Descarga el pdf del artículo RPJ 515 – Pastoral con jóvenes desde la escuela – Juan Carlos de la Riva
Además, la escuela aporta a la Evangelización de niños y jóvenes unas claves de continuidad y secuencialidad, de didáctica y adaptación de lenguajes más técnicamente elaborados que en otros procesos pastorales. La religión en la escuela, tanto en su versión católica, como en su versión de cultura religiosa, cuenta con recursos horarios y pedagógicos abundantes y específicos, y constituye un espacio de propuesta del Evangelio de primer orden. Pero la propuesta evangelizadora de un centro puede superar con creces el ámbito de la enseñanza religiosa escolar, para convertirse todo él en un espacio evangelizador, especialmente cuando en el seno de dicho centro se consolida la presencia de una comunidad cristiana que anima la pastoral específica del centro, y orienta toda acción educativa y toda la estructura del colegio en las claves del evangelio. Si el centro tiene esta “alma”, no será difícil imaginar que son muchos los puntos de contacto de esta comunidad con el joven, a menudo muy alejado de la fe: convivencias, tutorías, encuentro y acompañamiento personal, transversalidad de valores de solidaridad, paz, ecología, derechos humanos…, campañas y “semanas de”, oferta de grupos en horario extraescolar, jornadas especiales, fiestas del centro, tiempos litúrgicos, etc… También se notará la vida de esa comunidad en que el centro mismo es referencia para la sociedad por su apuesta por los valores del Reino: apertura a los más desfavorecidos, tanto en la matriculación como en la articulación de recursos y programas; apuesta por valores transversales que sitúen al centro en clave de transformación social; estructuras de participación que hagan del propio centro una verdadera comunidad, etc… Pensamos que todo este currículum oculto orientado en la línea del evangelio es también altamente evangelizador para los jóvenes que tantas horas pasan inmersos en este ambiente.
Pero haremos referencia aquí a los momentos evangelizadores más explícitos y programados. Ordenando un poco esta batería de puntos de encuentro del joven y sus búsquedas con la comunidad cristiana y sus enviados agentes de pastoral (profesor de religión, tutores, coordinador, orientador, monitores, entrenadores…) elegimos el criterio que va desde la evangelización más amplia e inespecífica, hasta la más concreta y específica; correlativamente a esto, el número de destinatarios también variará: desde acciones para todos que desarrollan las condiciones previas a la fe, y el conocimiento del hecho religioso, hasta las propuestas que requieran una adhesión personal voluntaria.
Desarrollo de las condiciones previas a la fe, en el ámbito académico
Un primer nivel de acción pastoral se da cuando, acercándonos al joven y acogiéndolo en su realidad y en sus búsquedas, creamos en ellos/as las condiciones de posibilidad para el enraizamiento de la fe: la fe como respuesta a la llamada de Jesús al seguimiento, necesita un sujeto capaz de dar esa respuesta personal y valiente, un niño/a o un joven que en la situación en que se encuentran, formulan un sí autónomo a la propuesta del Evangelio. Así será necesario cultivar en la persona todo aquello que por una parte le abra a la dimensión ética y además invite a la trascendencia.
Se está hablando ya de competencia espiritual todo ese conjunto de capacidades personales para admirarse y hacerse preguntas, buscar sentido, abrirse al otro, desear unos valores antes que otros, y abrirse así a la trascendencia. Creemos que las dimensiones, ética y trascendencia, pueden darse y educarse a la vez. No queremos decir que haya que esperar a que se den estas condiciones para hablar de Dios o de Jesús: se trata de una pedagogía simultánea, humana y religiosa a la vez. El desarrollo humano abre a lo trascendente, y el mensaje religioso construye humanidad en la propia persona.
Hablamos de niveles del proceso que, sin implicar una adhesión personal de fe, crean un clima o ambiente que propicia las intervenciones más directamente iniciadoras a la fe y suscitan preguntas y actitudes que abren a la trascendencia, y se dan en el día a día del trabajo en los colegios mediante:
Tareas de personalización, interiorización y autoconocimiento, estímulo de la autoestima y armonía personales. Promoción del orden y la autodisciplina.
