Joseph Perich
Un científico recluido en su laboratorio intenta hallar la fórmula para poder arreglar el mundo. Su niña no para de distraerlo preguntándole por su problema. Este padre toma el “mapamundi”, lo destroza con unas tijeras y lo coloca en la habitación contigua, invitando a la niña que si quiere arreglar el mundo empiece por rehacer aquel rompecabezas. De esta forma se podría olvidar de ella. Sin embargo, al cabo de media hora la niña vuelve para decirle que ya lo tiene arreglado.Su padre, incrédulo, va a comprobarlo y debe reconocer la evidencia: su hija había reconstruido el mundo. -¿Cómo lo has hecho? –Muy sencillo. Cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo observé que por detrás había la fotografía de un hombre. Giré de lado los trozos para empezar a reconstruir aquel hombre, que sí sabía cómo era. Lo he ido pegando y… ¡así he arreglado el mundo!
REFLEXIÓN:
Los que gobiernan nuestro mundo, los más fuertes (políticamente, científicamente y militarmente) se cansan de repetir que nos quieren arreglar el mundo. Pero tienes la impresión de que con su prepotencia cuanto más «lo barajan», más lo estropean.
En cambio, ¿cuántas veces el llanto de un niño ha hecho bajar el tono de voz de unos padres peleados? ¿Cuántos niños han conseguido que el padre o la madre, avergonzados, tengan que fumar a escondidas? ¿Cuántos apadrinamientos y adopciones de niños del Tercer Mundo han devuelto los colores a la cara de una familia insatisfecha? ¿Cuántos niños son la motivación para que deseen seguir viviendo los abuelos?…
Hundidos en el sofá, frente al televisor, pronto escucharemos sin ningún pudor como los presidentes de los Bancos y Cajas nos notifican sus descomunales beneficios del 2.0… como si se tratara del ranking de una competición deportiva. Unas ganancias siempre muy superiores al año anterior. Mientras el coste de una hipoteca cada vez hace más difícil que una pareja pueda emanciparse y conseguir una vivienda. Pero el mundo bancario aprovechándose de que el joven aún no es suficientemente consciente del riesgo, consigue engancharlo. A partir de ahí se genera toda un espiral deshumanizadora: Trabajar los dos más de lo que se les puede pedir, a menudo con unas condiciones laborales muy precarias; falta de vida familiar y de posibilidades de participar en la vida social (asociaciones vecinales, culturales, deportivas,…); implicación de los abuelos exagerada cuando hay nietos; desequilibrios psicológicos (stress, depresiones, agresividad…)
No sé ven muchas instituciones y ni ningún partido político de renombre que se atreva a hacer frente a las ganancias abusivas, y a denunciar la deuda social del mundo de la banca. ¿No será que están atrapados también por los favores o préstamos recibidos? Si fuera así nuestra democracia sería vacía de contenido. Se trataría de «votar, callar y ver la tele» La dictadura del dios dinero se habría impuesto. Otro mundo es posible, otra democracia es posible.
Precisamente en este comienzo de curso en las Parroquias de Blanes nos encontramos con algún niño que no quiere «hacer la Comunión» por inquietud o pánico que le causa pensar que tendrá que ser el centro de un espectáculo artificioso y espectacular. El chantaje de algún padre o madre para conseguir que el niño o niña no abandone la catequesis de Primera Comunión es que le harán muchos regalos ese día. ¡Sólo faltaría que tuviera que anular el restaurante apalabrado, cuando ya se tiene asumido pedir un préstamo al banco!
Estos niños «rebeldes» no podrían ser los profetas de que se sirve Dios para decirnos: «¡decídanse de una vez a desinflar el globo de las Primeras Comuniones y regresar al espíritu de la Última Cena!». Algunos padres ya han reaccionado y proponen alternativas más de acuerdo con estos «niños-profetas» y con el deseo de las parroquias. También por ahí podemos empezar a arreglar nuestro mundo. El obispo Pedro Casaldáliga en la Agenda Latino-Americana de 2007 da en el clavo:
«Sólo pensando libremente, críticamente, autocríticamente, y practicando coherentemente, iremos dando credibilidad a esta nuestra convicción: Otra democracia es posible. Para que este mundo, malherido, desconcertado y todavía impenitentemente soñador, sea de verdad casa feliz de una humanidad fraterna».
En época electoral (autonómicas, municipales,…) «¡quien sea fraile que tome candela!»