No hay futuro sin raíces – Javier Alonso

No hay futuro sin raíces

Javier Alonso Schp.P

La aprobación del currículo de Secundaria ha provocado reacciones encendidas en muchos sectores de la sociedad española. Consideran que el texto no ha tenido un debate previo y tiene carencias muy significativas.

Desde que los Estados modernos asumieron la responsabilidad de garantizar la educación básica de la población, la han usado para los intereses de la ideología dominante. En cuarenta años de democracia, se han aprobado ocho leyes educativas, cada una de ellas sin el suficiente consenso de todas las fuerzas políticas. En el momento de aprobar una ley, el partido opositor anuncia que, cuando llegue al poder, la derogará y promoverá una nueva. Lamentablemente, así ha sucedido. He leído atentamente el currículo de Secundaria poniendo el foco en cómo plantea los contenidos de la historia de España y Europa. El documento afirma que vivimos en una sociedad multicultural y, por tanto, pide que se conozcan las diversas identidades nacionales y los colectivos que han sufrido marginación a lo largo de la historia. Me llama la atención que, al hablar de las raíces de la cultura occidental, no hable de la influencia del cristianismo y cite explícitamente las civilizaciones judía e islámica. Es una ausencia intencionada que pretende borrar de la memoria colectiva toda conexión con la cultura clásica y la fe cristiana que nos ha configurado como sociedad.

Por otro lado, la enseñanza de la religión tiene carácter de materia optativa para las familias que lo pidan, pues es un derecho contenido en la Constitución. Estudiar el hecho religioso que ha configurado la cultura no se considera contenido relevante para toda la población, sino solo en el ámbito privado. Sin embargo, se consideran obligatorios otros contenidos, como la igualdad de género, los valores cívicos, los derechos humanos, la democracia y el compromiso ecológico. ¿Por qué se consideran más importantes que la dimensión religiosa?
Independientemente de la confesión religiosa que tengan los alumnos, estudiar el hecho religioso debería ser algo obligatorio para todos (creyentes y no creyentes), porque ofrece claves para entender la historia, la cultura y la naturaleza de la persona y la sociedad. La cultura religiosa es un bien público, no privado. Así que a muchos nos da la impresión de que estas nuevas disposiciones no elevarán el nivel cultural de la población; al contrario, nos desconectarán de la tradición histórica que nos da identidad y aumentará más la ignorancia de las nuevas generaciones.

 

El valor de la memoria

En 1632, el filósofo Tomás Campanella escribió una apología contra los enemigos de las Escuelas Pías, fundadas por san José de Calasanz. En dicho escrito, el dominico argumenta que el instituto es muy necesario porque ofrece una educación de calidad a los más pobres, los libera de la ignorancia y los previene de ser manipulados por los dirigentes políticos. Afirma que “un pueblo erudito no tolera fácilmente la tiranía ni es engañado por los sofistas y herejes como el indocto; por eso se introdujo la idolatría en el mundo: Egipto fue ignorante por culpa de sus dirigentes y lo conducían a donde querían, como se conduce un buey con la cuerda y, por eso, creían que eran dioses no solamente los hombres, sino también los astros, los elementos, las piedras, las plantas, los ríos. Los tiranos fomentan la ignorancia de los pueblos para poder fácilmente hacer de ellos lo que quieran”.

​Los que gobiernan saben la importancia que tiene la historia pasada, por eso la obsesión que tienen en que no indaguemos sobre ella; sencillamente quieren dirigir el futuro a su conveniencia. George Orwell lo expresó muy bien en la novela 1984 con su famosa frase: “Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro”. No parece que a los políticos le interese tener un pueblo instruido y que conozca las raíces históricas de su propia cultura. Al contrario, fomentan deliberadamente la ignorancia de la gente como un medio para mantenerlos más dóciles y dependientes de ellos. Así ha sido en todas las tiranías.

No habrá “futuros en la educación” y en una civilización sin un vínculo sólido con el patrimonio cultural que la humanidad ha construido a lo largo de la historia. Potenciar la cultura clásica y las humanidades son el camino para el verdadero progreso humano.

No habrá “futuros en la educación” y en una civilización sin un vínculo sólido con el patrimonio cultural.

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