PARA SER FELICES. CRISTIANISMO Y FELICIDAD – Pilar Yuste Cabello

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PARA SER FELICES. CRISTIANISMO Y FELICIDAD RPJ 560Descarga aquí el artículo en PDF

Pilar Yuste Cabello

pilaryuste@gmail.com

Licenciada en Estudios Eclesiásticos, en Teología Dogmática y en Psicología Clínica. Máster en Migraciones y Relaciones Intercomunitarias y en Psicoterapia Individual y de Grupo. Profesora, madre, mujer buscadora de sentido y de felicidad. Como cristiana ha dedicado su vida a tender puentes ecuménicos e interreligiosos y a colaborar en el tejido social desde su compromiso con el crecimiento personal, el feminismo, la ecología, el pacifismo y la interculturalidad. Todo ello desde la investigación, la docencia, el acompañamiento, la divulgación dentro y fuera de España, y el activismo social.

Actualmente es miembro de Agar, de ATE, de la Asociación Europea de mujeres en la investigación teológica, del Fórum Ecuménico de Mujeres Cristianas de Europa. Fundadora y presidenta de ACERCÁNDONOS y OIKOLOGISTAS.

Algunos de sus proyectos de educación en valores, ayuda mutua académica y emocional, y solidaridad internacional han sido premiados y reconocidos por diversos medios de comunicación. 

«Os digo esto para que mi alegría esté en vosotros,

y vuestra alegría sea completa» (Juan 15,11)

  1. SOMOS INFELICES BUSCADORES DE FELICIDAD

«Felicidad, qué bonito nombre tienes» (La cabra mecánica)

Podemos comenzar este texto con un ejercicio. Intentamos recordar interiormente tres momentos de tristeza intensa. Posteriormente, otros tres momentos de felicidad intensa. Finalmente valoramos qué dos tipos de recuerdos afloran más fácilmente y si guardan o no relación con nuestra fe.

nuestro cuerpo es templo de Espíritu Santo y no cárcel del alma

Generalmente nos cuesta más recordar y saborear lo positivo que lo negativo. Los recuerdos negativos se fijan una media de cinco veces más intensamente que los positivos. Pero paradójicamente pasamos toda nuestra vida buscando la felicidad. Todos queremos ser felices. Estamos programados para ello según estudia Nancy Etcoff. Nuestros neurotransmisores son unos potentes vehículos para ello: la dopamina para el refuerzo y el deseo, la oxitocina para el placer, la serotonina y las endorfinas para la sensación de bienestar. De hecho, los bebés prefieren el sabor dulce a amargo, la sonrisa y el bienestar al dolor. Pero muy frecuentemente somos felices sin tener conciencia de ello. Y solo solemos serlo cuando perdemos ese estado y anhelamos volver a él. Por ello es necesario hacer gimnasia de positividad. Funciona. La epigenética nos ayuda a modificar esos estados y, por ejemplo, como estudia Punset, el hipocampo (encargado de la memoria) crece en taxistas de Londres, pero se encoge con estados de estrés.

Por otro lado, la felicidad es subjetiva y relativa (no absoluta). Según varios estudios vivimos en uno de los países más felices del mundo, aunque no lo sintamos así.

Y no puede ser imperativa. La mayor parte de presentaciones sobre la felicidad son sabiduría barata de aprendizajes habitualmente fallidos. Nuestra felicidad parece escrita dentro de una galletita china de la fortuna que tras una gymkhana esotérica solo algunos privilegiados lograran abrir. Resulta un objetivo imperativo y a la vez incierto, que hace que muchos miremos con cierto recelo a la llamada psicología positiva. Hay que acoger la tristeza y pensar que la vida no es un estado de felicidad permanente que si no se tiene se compra.

Aceptación. Sin duda la felicidad tiene que ver más con el trabajo que hagamos con nuestro espejo que con una siempre conveniente brújula. Saber quién somos, entenderlo, acogerlo…

Y es algo integral. Como lo es nuestra identidad: bio-psico-social (Ángela Corral). Yo añado espiritual. De todo nuestro ser (1 Tes 5,25). Porque nuestro cuerpo es templo de Espíritu Santo y no cárcel del alma. Y esa identidad integral (holista según el anglicismo) se vive en evolución permanente. Mantenemos nuestra identidad, pero se va acrisolando, forjando, gracias a experiencias y condicionantes médicas, históricas, culturales, económicas, afectivas, religiosas, relacionales… yo soy yo y mis circunstancias. No sería igual de haber nacido en otro tiempo o lugar o familia. Y por ello es importante la aceptación y reorientación de todos esos factores. Si el cielo te envía limones… 

En camino. Una de las imágenes vitales más veraz es la del camino y la búsqueda interior y exterior. La alegría se cultiva, se cuida. El camino, como el del héroe de las mil caras (J. Campbell), como el de Jesús, como el de cada uno/a de nosotros, implica valor, riesgo, inevitables fracasos que asumir y de los que aprender, e inevitables éxitos que asumir y de los que aprender igualmente. Y aprendemos también de las experiencias y relatos de otros.