Educación transversal en valores (paz, solidaridad, esperanza y utopía, igualdad, consumo responsable, amor y sexualidad, medioambiente, democracia y participación…)
Educación en y para la convivencia.
Práctica y educación para el deporte.
Acompañamiento personalizado, especialmente a los más desfavorecidos.
Visión positiva y optimista de la vida, la juventud, la sociedad y la cultura. Establecer un diálogo fe y cultura a partir de las diversas materias.
Cultivo de la conciencia corporal y de la integración emocional, así como de una interioridad abierta a la trascendencia.
Las clases de religión en lo que tienen de transmisión de una cultura religiosa de calidad.
Servicio de orientación psicopedagógica y profesional y servicio tutorial en los colegios.
Adecuación de las estructuras y organización a los valores propugnados. Apertura a todos de los educadores y de los medios materiales del centro.
Actividades extraescolares y de tiempo libre en lo que tienen de meramente educativo.
La propuesta de seguimiento a Jesús en el ámbito académico
Hoy, más que nunca, se hace necesario salir a buscar y acoger la realidad de los niños/as y los jóvenes, sus necesidades y búsquedas. Queremos partir de esos intereses y búsquedas, estar atentos a los deseos y necesidades que habitan en los jóvenes y provocarles con nuevos desafíos, como lo hacía Jesús, que escucha la demanda y suscita la adhesión. Queremos descubrir en las palabras de cada niño y joven una petición, en su mirada una búsqueda. Queremos provocar en esa escucha el anhelo de más, el deseo de plenitud. Miramos los ojos ilusionados del niño y del joven, para invitarle a mirar más allá del horizonte demasiado estrecho que en ocasiones la sociedad le propone. Es un juego entre lo subjetivo que el chaval trae y lo objetivo que le proponemos.
Es ahí, cuando, en primer lugar, la búsqueda se hace esperanza, posteriormente le convocamos a la fe, y, por fin, presentamos a Jesús y su Buena Noticia para él y para todos. Invitaremos primero a la pregunta con ocasión de su experiencia vital, para ir más allá de la propia experiencia. Ayudaremos después a abrirse y trascenderse en la experiencia de la realidad personal y social, para perforarla y buscarle sentido. Invitaremos por fin al encuentro con quien atraviesa esa realidad y la llena de sentido, Jesús. Será una presentación diversificada y múltiple, que aprovecha los innumerables momentos de encuentro con el niño y el joven. Una propuesta repetida a lo largo de su estancia entre nosotros, en diversidad de formatos y situaciones. Pero será una presentación clara, sin engaños, a vivir lo que nosotros ya vamos viviendo, a ser alegrado y salvado por quien ya nos alegró y salvó a nosotros.
Diversificamos las propuestas e itinerarios educativos con esfuerzo y creatividad para niños y jóvenes que se encuentran en circunstancias personales sumamente diversas.
Las enseñanza religiosa escolar: más allá de la cultura religiosa, la ERE aporta a nuestros chavales/as una reflexión sobre la propia vida personal y social iluminándolas desde la clave cristiana. Cada clase es simultáneamente presentación de las claves de nuestra fe, en cuanto a conocimientos, y propuesta de vida cristiana, en cuanto a actitudes. El profesor de religión, además de un profesional en su materia, es testigo que propone e interpela a los alumnos para hacer de lo aprendido objeto de cuestionamiento personal y aplicación a la propia vida.
Un ritmo continuado de oración y celebraciones litúrgicas en diferentes momentos de la vida escolar.
La oración de la mañana propone a cada joven pistas para perforar su realidad cotidiana desde el comienzo del día, haciéndole preguntas que busquen sentido.
La iniciación a la celebración cristiana, introduciendo en la simbología litúrgica y promoviendo espacios de silencio y de escucha de la palabra, suponen además un acercamiento a la fe desde claves no meramente intelectuales y racionales, sino emocionales y vivenciales, de manera que susciten la pregunta por la adhesión.
La motivación de formas diferentes de oración, partiendo de las diferentes tradiciones religiosas presentes en el centro, o a partir de diferentes estilos de espiritualidad.
