y de fuera de la Iglesia, y que ha tenido un cierto impacto mediático. Otros proyectos sinodales, no tan mediáticos pero interesantísimos, han sido las asambleas de diálogo, cenas–coloquio puestas en marcha en varias presencias de mi demarcación, las Escuelas Pías de Emaús.

En esta, mi realidad, veo que tenemos una herencia muy rica y positiva en la pastoral de procesos, de muchos años de trabajo y esfuerzo. Los frutos son unas Comunidades de la Fraternidad y una vida de cientos de personas adultas muy consolidadas e identificadas. Los jóvenes tienen en ellos personas y comunidades de referencia. Y bastantes mediaciones para que sus búsquedas y horizontes puedan cuajar. El Sínodo sin embargo ha supuesto un fuerte impulso en todo esto. Yo diría que la vivencia sinodal ha servido para que muchos jóvenes vean que esta historia está por construir. Y, si quieren, aquí tienen un lugar. Y, personalmente, esto ha despertado fuerzas y liderazgos que estaban latentes.

¿Puedo contaros una anécdota personal? Así también podéis constatar la vida real de esta «experiencia tan magnífica del Sínodo Escolapio de los Jóvenes». Un chico de unos 21 años me decía: «Eloy, ¿pero tú crees que está funcionando esto del Sínodo? Al final, de los ochenta y pico jóvenes que formamos el catecumenado (edades entre 18–23 años) en Pamplona, estar lo que se dice estar a tope con el Sínodo… Seremos doce y el tambor». Mi respuesta: «Tienes razón. Pero vosotros doce no estabais el año pasado al nivel que estáis este año. Este año han salido adelante proyectos preciosos, novedosos y audaces. ¿Y sabes qué? Yo no he tenido que mover ni medio dedo». Un par de apostillas: eran más de doce y –varios de los escolapios y monitores adultos– movimos mucho más que un dedo apoyándoles.

  • Los jóvenes se han planteado retos y desafíos de la fe: retos que estaban, otros que aparecen ahora en el horizonte; algunos que en la Iglesia nos sigue costando abordar. Un desafío es el tema vocacional que los jóvenes acogen con alegría y naturalidad. Para muchos de estos jóvenes ha significado un inicio. Para todos y para nosotros escolapios un descubrimiento: introducirnos en la dinámica sinodal crea adhesión, crea reflexión, pregunta personal y vocacional.
  • Impulso del trabajo en red, dentro de las propias demarcaciones y entre las provincias de España, Europa y de la Orden entera. La realidad de nuestra plataforma pastoral, el Movimiento Calasanz, está viviendo –gracias a la dinámica sinodal– un avance significativo: se está implantando en lugares donde no existía, están produciéndose mejoras con constitución de equipos que impulsan diferentes aspectos del proyecto, se generan mejores redes de comunicación y coordinación.

Estos son algunos de los frutos que constato y, ojalá, que quienes me estáis leyendo os faciliten alguna inspiración o ayuda. Por eso os quiero plantear estas dos preguntas: ¿Qué resonancias me produce leer sobre estos frutos? ¿Qué podría servirme para dinamizar mi propia realidad?

  1. Lo que los jóvenes le dicen a la Iglesia y a la propia pastoral con jóvenes
  2. a) Les gusta el estilo sinodal. Creo que está bastante claro que nos han dicho que les gusta este modo de proceder. Se dijo en el pre-Sínodo de marzo 2018; lo dijeron en la propia Asamblea General del Sínodo de octubre; y en el Sínodo Escolapio de los Jóvenes por supuesto. Se ha dicho a nivel local. Fue un clamor en Yaoundé, Salamanca, Manila y Oaxaca.

Dicho esto, ¿qué quiere decir que les gusta el estilo sinodal? No puedo responder sino con mi intuición de lo oído y visto. En nuestro encuentro de Salamanca se hicieron múltiples referencias a la necesidad de ser escuchados, de sentirse partícipes y que su opinión sea tenida en cuenta. También se habló de que el estilo sinodal suponía implicación y agradecían la gran confianza depositada en ellos.

Implicación, corresponsabilidad, escucha, participación, mutua confianza… Son palabras clave a la hora de definir ese estilo sinodal. Sé muy bien que también ha habido jóvenes creyentes y no creyentes (porque en nuestras realidades y también en los encuentros hubo jóvenes no creyentes) a los que no les ha entusiasmado el estilo sinodal. Pero creo que, incluso por su bien, este modo de proceder tiene que estar siempre. Y de algún modo, creo que «entre nosotros, escolapios» ha venido para quedarse.

