Nuestro defensor y protector – Iñaki Otano

Sexto domingo de Pascua (A)

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.

            No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”.  (Jn 14, 15-21)

Comentario:

A veces, cuando se pregunta qué es ser cristiano, se responde que “cumplir una serie de normas”. Incluso se dice que en la Iglesia hay que hacer como se hace en una asociación o en un club de solvencia: el que no esté de acuerdo con una norma, a la calle.

Esa mentalidad requiere un cambio. El ser cristiano es ante todo amar y consecuentemente hacer lo que manifiesta ese amor. Los mandamientos no se cumplen porque sí o porque está mandado sino porque se quiere responder a un amor con amor: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. No es un capricho de un dios arbitrario sino la propuesta de amor de un Dios que quiere mi bien. Veo entonces la mano amorosa de un Padre que quiere indicar a su hijo caminos de auténtica humanidad. El hijo descubre que los caminos que le indica el Padre son un bien para él.

Vivimos en un mundo con sensación de desamparo. Mucha gente se siente perdida, como el niño que se suelta de la mano de su madre en unos grandes almacenes y la pierde de vista. Dicen que para algunos niños es una  experiencia sumamente traumática, Jesús nos dice: No os dejaré desamparados, volveré. Aunque parezca ausente, está presente: yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. No estamos huérfanos; nos envuelve la ternura del Señor que nos ama.

Según el Papa Francisco, “el Señor conoce esta bella ciencia de las caricias, esta ternura de Dios. ¡Cercanía y ternura!”.

En este mundo, que a veces se nos hace hostil: Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El Espíritu nos defiende contra el derrotismo, el desaliento, y nos inclina a hacer el bien, incluso cuando no hay recompensa. No se entenderían tantas acciones de bien, sin pedir nada a cambio, si no fuese porque el Espíritu de Jesús está actuando.

Pero no siempre es fácil reconocer, en la adversidad más absoluta, el amparo de Dios y la presencia del Espíritu Defensor. No puede uno mirar a otra parte escuchando un canto de Atahualpa Yupanki: “Hay cosas en este mundo / más importantes que Dios / que un hombre no escupa sangre / pa que otros vivan mejor”. Pero no hay rivalidad o choque de intereses entre Dios y el hombre que escupe sangre. Al contrario, adorar a Dios implica procurar que ningún hombre ni mujer escupa sangre. Dios se identifica con el que sufre y es su gran defensor y protector.