Las campañas, jornadas y semanas especiales (semana escolapia, semana solidaria-misionera, campañas a favor del tercer y cuarto mundo, semana de la paz, vocaciones, tiempos litúrgicos,…), como momentos fuertes de sensibilización en valores y actitudes acordes con el evangelio y en la preferencia por los más débiles y necesitados. Es el evangelio mismo quien sitúa a toda la comunidad educativa en esa clave de preferencia por los más pobres y excluidos.
Además de las campañas y semanas de solidaridad, paz, derechos humanos, etc… las propias estructuras y decisiones del centro (matriculación, uso justo de los bienes, apertura al barrio-ciudad, posicionamientos, corresponsabilidad organizativa…) hacen visible una sociedad fraterna que se intenta poner en práctica como experimento evangélico en el día a día de la vida del centro.
Las convivencias cristianas con el grupo-clase, experiencias fuertes de encuentro consigo mismo, con los demás y con Dios. Pueden ser jornadas en días lectivos que se desarrollan en un albergue o una casa de ejercicios, y se plantean como ruptura del ritmo normal para profundizar en la vida y en la fe. Desde 1º ESO hasta 2º de bachillerato se puede ir haciendo un itinerario progresivo que incluya dosis más intensas de silencio y encuentro interior, lectura de la palabra, revisión de vida, celebración de la misma, etc. Cuidaremos especialmente el ambiente y el estilo para que no sean una “salida” más para perder clase, sino que tengan un plus que no se consigue en ninguna otra experiencia: tocar lo profundo del corazón, leer la vida con paz, proyectar el futuro, ser interpelado por la realidad, por un testimonio, comunicar con el grupo-clase a niveles más profundos, sentirse convocados a dar continuidad a lo vivido en grupos de referencia, voluntariados, etc…
Las tareas de pre-voluntariado y voluntariado: colaborando en campañas solidarias, servicios puntuales o en tareas de voluntariado más sistemáticas, cursos de formación. El propio centro educativo puede ser un lugar de entrega de la vida en pequeñas acciones voluntarias: articulación de apoyo escolar inter-alumnos de la misma o diferentes edades; aprendizaje cooperativo, trabajos de investigación, campañas de sensibilización vinculadas a jornadas especiales, etc… La preocupación por crear sujetos pro-sociales mediante estas acciones de voluntariado llegará a dar el fruto deseado si a la acción se acompaña la reflexión y la integración emocional, para llegar al ámbito de las decisiones.
El diálogo personal esporádico y el acompañamiento sistemático. Muchos chavales y jóvenes que quieren vivir su fe, además del acompañamiento educativo sobre cuestiones ligadas al crecimiento o aprendizaje, encuentran en el diálogo personal una fuerte mediación que les ayuda a concretar en su vida las propuestas del Evangelio. El colegio es un lugar privilegiado para salirle al joven a la encrucijada. Como tutor, las entrevistas de seguimiento académico o de invitación a la participación en actividades de la escuela, van con frecuencia más allá de los meros resultados, planteando a cada alumno/a su nivel de crecimiento próximo. El profesor de religión encuentra además momentos especiales para abordar temas explícitos referentes a la maduración de la fe: una reflexión en el cuaderno, o la duda planteada en el aula, pueden marcar el comienzo de una relación de acompañamiento espiritual más o menos formal.
Aún sin llegar al acompañamiento directo, consideramos muy importantes las presencias significativas de monitores, catequistas, testigos de la fe, miembros de la comunidad cristiana, de la parroquia, de la comunidad religiosa… en toda la acción educativa del centro, aportando su testimonio, carisma y ministerio. El joven se apoyará en personas referentes que le aporten contraste y orientación más allá de las que les ofrece el grupo de iguales.
La ambientación de los espacios y momentos, la decoración del colegio. Buscaremos aquí la adaptación del evangelio y su propuesta a la receptividad emocional del joven, y adaptaremos los mensajes de manera que se hagan comprensibles y dignos de tener en cuenta, al tiempo que aparecen encarnados en los formatos habituales del joven de hoy: la imagen y la música, el cine, espacios virtuales, etc… Difícilmente recibirán el evangelio como propuesta si les llega en un lenguaje antiguo y poco comprensible.