  1. b) Nos piden acompañamiento. Ha sido un clamor en los cuatro continentes escolapios y también en el Sínodo de la Iglesia. Se ha escrito mucho y muy bueno en el Documento final. Añadiré que esta responsabilidad necesita de nosotros inversión de fuerzas, energías y formación. Esta tarea es vital porque nos lo han pedido y porque es consubstancial de la Iglesia (si es experta en algo, debería serlo en acompañar a las personas).
  2. c) Nos han pedido que aprendamos a escuchar. No significa que tengan la razón y mucho menos dársela en todo. De hecho, han pedido también que la Iglesia transparente el Evangelio y a Jesucristo mismo (y eso ya sabemos que no siempre gusta). También es cierto que hay tipos de jóvenes como hay colores. Que a un joven de España le puede llamar la atención lo que piensa un joven centroeuropeo, o viceversa. O que un joven que cojea políticamente de una pata puede no tragar a otro tan joven como él pero que cojea de la otra. No hablemos nada de las diferencias de edades (entre los 16 y los 29 años hay un mundo). Escuchar nunca querrá decir contentar. Pero… Pero. Escuchar significa estar. Escuchar significa dialogar. Escuchar significa estar dispuesto a oír lo que no me gusta. Escuchar significa replantearme las cosas. Escuchar significa ser capaz de reconocer errores y estar dispuesto a pedir disculpas y subsanarlos.

Seguro que me estáis leyendo personas que sois el rostro de la Iglesia para los jóvenes que os rodean. Mi experiencia personal en este proceso del Sínodo ha sido darme cuenta de que, cuando uno escucha a los jóvenes –especialmente cuando no se está de acuerdo– más importante que la respuesta que doy, es la actitud que tengo de escucha. Mis enfados y mis errores han costado. Pero entendí: ¿y qué si tú y yo no estamos de acuerdo? No pasa nada porque no pensemos lo mismo… si hemos decidido que juntos hacemos la Iglesia.

  1. d) Que nos creamos que el Espíritu habla por ellos. Y que como el Espíritu les habla a ellos, les ayudemos a discernir.

No voy a eludir algunas afirmaciones «fuertes» de los jóvenes en nuestros cuatro encuentros continentales:

  • Conexión y comunicación entre provincias y países escolapios para enriquecer a todos los jóvenes con los que la Orden trabaja. Que en cada una de las distintas provincias de todo el mundo tengamos las mismas posibilidades y modos de participar en la vida de la Orden (voluntariado, Movimiento Calasanz, Fraternidad, etc.). Traducción: adultos, dejaos de vuestras tensiones ideológicas si estas hacen que vivamos menos la vida en abundancia del Evangelio. (Esto nos decían los jóvenes de Europa directamente a los escolapios).
  • Creemos firmemente en la igualdad hombre y mujer. Necesitamos una Iglesia capaz de dialogar y sonar creíble en temas como el papel de la mujer en ella, las personas homosexuales, los nuevos tipos de familia, etc. (También de Europa).
  • Necesitamos que nos deis atención; nos concedáis la palabra y apoyo en nuestras iniciativas, dejándonos equivocarnos y arriesgarnos, tal y como hacen unos buenos padres con sus hijos. Necesitamos que sepáis y no estéis alejados de nuestras condiciones reales de vida material y espiritual (Esto decían los jóvenes de Asia).
  • Pedimos a los agentes de pastoral custodiar el acompañamiento espiritual y el diálogo personal; acercar los medios de comunicación y estrategias digitales de audio y vídeo a las acciones pastorales y al conocimiento de la Iglesia y de las Escuelas Pías; formar en liderazgo cristiano y en pastoral a los jóvenes para que sean más protagonistas en la evangelización de los mismos jóvenes; salir de las zonas de confort, ir más a las calles de los barrios, a otros colegios y parroquias, a universidades, a los egresados y ofertar la pastoral escolapia. (Jóvenes de América)
  • – La realidad de los jóvenes africanos está marcada por una falta de esperanza debido a la situación de desempleo y miseria que muchos conocen. Pedimos a los escolapios y a toda la Iglesia que estén disponibles para escuchar, acompañar, orientar y promocionar a los jóvenes. Estamos convencidos de que enseñar a alguien a pescar vale más que darle cada día el pescado. Por ello, la Iglesia debe apostar por el trabajo en la promoción social de la juventud. A los escolapios, les solicitamos audacia para dar respuesta a la necesidad de formación profesional que ayude a afrontar las carencias materiales. Apreciamos las iniciativas de promoción e inserción de los grupos más vulnerables: niños de la calle; el trabajo en pro de la escolarización de la infancia y juventud rural, etc.

Escucha a los jóvenes y acompañamiento en el discernimiento. Ambas cosas están latentes en estos cinco párrafos: el Espíritu Santo habla en los jóvenes y los jóvenes nos piden que les ayudemos a escuchar el Espíritu Santo. A través de ellos nos habla el Espíritu y tendremos que discernir. Y, también, los mismos jóvenes saben que el Espíritu Santo les está hablando en la vida, en la Iglesia, en los signos de los tiempos… Y necesitan testigos que les ayuden, que les animen, que les enseñen a escrutar… y también que les reten y en ocasiones, les corrijan fraternalmente.

