Iñaki Otano
Domingo 15 del tiempo ordinario (A)
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca: se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habó mucho rato en parábolas.
“Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El Resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento; otros, sesenta; otros, treinta .El que tenga oídos que oiga.
Oíd lo que significa la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o setenta o treinta por uno”. (Mt 13, 1-9. 18-23).
Reflexión:
Muchos profesores piensan que los alumnos no asimilan sus enseñanzas y sus orientaciones. Les gustaría una juventud distinta en sus criterios, en sus hábitos y en sus manifestaciones externas. Les parece que han fracasado en la educación.
Parecida sensación tienen algunos padres: creen que tanto esfuerzo, tanto interés en la educación de los hijos ha terminado en fracaso:: los hijos no son como ellos soñaron que fuesen.
Jesús nos invita a superar el pesimismo. Según él, lo que sembramos produce siempre algún fruto. Tenemos la sensación de que lo que enseñamos ahonda muy poco: el mundo exterior que no controlamos se come o ahoga la semilla y parece tener más éxito que nosotros. Pero, aunque eso suceda, hay una parte de lo que sembramos que no queda infecunda: el resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento; otros. sesenta: otros treinta.
Lo que cultivamos de bien no es nunca inútil, aunque no obtenga los resultados que esperábamos y, sobre todo, como esperábamos. Por eso, no nos debemos cansar de sembrar.
¿Cómo se hace esa siembra? Sobre todo con la vida, mucho más importante que las palabras o teorías. Un escritor británico decía: “Antes de casarme tenía seis teorías sobre el modo de educar a los hijos. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría”. Cuando la vida refleja amor, capacidad de perdón, corazón grande y bondad, la semilla se siembra y a su tiempo producirá fruto.
Jesús dice en otro lugar que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, seguirá siendo un único grano. Pero, si muere, producirá fruto abundante” (Jn 12,24). Cuanto hemos sembrado puede parecer desoladoramente enterrado para siempre, pero bajo tierra está ya preparando un fruto que aparecerá en formas inesperadas.