Estamos en un momento precioso para la Iglesia en el que se respira un aire nuevo que invita a entrar, a participar, a sentirnos parte de nuestra Iglesia. Se abren nuevos caminos, nuevas formas de participación, por ello también es momento de nuevas vocaciones.
Las Escuelas Pías de Emaús, hace ya más de 10 años que tuvieron la gran intuición, como san José de Calasanz en su momento, de dar respuesta a distintas vocaciones que estaban surgiendo en la familia escolapia. Teniendo presente el trabajo pastoral en los colegios y en las obras de las Escuelas Pías, la opción por el camino conjunto entre religiosos y laicos, así como el deseo de impulsar todas las formas de participación en el carisma escolapio, exigen un esfuerzo creciente en lo relativo a los recursos humanos y agentes de pastoral, el ministerio laico de pastoral surge como una manera de responder a las necesidades evangelizadoras actuales.
Gracias a la dimensión sacerdotal de la Orden y su ministerio ordenado escolapio, los ministros laicos de pastoral continuamos la labor propia que Jesús encomendó a su Iglesia a través de los pastores. Es la participación en esta labor la que confiere identidad pastoral al ministerio.
Yo soy antigua alumna de los Escolapios en Sevilla (Calasancio Hispalense) y he formado parte desde pequeña del Movimiento Calasanz, en este proceso opté por vivir mi fe en comunidad dentro de la Fraternidad Escolapia y llegó un momento en el que un escolapio que me conoce muy bien me propuso comenzar este proceso de discernimiento y preparación para el ministerio, más adelante nuestro provincial de entonces, ahora Padre General, Pedro Aguado, me especificó que me lo ofrecían como mujer, esposa y madre valorando lo que ello aporta y supone en la encomienda, lo cual me tranquilizó y agradecí enormemente en ese momento. Desde el momento inicial lo he vivido como una bendición por poder servir de esta forma en la Escuela Pía y a la Iglesia trabajando juntamente con religiosos y otros laicos en la pastoral juvenil; con alegría por vivir esta renovación de la Iglesia en la que la mujer se hace cada vez más presente y de manera natural participa de la misma manera del ministerio y sintiendo que aporta crecimiento en lo personal, en mi familia y en mi fe.
Regina López
Soy Pilar Navarrete, vivo en Zaragoza, España. Desde hace dos años, llevo la dirección titular del Colegio Escuelas Pías de Zaragoza. Para mí es el mejor colegio del mundo y con la misión más bonita que podemos soñar. Soy orientadora en la ESO, profesora de Religión de chavales de 3º ESO y maestra.
Llevo un grupo de chavales de universidad, dentro del movimiento Calasanz en Zaragoza, nosotros a esa parte de catecumenado universitario hacia la adultez, lo llamamos Jaire (Alégrate).
Pertenezco a la Fraternidad escolapia de Emaús, que en Zaragoza se llama Betania, en relación con el sitio donde Jesús descansaba y se encontraba con sus amigos y hermanos, donde coger fuerzas y reposar, hay tres comunidades de la fraternidad en Zaragoza y la mía se llama San José de Calasanz.
Desde septiembre del 2016 he sido enviada como Ministra de Educación Cristiana en la presencia de Zaragoza. Para ello me formé dos años, en el tema de acompañamiento grupal y personal (coaching educativo y pastoral) de los procesos de grupos de la presencia, pero mi elección de compromiso con la misión escolapia, con el desarrollo y crecimiento de todo lo pastoral, tanto educativo como extraescolar es mi elección de tipo de vida y de inserción en la iglesia.
Leí una frase que decía: «Espectadores, cómplices o comprometidos. Cada uno elija como quiere construir el mundo»; pues hace tiempo que elegí coger los compromisos que me iban llegando, meterme en el barro y participar en la construcción de un mundo mejor.
Me siento profundamente querida por Dios, agraciada, bendecida y solo puedo decir que agradecida por toda la vida que me ha regalado.
Los primeros que me han traído hasta aquí, mis padres, ejemplo de esfuerzo, trabajo y lucha por la justicia y por los demás. Ellos me acercaron a la Escuela Pía en la que me animaron a continuar mi crecimiento y profundizar y de la que siempre se han fiado.
Soy exalumna, pertenezco a grupos desde pequeña, la Escuela Pía es mi casa y mi lugar de inserción en la Iglesia, donde he crecido y madurado mi fe. Poco a poco fue creciendo mi compromiso con este barco escolapio.
Más tarde, el lugar donde comencé mi trabajo, soy Maestra, maestra por vocación, porque me hace feliz, porque estoy enamorada de la escuela, y sobre todo de nuestra escuela. Creo que con la educación tenemos la llave en nuestras manos para transformar el mundo, para ayudar a construir una sociedad mejor que se parezca más a tu Reino, donde haya personas más justas, más pacíficas y más compasivas.
Creo que tenemos una misión importante, el ministerio de la Educación cristiana me ha ayudado a afrontar este reto, de participar en transformar vidas, me da fuerza para creer que con la educación podemos participar en esta construcción y que no se puede ser espectador, que hay que dar pasos.
Esta gran responsabilidad, solo me atrevo a llevarla adelante, porque tengo a mi lado un gran equipo, una gran comunidad que vibra conmigo, que trabaja codo a codo cada día, que sufre y ríe cada día conmigo y por el mismo proyecto.
Me siento afortunada de haber encontrado mi sitio, acabo cada día agotada por la labor, la mies no falta, pero feliz y contenta, ilusionada por la misión y dando gracias a Dios por lo generoso que ha sido conmigo.
Abrumada a veces por tanta confianza depositada en mí, con este ministerio, por la Escuela Pía, pero sé que estoy siempre acompañada por vosotros y que Dios está conmigo.
Os comparto una cita de Marianne Williamson, para mí ha sido reveladora:
«Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límites. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, lleno de cualidades, fabuloso? En realidad ¿Quién eres tú para no serlo? Eres hijo de Dios. El hecho de achicarte no sirve al mundo. No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras. Estamos llamados a brillar, como hacen los niños. Nacimos para manifestar la Gloria de Dios que está dentro de nosotros, no solamente en algunos, está dentro de todos y cada uno de nosotros. Y a medida que dejamos brillar nuestra propia luz, inconscientemente estamos permitiendo que otras personas hagan lo mismo. Cuando nos liberamos de nuestro miedo nuestra presencia automáticamente libera a otros»
Estas palabras me hacen reflexionar mucho, así me siento yo, con la responsabilidad de brillar, de contagiar la luz, para participar en la construcción de un mundo mejor para todos y de ser Iglesia viva y puesta en camino.
Quiero que sepáis que me encuentro cansada a días, atareada, agobiada… pero irremediablemente FELIZ, contenta e ilusionada con la Misión y el ministerio.
Gracias.
Pilar Navarrete
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