  1. ¿Cómo seguirles escuchando?

Una intuición que ha estado presente en la Asamblea General del Sínodo ha sido poner de manifiesto que los jóvenes son ya el presente de la Iglesia, que se sienten parte de ella. La Iglesia joven es parte de la Iglesia. Hemos sido muchos los que nos hemos alegrado con esta constatación, porque es «la praxis que nos enseña el Sínodo» y que no es nueva, aunque a veces se olvida. El proceso ya está iniciado: un Sínodo de los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional que ha tenido a los jóvenes como agentes primordiales debe tener su continuidad en una Iglesia que sostiene, impulsa y abre lugares gratuitos donde los jóvenes están.

Los verbos empleados no son casualidad, ni tan siquiera en el orden con el que aparecen. Son muchas las parroquias, los movimientos, las congregaciones, órdenes e instituciones de Iglesia que ya tenemos espacios de y para los jóvenes. Tenemos que poner medios para sostener en el tiempo la apuesta por estos lugares. Me refiero sobre todo a los procesos pastorales: iniciación, acompañamiento y maduración en la fe. Son el lugar privilegiado para trabajar y la herramienta con la que la persona puede hacer un proceso personal de adhesión a la fe en Jesucristo. En esto no se puede claudicar. Ha habido modas o visiones pastorales que han dejado de lado los procesos confundiendo las dificultades propias de todo proceso educativo y libre (más si cabe en una sociedad como la nuestra) con el sentido de hacer la pastoral.

Será a través de los procesos pastorales sólidos desde los que podremos empoderar a los jóvenes para liderar e impulsar nuevas y más visionarias vías de compromiso. Será desde aquí desde donde podremos acompañarlos, pasar tiempos con ellos, escucharlos sin juzgar a la vez que dejarnos –todos, nosotros y ellos– elevar por el mensaje del Evangelio. El Documento final anima a estar muy atentos para cuidar los lenguajes de nuestra pastoral, para poner mimo y cuidado en todo el proceso de iniciación en la fe

Otro lugar donde seguirles escuchando: en nuestra vida y misión. Jesús llamó a sus discípulos para que estuvieran con Él y para enviarlos a la misión. En el Documento final se recoge la necesidad de comunidades vivas que primen la relación y priorizan la misión (nº 122–127). En nuestros encuentros sinodales se valoró mucho la vida comunitaria escolapia, laical y religiosa. Aparecieron en los diálogos sueños de una vida comunitaria de frontera (lo cual implica ser visionarios en cuanto a la conexión vida y misión).

En cuanto a la misión, la Iglesia no quiere jóvenes para sumar más número, sino para generar más vida. Hablaremos entonces más de lo de fuera que de lo de dentro, más de salir que de «incorporar». Los jóvenes han citado expresamente en los cuatro documentos continentales y a lo largo y ancho de los sínodos locales y demarcacionales escolapios el concepto «Iglesia en salida» del papa Francisco. Este proceso de Iglesia en salida es un proceso –a mi modo de ver– con mucha visión, ya que considera nuestra misión (que es la de Jesús y su causa) y pone la mirada en nuestros destinarios (el mundo entero, especialmente aquellos que más sufren y son más vulnerables).

Escuchémosles en lo mejor de ellos mismos, de toda persona: su vocación. El lugar que Dios toca profundamente en el ámbito más sagrado de la persona. Los jóvenes han hablado en todo el proceso del Sínodo de la necesidad de ser acompañados, precisamente para poder descubrir que Dios les llama porque Dios les ama y ama al mundo. Algunos retos que tenemos: suscitar lugares donde cuestionarse, lugares donde servir y poder descubrir un servicio mayor; crear ambientes donde exista cultura vocacional (cuidado, respeto y valoración de la vocación) y formarnos para saber acompañar las etapas de siembra, desarrollo y propuesta vocacional.

El propio instrumento ha sido el mensaje. Sois la Iglesia, los adultos os escuchamos; quienes tienen responsabilidad son hermanos que caminan junto a otros. Abramos procesos y caminemos juntos. No necesitamos llegar a una meta, os necesitamos a vosotros. El Sínodo es una escuela de escucha para todos: para nosotros y para los jóvenes. Y los jóvenes que han participado de este proceso, que han sido escuchados y valorados, serán aquellos agentes que escuchen a los jóvenes en un futuro; los jóvenes que salgan al mundo a preguntar y a invitar. Estos jóvenes serán los que seguirán siendo mujeres y hombres de escucha en la Iglesia.

 

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