Pacto educativo, la vida consagrada se pone las pilas – Javier Alonso

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Javier Alonso

jalonso97@gmail.com  

Para el pasado mes de mayo de 2020, el papa Francisco convocó a muchas instituciones educativas a un gran evento internacional en Roma. Detrás estaba su preocupación por reconstruir «el Pacto Educativo Global». Con la irrupción de la pandemia, se aplazó para el 15 de octubre de modo virtual en espera de que pasara más tiempo y fuera posible la realización de un evento presencial. 

La inquietud por el tema ya venía de atrás y era una constante en los discursos del papa. En un encuentro especial que tuvo con los escolapios el 10 de octubre de 2017, los animaba a reconstruir el Pacto Educativo. Afirmaba que la educación en este momento «es un desafío grande porque el Pacto Educativo en general está roto y hay que reconstruirlo lo que incluye necesariamente a la familia. Hoy día en la educación no puede estar ausente la familia, la familia como venga».

La idea de Francisco está muy clara. Hay que impulsar una educación que sea portadora de una alianza entre todos los componentes de la persona: entre el estudio y la vida; entre las generaciones; entre los docentes, los estudiantes, las familias y la sociedad civil con sus expresiones intelectuales, científicas, artísticas, deportivas, políticas, económicas y solidarias. Una alianza entre los habitantes de la Tierra y la «casa común», a la que debemos cuidado y respeto. Una alianza que suscite paz, justicia y acogida entre todos los pueblos de la familia humana, como también de diálogo entre las religiones.

En este marco, también se estaba organizado en Roma la «Aldea de la Educación», una feria educativa donde se expondrían las mejores experiencias educativas internacionales, ilustradas por jóvenes estudiantes procedentes de todo el mundo. 

Cuatro dinamismos educativos se quieren promover en esta «aldea educativa»:

  • Ecología integral.
  • Dignidad y derechos humanos.
  • Paz y ciudadanía.
  • Solidaridad y desarrollo.

El papa Francisco invitaba a todos los que se preocupan por la educación de las jóvenes generaciones a firmar un Pacto Educativo Mundial, para generar un cambio de mentalidad a escala planetaria a través de la educación.

Sin duda, esta convocatoria ha abierto un debate interno en las instituciones de la Iglesia. Hay una conciencia clara de que debemos adaptar nuestros proyectos educativos a los nuevos desafíos que vive la humanidad. Se necesitan nuevos paradigmas y, sobre todo, la unión de todos para que la educación genere un cambio real.

La propuesta del papa es como una viento fuerte y fresco que hay que aprovechar para que nuestros barcos retomen nuevo impulso y naveguen en buena dirección. De hecho, muchas instituciones ha han celebrado eventos para concienciar a los educadores sobre la importancia del Pacto Educativo.

Uno de los eventos más significativos ha sido el Seminario on line del 12 al 14 de noviembre que ha organizado la comisión de educación de la USG (Unión de Superiores Generales) y la UISG (Unión Internacional de Superioras Generales), asociaciones que agrupan los Institutos de Vida Consagrada de la Iglesia. Para ello, un grupo de 700 participantes conversaron con la ayuda de la metodología de Indagación Apreciativa, que usa el diálogo como herramienta para el cambio.

Al organizar el evento, la comisión se planteó los siguientes objetivos:

  • Profundizar en el desafío de la reconstrucción del Pacto Educativo Global propuesto por el papa Francisco. 
  • Reflexionar sobre el papel de la escuela católica ante este desafío, buscando caminos comunes de trabajo en red.
  • Conocer el método Indagación Apreciativa, de alto interés para nuestras congregaciones en sus procesos de análisis, discernimiento, planificación y toma de decisiones.

Abrió el Seminario el padre Pedro Aguado, superior general de los escolapios en calidad de presidente de la comisión. Nos leyó una bellísima carta que había escrito el papa Francisco con motivo de este evento. 

El papa escribe en estos términos: «la vida consagrada ha estado siempre a la vanguardia de la tarea educativa. Ejemplo de ello es san José de Calasanz, que levantó la primera escuela de niños, pero también los religiosos que lo educaron en Estadilla y mucho antes los monasterios medievales que preservaron y difundieron la cultura clásica. De esta fuerte raíz, han surgido en todas las épocas de la historia distintos carismas que, por don de Dios, han sabido acomodarse a las necesidades y desafíos de cada tiempo y lugar. Hoy la Iglesia los llama a renovar ese propósito desde la propia identidad, y les agradezco que hayan tornado este testigo con tanto empeño y entusiasmo»”.

Seguidamente, monseñor Zani, secretario de la Congregación para la Educación Católica, dirigió unas palabras que nos animaban a darle vida al Pacto Educativo desde los diferentes carismas.

La dinámica de trabajo la llevó magistralmente Miriam Subirana, experta en la metodología de Indagación Apreciativa y directora del Instituto IDeIA. Por supuesto, con ayuda de un buen equipo de trabajo.

La Indagación Apreciativa es un proceso y una metodología que impulsa el cambio, incrementa las fortalezas y las convierte en hábito promoviendo el crecimiento, la ilusión y la motivación. Defiende que, para ser efectivo, el cambio requiere velocidad, ejecución clara y acuerdo a todos los niveles. Logra esto involucrando a todos los grupos de interés de forma colaborativa en el proceso de toma de decisiones.

Después de una conferencia inicial para explicar bien la metodología de trabajo, se hicieron siete grandes subgrupos por grupos lingüísticos. A su vez, en cada uno de ellos se formaron subgrupos de ocho personas para los diálogos. 

El producto final fue una serie de declaraciones y pautas de acción sobre el Pacto Educativo, un material extraordinario que deberá analizar la comisión de educación y decidir qué hacer con las conclusiones del trabajo.

Aunque el tiempo ha sido poco, ha sido un verdadero sínodo que ha comenzado a diseñar un proyecto global para nuestras escuelas. Esperamos con ansia las conclusiones para que nos puedan servir de inspiración a nuestras familias religiosas. 

La llama está prendida en muchos. Deseamos que, como el fuego olímpico recorra todas nuestras obras educativas para que se muchos más educadores se sumen al hermoso proyecto de fraternidad universal impulsado por el papa Francisco.

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