La felicidad no puede ser solo individual

  1. OJO CON LOS ATAJOS ACTUALES

Individualismo, soledad, hedonismo, materialismo, intolerancia al fracaso y frustración, muerte y dolor como tabú, abuso de ansiolíticos y estupefacientes, sectas destructivas, etc. Son atajos que nuestra sociedad contemporánea occidental nos ofrece, pero que llevan a una infelicidad y a una soledad mayor.

La felicidad comercializada, controlada: impossible is nothing… nadie se lo cree, pero son mantras que venden y que calan. Como modelos patológicos de triunfadores millonarios, que solo nos conducen al consumo compulsivo, explotador y biocida. Beneficio de pocos, engaño para casi todos.

La felicidad no puede ser solo individual, como quien llega a una bellísima playa, pero desierta. 

«El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado» (Papa Francisco, Evangelii Gaudium 2).

En un momento post-pandemia de altísimas cotas de psicopatología, especialmente preocupante en menores, ni el análisis ni las soluciones son fáciles, pero incuestionablemente hay formas de paliar y mejorar la situación.

«Pero en nuestra sociedad hay valores maravillosos, semillas de Dios, signos de los tiempos» (Juan XXIII, Pacem in Terris). La autonomía, la libertad, la solidaridad, los derechos humanos, la asertividad, la igualdad de derechos, el valor de la Naturaleza… son sin duda Reinado de Dios ya aquí entre nosotros… pero todavía no en plenitud.

Existen fundamentalmente cuatro pilares para «cultivar una vida con sentido

  1. TEST AL CRISTIANISMO

Existen fundamentalmente cuatro pilares para «cultivar una vida con sentido». 

Simplificando y resumiendo hasta el extremo, propongo que comprobemos si el cristianismo aprueba este examen:

  • Sentido de pertenencia. Un colectivo del que formas parte: familia, amigos, etc. Frente al individualismo imperante, en el cristianismo la dimensión comunitaria, eclesial dentro de una tradición secular, nos arraiga. Aunque a veces sin la calidez y significatividad que nos gustaría.
  • Propósito. Una misión, no referida a trabajo. Frente al hedonismo y la competitividad (que tarde o temprano abocan a la infelicidad), el cristianismo implica una misión (apostólica) realmente hermosa, el amor encarnado. Amar como Jesús hizo no resulta fácil, pero es difícil encontrar tarea más hermosa. 
  • Trascendencia. Frente al materialismo imperante, la trascendencia cristiana, a través de todas sus expresiones, arte, celebración, contemplación, compromiso evangélico, nos sitúa más allá de materia, espacio y tiempo.
  • Narrativa. Contarse y contar la historia de tu vida. La consciencia de lo sucedido. Frente a la falta de sentido, los relatos evangélicos hechos carne en cada historia como Buena Noticia, y la propia misión evangelizadora de expandir ese mensaje, tienen mucho que aportar.

Así que, desde ahí, podríamos afirmar que el cristianismo es un camino viable de sentido y felicidad.

Pero si volvemos al ejercicio inicial, acerca de los recuerdos positivos y negativos, nos planteábamos ¿qué papel jugaba nuestra fe en ellos? Sin duda, la experiencia religiosa en nuestro momento no solo sufre grandes tasas de secularización, sino casi peores de falta de significatividad y, por supuesto, de evangélica radicalidad. Puede que no sea así, pero hay muchas personas carentes de fe y de la sal evangélica requerida para vivir en Cristo.

  1. ¿PERO POR QUÉ VALORES QUE NO NOS HACEN REALMENTE FELICES SIGUEN VENDIENDO, Y NO EL CRISTIANISMO?

Difícil cuestión. Planteo hipótesis. 

  • Como Iglesia, sin duda, y especialmente en España, se nos está pasando factura de pecados pasados.
  • En casas con frecuente tibieza religiosa, nuestra fe se ve modelada por la teología de nuestras abuelas, por profesores manifiestamente ateos o por catequistas sin formación. Y, como decía mi querida Pilar Barbazán, ya no cabemos en nuestros preciosos zapatitos de primera Comunión, pero tampoco resulta fácil caminar descalzos (añado).
  • La religiosidad tradicional, que según todos los mejores estudios sociológicos ayuda a mantener una raíz religiosa (que obviamente luego hay que articular), ha sido denostada incluso por la mayoría de teólogos y teólogas.
  • Hay muchas realidades eclesiales con las que nuestra sociedad no comulga: moral sexual enormemente restrictiva, celibato obligatorio, incoherencia con pobreza, patriarcado eclesial, clericalismo y verticalidad, etc. Y es más que comprensible.
  • El compromiso evangélico resulta a veces difícil de asumir.
  • Con la propuesta «o Dios o el dinero» la elección está hecha. Sin duda han pesado más los valores sociales de materialismo, consumismo, competitividad. Ni hace falta analizar que no nos pueden llevar a la felicidad, pero han enraizado en nuestros corazones y en nuestra vida. 
  • La negación tradicional (que no evangélica) de la sexualidad y de todo lo referente al cuerpo chirría actualmente, especialmente entre la gente joven. Sentido proviene de sensación, sentimiento. Sensato es alguien que siente, no que no se inmuta.
  • La imagen de una religión aburrida, donde la risa es estridencia y la alegría síntoma de posible pecado, hace huir a cualquiera. Iglesias llenas de gente mayor, ritos aburridos… un Dios preconciliar y, paradójicamente, nada parecido a Jesús. El miedo ata, pero no vincula, la sumisión no lleva a la felicidad. Teresa de Jesús afirmaba que un santo triste es un triste santo. Francisco de Asís evangelizaba cantando… y en calzones. El Cristo de Xabier sonríe. La Cruz no tendría sentido, como nuestra fe, si no es por la Resurrección.
  • Por otro lado, las experiencias y espacios de alegría y conexión, un papa risueño, comunidades cálidas… acaban no siendo significativas en un tsunami anti-religioso o de religión no atractiva. 
  1. CRISTIANA NO ES ADJETIVO DE FELICIDAD. SÍ UN CAMINO. EVANGELIO Y TRADICIÓN

