Nuestra evangelización – José Emmanuel Campa Gándara Sch. P.

Nuestra Evangelización

Enmanuel Campa

Domingo 23 de octubre de 2022 | Domingo XXX del Tiempo Ordinario (DOMUND) 

Lc 18, 9-14: El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que s tenían por justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.

El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».

 

Comentario:

Algunas ocasiones, como educadores, podemos caer en el error de transmitir todos los conocimientos que tenemos y no tener presente a Dios (como la figura del fariseo). Esto nos hace olvidar que, los niños y jóvenes, necesitan un padre o madre, más que un intelectual. Por ello, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre nuestra misión como personas que conducen hacia Jesús (evangelizadoras).

Hoy la Iglesia nos invita a reflexionar sobre el día mundial de las misiones, una oportunidad valiosa para orar y pensar en los diversos carismas que existen en la Iglesia, sobre todo los que están enfocados en la evangelización ad gentes. Pero, ¿Cómo ser un discípulo misionero? La respuesta es; buscando siempre vivir la alegría del Evangelio: sin ella no se hace misión, se anuncia un Evangelio que no atrae. Por otro lado, está la pregunta; ¿Cómo ser un escolapio misionero? Misma respuesta que la anterior pregunta; No es necesario ir a otros países para trasmitir la Buena Noticia, ni pelear para que el P. General nos mande a nuevas fundaciones; se trata de vivir y compartir el Evangelio con los niños, con nuestra familia, con nuestra comunidad.

Ciertamente, la segunda lectura nos recuerda que; la adhesión interior del corazón corresponde a la profesión de fe exterior. No podemos predicar lo que no conocemos, ser misioneros es experimentar un encuentro con el Señor, haber sentido su amor hacia nosotros y dejarnos ver como Él mismo nos mira, para que así, podamos proclamar, con el testimonio y no solo de palabra, que Dios existe y nos invita a estar con Él. Con razón Pablo cita a Isaías diciendo; “¡Que hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas!”. No podemos ser solamente intelectuales buscando trasmitir lo que sabemos. Ser misionero implica educar en el amor de Dios; recordar nuestro lema; evangelizar educando en la piedad y las letras.

Lamentablemente, a veces, nos dejamos llevar más por nuestros títulos académicos que por el amor. Por eso, Lucas hace un fuerte llamado a la humanidad a hacer un alto en nuestras vidas y autoevaluarnos bajo la cosmovisión dos personajes:

  1. El fariseo: Un hombre perfeccionista que mira y desprecia a los que no son como él. Una persona llena de sí misma y no de Dios.
  2. El publicano: Una persona que reconoce ante Dios sus errores y pide perdón de corazón.

Dentro de la misión educativa que se nos ha encomendado, debemos orar para que Dios nos muestre el camino a la justicia. Ser justos es un don gratuito que Dios mismo concede a los que creen en Él. En la segunda lectura aparece seis veces el verbo creer, esto nos lleva a la pregunta; ¿Creemos en Él o solo proclamamos nuestros conocimientos intelectuales? ¿Qué actitudes tengo con los que entran en contacto conmigo?

Por último, Calasanz nos hace una atenta invitación a emplear nuestros talentos en servicio de los niños, que es el medio de conseguir el gran mérito y asegura el camino al cielo. Todo lo demás es tentación del enemigo (11-8-1629).

Que en este día en que la Iglesia nos invita a orar por las misiones, reflexionemos también nuestra misión que Dios nos ha encomendado a cada uno de nosotros, y rumear las preguntas anteriormente propuestas, para que, cuando estemos frente a Jesús Eucaristía, podamos expresar lo que nuestro corazón siente, y Él, con su infinito amor, nos oriente para seguir proclamando, con nuestras acciones, la venida del Reino, y podamos decir con orgullo ¡Creo en Dios!

Que el Señor siempre nos guíe con su mano misericordiosa.

José Emmanuel Campa Gándara Sch. P.