Eloy Fernández Dominguez, Escolapio.
Tuve la suerte de presentar, junto con Cristina Inogés, teóloga y participante en la fase final del Sínodo para la Sinodalidad de la Iglesia, el nuevo libro de Margarita Saldaña, Palabras Vitales. Para mí, fue una experiencia novedosa, un gesto de confianza y algo entrañable. Pero, sobre todo, significó la oportunidad de acercarme de nuevo a las propuestas de la autora que son siempre muy sugerentes. Ahora, escribo esta reseña en nuestra Revista de Pastoral Juvenil, sabiendo que recomiendo una excelente propuesta de lectura para el crecimiento personal y de formación para grupos, desde las edades de jóvenes adultos en adelante. Creo que la apuesta de pasar un curso de lectura conjunta en torno a este libro es garantía de profundidad y un buen recurso para entrar en diálogo sobre lo esencial de la persona y su fe.
Este libro hace un recorrido por nueve palabras vitales[1]. Palabras que dan y transmiten vida. En voz de la propia autora: frente a las palabras que restan, quitan o anulan la vida, hay palabras de vida que emergen desde lo más íntimo de nosotros y tienen el poder de iluminar nuestro camino, sugiriéndonos qué rutas tomar o dejar atrás. Margarita Saldaña agarra, desmenuza y les extrae todo el jugo de lo cotidiano para cuestionarnos cómo vivimos en lo cotidiano. El recorrido de cada uno de los nueve capítulos nos va a ayudar a preguntarnos: ¿Cómo estoy viviendo mi día a día? ¿Qué estoy haciendo con mi vida cotidiana? ¿Qué visión nueva me llega de mi fe? Son preguntas que nos van a ayudar a visitar la parte más grande de nuestra vida, a la que más tiempo dedicamos y que, paradójicamente, vivimos en piloto automático: la cotidianeidad. Este libro, por tanto, es un recorrido por nuestra vida para plantearnos cuánto de vitalidad evangélica tiene.
Diría que este libro es:
Evangélicamente fiel- Fielmente evangélico. El centro de interés de Margarita, como teóloga pero también como consagrada, está en la vida del Señor en Nazareth. En esa vida aparentemente rutinaria y visiblemente desconocida en la que -también paradójicamente- fue donde se forjó el Hijo de Dios: el carácter, la fuerza, la oración, el amor al Padre que Jesús de Nazareth desplegó en el momento breve de su vida pública en el que queda de manifiesto que “Dios se ha hecho hombre para salvarnos» (conf. Cap. 1; Humanización).
Margarita es una maestra en iluminar esta etapa de la vida de Jesús. Y desde ahí nos cuestiona cómo vivimos lo cotidiano. Como le gusta decir a ella: ¿Cómo habitamos nuestra rutina? Precisamente porque es donde vivimos, precisamente porque es la oportunidad del 95% de nuestro tiempo.
Estas nueve palabras, con la potencia narrativa de la autora, entran en ese espacio y nos da claves de discernimiento al estilo de la Palabra -con mayúsculas- de la que dice la Carta de Hebreos: “es palabra viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4, 12).
Terapéutico y sanador. Mientras leía el libro pude hacerle una bonita prueba con la palabra «SOSIEGO», una de esas nueve. En un día especialmente intenso y lleno de “cosas”, necesitaba ese alivio interior que a veces necesita nuestra vida ajetreada y -por qué no decirlo- un poco accidentada. Agarré el libro, miré el índice buscando un capítulo que me atrajera y pudiera dar esa paz que buscaba. Y me topé con la palabra «SOSIEGO». La lectura me reconectó y me resituó.
Estos dos prefijos -RE- son muy importantes. Las palabras realmente sanadoras -por ejemplo, las que nos dirige un acompañante personal en la fe- son las que nos resitúan y nos reconectan. No son las palabras que queríamos oír al principio; sin embargo, son las que necesitábamos. Algo de esto tiene el libro de Margarita. El libro es terapéutico porque nos resitúa y reconecta con el latir de la vida. Lo hace entrando en profundidad en ese tema que tanto se habla hoy sobre verdadero cuidado (otra de las especialidades de Margarita Saldaña. Su libro Cuidar, Relato de una aventura se trabaja en el ámbito sanitario).
Giro de perspectiva Bromeando, decía en la presentación del libro, que Margarita siempre sabe dar un giro “saldañiano” a los argumentos. Está el giro copernicano y está este giro que no sé si lo nombro con buena fortuna. Yo lo definiría como un saber entrar en los detalles finos para ahí indagar y encontrar alguna clave nueva que nos ayuda a releer el Evangelio de un modo real pero nuevo y, de este modo, pasar a ver nuestra vida desde otra perspectiva. Un ejemplo en este libro lo vemos en la reinterpretación del pasaje del pesebre (Lucas 2, 7), con una nueva lectura creíble y que cuestiona aún más profundamente las claves de la humildad (conf. p. 154).
Frecuentar el futuro El libro cita y profundiza en el pensamiento del Papa Francisco. Creo que ayuda a comprender algunas claves de sus propuestas eclesiales y misioneras. Pero lo más interesante es que este libro nos acerca a la tarea nada fácil de acometer una de los grandes procesos que nos propone Francisco, una de sus líneas de fuerza más de fondo: frecuentar el futuro. Margarita Saldaña nos cuestiona y nos ayuda a plantear qué quiere decir la palabra «sinodalidad” y la corresponsabilidad que supone; o la clave profundamente espiritual para vivir de otro modo: vivir con sobriedad será vivir como cristianos y como Iglesia vivir abajándose como el mismo Jesús (conf. Sobriedad, capítulo 5, donde se habla de estilo de vida Kenótico).
Didáctico. Con este adjetivo quiero señalar no sólo el estilo ameno de narrar de Margarita, que engancha con anécdotas que sitúan e iluminan la mirada profunda sobre realidades complejas de un modo sencillo. También en su propia estructura y estilo está esta clave que ayuda a acercar el contenido muy profundo al cristiano de a pie. Incluyendo que al final de cada capítulo hay unas preguntas para ayudar a la reflexión o, incluso, a la puesta en común.
Acabo haciendo hincapié en la idea con la que abría esta reseña: sin duda creo que puedo recomendar un buen instrumento en torno al cual se puede convocar a personas, grupos y comunidades para revisar, trabajar y proyectar lo profundo de la fe y la vida. Encontrar esto hoy -necesitados como estamos de claves evangélicamente profundas a la vez que muy conectadas en lo pastoral con la realidad- es un verdadero tesoro.
[1] Las nueve palabras vitales son: Humanización, Ternura, Fraternidad, Sosiego, Sobriedad, Conversión, Sinodalidad, Humildad, Visibilidad