La felicidad es. Sin más. Eres o no eres feliz. Aunque nunca en todo momento.

Lo cristiano es el camino que puede llevar a la felicidad. Y ojo con qué camino elijes, porque la felicidad es el camino.

El camino cristiano a la felicidad sí se adjetiva. Es expansivo, compartido, exuberante, sin límites, con sentido… «Si es sano, es santo» afirma Radford Ruether. Nos hace libres y conlleva mayoría de edad. Es una felicidad para, con y absoluta

Frente a la intolerancia al fracaso, saber que en todo camino hay algo de cruz, pero el final de la historia es la resurrección

Felicidad y un sentido basado en el Amor de Dios y en el amor que nosotros estamos llamados a ser en el mundo.

Amor subversivo, valiente, que toma partido, que para afirmar y acompañar se enfrenta, abre espacios…

«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Papa Francisco, Evangelii Gaudium 1).

«El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: “Alégrate” es el saludo del Ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto María proclama: “Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi Salvador” (Lc 1,47). Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: “Esta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud” (Jn 3,29). Jesús mismo “se llenó de alegría en el Espíritu Santo” (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: “Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena” (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: “Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn 16,20). E insiste: “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría” (Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, “se alegraron” (Jn 20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad “tomaban el alimento con alegría”, había “una gran alegría” (8,8), y ellos, en medio de la persecución, “se llenaban de gozo” (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, “siguió gozoso su camino” (8,39), y el carcelero “se alegró con toda su familia por haber creído en Dios” (16,34). ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?» (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 5).

En Juan 15, en el discurso eucarístico todo se llena de sentido… y felicidad: 

«Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Juan 15,11-17).

1 Tesalonicenses 5,6-18: «Estad siempre alegres, orad sin cesar, dad gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para vosotros en Cristo Jesús».

Filipenses 4,4: «Estad alegres, os lo repito, estad alegres».

Romanos 12,12: «Alegraos en la esperanza, mostrad paciencia en el sufrimiento y perseverancia en la oración».

Romanos 12,15: «Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran».

Etcétera, etcétera, etcétera.

  1. LA RECETA: AMOR COMO VIAJE DE IDA Y VUELTA. AMOR RECÍPROCO Y SIN LÍMITES (MÁS LOS QUE EL AMOR SANO IMPLICA)
  • Dios Amor (1 Juan 4,8), que libera. Dios de Vida, de Alegría y de Paz.
  • Un Jesús que no obliga ni condena, invita, persuade, a veces sin éxito, como con el joven rico (Marcos 10,17-30).
  • Un Padre que nos ama incondicional y eternamente (Lucas 15,11).
  • Una religión inclusiva (Gálatas 3,28) y universal, católica.
  • Un amor subversivo. Bienaventurados, felices… (Mateo 5; Lucas 6).
  • Un Reinado de Dios sin angelotes aburridos tocando la lira, sino como fiesta con el mejor vino, la mejor comida, música y danza.
  • Encarnación, como fe que no aliena, sino que nos diviniza (Mateo 5,48. Lucas 6,36)
  • Un Evangelio que empodera y da misión (Juan 20,1s.11-18).
  • Una comunidad que acompaña: «Estaré con vosotros hasta el final del mundo» (Mt 28,20).
  • En horizontalidad, sin sumisión (Hechos 2 y 4).
  • En mayoría de edad y libertad absoluta (Gálatas 5,1).
  • Sin miedos (Marcos 6,50).
  • Con la exuberancia de la felicidad, como el vino de la fiesta de Caná (Juan 2).
  • Con la fuerza del Espíritu (Hechos 2).
  • Con entusiasmo. Enthousiasmós significa lleno de Dios.
  • Resurrección, Pascua, paso a la Vida absoluta y definitiva. La Cruz no es el final. «Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe» (1 Corintios 15,17). Como las resurrecciones cotidianas y nuestro compromiso contra toda muerte y dolor.
  1. LO ÚNICO IMPORTANTE…

¿TE ATREVES A DAR EL SALTO?