PARA TENER VIDA EN ABUNDANCIA… – Pedro J. Jiménez

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Los jóvenes seguidores de Jesús, ¿cómo viven este momento de crisis global de pobreza y degradación medioambiental? ¿Como los adultos, mirando a otro lado o negando el problema, o impotentes y superados, o huyendo de saber más y refugiándose en sus zonas de confort? ¿Cómo los implicamos en la búsqueda de soluciones, de caminos de futuro sostenible y justo para todos? ¿O son ellos los que nos incomodan a los cristianos adultos ya instalados?

Desde la sociedad civil hay una reclamación de vida digna y saludable para todos que muchos cristianos aún no parecen querer oír («son los de siempre, los de la coleta», etc.). Como cristianos deberíamos implicarnos más en el tema, pero también ver cómo estas nuevas transiciones de la Historia encajan con la Buena Noticia y son espacio de crecimiento en la fe de nuestros jóvenes creyentes o en búsqueda de sentido.

Un hito en ello es la encíclica Laudato si del papa Francisco. Es profética en cuanto que denuncia los problemas, sus causas y responsables, y propone caminos abiertos a la Iglesia y a la humanidad entera.

Personalmente es un alivio y un fuerte estímulo que el propio papa de Roma haga esa síntesis de vocaciones que personalmente he vivido: la ecología y el Evangelio, el cuidado de la casa común y, en camino tras Jesús, de las personas que más sufren, la dedicación al Reino de Dios en ambas facetas, que ya son vistas hoy como una única causa.

Con los jóvenes, desde su fenomenal formación y capacidad de crear, a la luz de la enseñanza de Francisco, podemos reflexionar y construir infinidad de ámbitos y acciones nuevas, también eclesiales. Especialmente eclesiales, ya que llevamos tanto retraso con respecto al resto de la sociedad en estos temas. Que sean los jóvenes quienes nos denuncien y propongan cómo ser comunidades (y parroquias, colegios, congregaciones, movimientos, familias, organizaciones) más sostenibles y en sintonía con lo dicho por el papa Francisco.

Y que el Espíritu sople en su interior, para que descubran que merece la pena dedicar la vida entera a esta lucha por la vida plena de todos. ¿Cómo nos cuesta tanto a la Iglesia ver que este momento histórico tiene mucha garra para tantos jóvenes que quieren darse con generosidad? ¿Qué la «ecología integral» y los nuevos estilos de vida que requiere son un camino amplio donde entregarse y crecer, también como discípulos de Jesús, el joven artesano de una aldea de Galilea? (Por cierto, siendo la Iglesia además la organización social con más implantación en la España rural, ¿cómo no atiende mejor en nombre de estos nuevos paradigmas a los jóvenes rurales? ¿Cómo hacer resucitar a las parroquias rurales como signos pascuales de un mundo que necesitamos y no cuidamos? Se me ocurre que hasta hermanándonos entre comunidades parroquiales urbanitas y rurales aisladas. En fin, hay mucho donde crecer y ser creativos).

Y en la ciudad, donde se mueven nuestros jóvenes principalmente, deberíamos saber recoger las ansias de vida sana y equilibrada, solidaria y fraterna, que muchos jóvenes reclaman (basta ver cómo nuestros voluntariados siguen convocando a tantos jóvenes buenos y generosos… y cómo nos cuesta transmitirles al buen Jesús… y quizás escuchar lo que en ellos nos está gritando). Y, además, eclesialmente tenemos muchos recursos, ¿para qué queremos tantas casas de retiros si no las ponemos al servicio de esta nueva brecha de evangelización, en respuesta a tanta sed de silencio y naturaleza? La casa Adsis de retiros de Valencia, en medio de la naturaleza, está a disposición para todo esto. ¿Y cómo implicar a las comunidades contemplativas rurales en este sentido también? La Laudato si me parece un desafío interesantísimo para la vida monástica…

El papa Francisco va por delante haciendo opciones y gestos personales de vida austera y humilde, haciendo una lectura creyente ante la crisis general, dando unas respuestas posibles y alentando las nuevas, comunicando una denuncia valiente y generando una esperanza combativa muy latinoamericana y de sabio anciano jesuita. Nuestros jóvenes pueden conectar con todo ello.

Pasemos pronto de lo individual a lo comunitario, construyamos parroquias ecológicas y colegios saludables (los comedores con alimentos de agricultura ecológica serían un gran paso adelante). Urgen cambios de hábitos alimentarios y una inexorable transición energética que, como consumidores y ciudadanos, nos toca asumir, nos guste o no («es más fácil cambiar de religión que de dieta» decía una escritora). Urge adoptar con los jóvenes una mirada a largo plazo y una sobriedad libre por descubrir, verdaderamente revolucionaria hoy. Será bueno redescubrir los sacramentos como momentos cumbre donde comprometerse y saborear lo vivo y nuevo.

En mi parroquia valenciana estamos en transición ecológica… dando a conocer la encíclica papal en los grupos de Cáritas, celebrando con scouts y niños/as del proyecto escolar el día del árbol y el de las aves e iniciando un huerto urbano, usando la bici, celebrando fiestas y campamentos más ecológicos, reciclando y reutilizando todo lo posible, evitando plásticos, consumiendo energía renovable (SomEnergia), siendo clientes de banca ética, poniendo bombillas led…

Todo eso y más lo puede hacer cualquiera. Animémonos y compartamos experiencias (yo lo hago en Facebook en el grupo Ecologia Integral Adsis Santa Marta). Un saludo.

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