Los diferentes tipos de chavales que entran en nuestra acción pastoral serán más o menos sensibles a diferentes propuestas. El chaval con sensibilidad religiosa será más sensible a espacios de expresión de fe, retiros: de la experiencia religiosa al encuentro con Jesús. El chaval con sensibilidad ética y actitudes pro-sociales, al voluntariado, y las campañas y tareas de ayuda: de la ayuda a la misión y la entrega de la vida. El chaval con mera pertenencia sociológica al grupo de iguales, será sensible a las experiencias de convivencia y de grupo intensas y de calidad, al compartir la vida: del grupo a la comunidad.
La iniciación y el acompañamiento en la fe en grupo.
Los niveles de propuesta anteriores necesitan un acompañamiento posterior. La propuesta básica es un grupo que suponga una iniciación a vivir el seguimiento de Jesús, el evangelio. Podemos acompañar a las personas desde su situación real (más o menos alejada del evangelio) a una pertenencia responsable y gozosa en la Iglesia, después de haber tenido un progresivo encuentro liberador con la persona de Jesús y de haberse adherido personalmente a su propuesta de vida. Queremos hacer una pastoral generadora de identidad cristiana, de vocación como seguidor de Jesús, y por tanto, generadora de comunidad cristiana, de Iglesia. Respondemos a quienes ya se plantean preguntas y buscan más con un “Venid y lo veréis” (Jn 1, 38-39).
Apostamos pues por mantener los procesos lineales de grupos de referencia convocados en edades tempranas, y que se mantienen a lo largo del proceso evolutivo de la persona, hasta y en la edad adulta, culminando con la desembocadura en comunidades plurales. Serán procesos más abiertos y flexibles que los que tradicionalmente han venido funcionando: en tiempos de pertenencias líquidas, tendremos que ser capaces de adaptar las propuestas a un joven que no quiere “casarse” con grupos, ideologías y pertenencias. Sin embargo, el joven actual acude allí donde hay algo interesante, algo que toca el corazón, algo que hace crecer.
Provocando saltos de crecimiento mediante experiencias fuertes (campamentos, salidas, experiencias de servicio, de descubrimiento de la realidad, de comunicación profunda…) se desencadenan procesos personales acompañados personalmente y en el grupo a lo largo del tiempo.
Este acompañamiento anima a las personas hasta el momento en que concretan cuál es su vocación personal como seguidor de Jesús y su participación en la Iglesia desde una comunidad cristiana. A partir de este momento será la propia comunidad elegida la que anime y acompañe a la persona en su proceso de conversión permanente, en los diferentes momentos vitales.
Convocados en diferentes momentos de la vida escolar, se revelan como espacios privilegiados para experimentar ya desde la infancia la vida plena a la que Jesús nos invita, compartiendo en grupo el camino de la vida. El grupo prefigura y anticipa la vida en comunidad a la que todo cristiano está convocado y hace realidad la bienaventuranza del Evangelio.
Estos grupos van ganando en calidad humana al avanzar los años, al tiempo que adquieren progresivamente una mayor identidad cristiana. En el grupo de tiempo libre se trabajan los prerrequisitos para el salto a la trascendencia: capacidad de comunicar, capacidad de vincularse, opción de valores… pero también se hacen realidad los valores a los que la fe apunta, el encuentro con Jesús, la oración y celebración, el compromiso, la vida compartida, es decir, todo lo que supone el seguimiento de Jesús.
El grupo no es un espacio cerrado: son muchas las puertas de entrada (convocatorias diversificadas, actividades abiertas a todos,…) y de desembocadura opciones de vida comunitaria, vocaciones diversas…). Algunas de las acciones de convocatoria son las mismas clases de religión en el colegio, las convivencias, campañas, escuela de voluntariado, etc.
Si toda la acción pastoral es vocacional, es en los grupos donde se hace más explícito el deseo de ayudar a cada persona a descubrir su propia vocación y responder con generosidad. Esto supone un entrenamiento en el escuchar las llamadas de Dios a través de las mediaciones (oración, reflexión, búsquedas personales, el propio grupo, los acompañantes, etc.), al tiempo que se presentan las distintas vocaciones eclesiales.
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