Las horas en suajili se cuentan de doce en doce: a la una sale el sol, a las doce se esconde ofreciendo todos los días un espectáculo sin igual, y las siguientes doce horas son de oscuridad.
Llevo siempre los zapatos sucios ya que no suelo pisar asfalto. Y aunque en el momento me sobresalte, no hay mejor despertar de camino a la oficina que las hierbas altas mojándome las piernas.
De diciembre a mayo es la época de lluvias, en la que caen unos chaparrones alucinantes. En el tiempo que llevo aquí no he oído ni una queja al respecto. Necesitan esa agua, dependen de ella para sus cultivos. Todas lo saben, ya que muchas tienen al menos un pequeño jardín donde cultivar verduras y frutas y cuidar animales.
Ese contacto con la tierra, de tener integrado que dependemos de la Madre Naturaleza, del sol, del agua, de la tierra… me fascina. Creo que el mundo sería muy diferente si sintiésemos eso un poquito más.
No estoy hablando de un pueblo enano perdido en el medio rural tanzano. Vivo en Njombe, la capital de una región al sur de Tanzania, un pueblo de más de cuarenta mil habitantes que está creciendo rápido. Y para una chica del centro de Bilbao como yo, el poder alejarme de una sociedad que me empuja al consumismo y de tener la oportunidad de vivir una vida más sostenible es una de las muchas razones por las que estoy aquí.
Por supuesto, no todo es perfecto, ni supernatural y virgen como se puede pensar viendo una revista de safaris. Hay personas a las que todavía les faltan servicios básicos como el acceso a una dieta equilibrada, atención sanitaria, educación, agua y saneamiento, igualdad…. Hay cada vez más deforestación, descontrol en el uso de pesticidas y fertilizantes, erosión del suelo, el sistema de tratamiento de residuos es casi inexistente… y he notado que en muchas ocasiones se mira a Occidente como un niño mira a su padre: como un ejemplo a seguir, donde «todo» es mejor que aquí y esperando parecerse a él en un futuro: en la industrialización, infraestructura, en los cánones de belleza, la tecnología, la moda…
Y mientras en Europa se habla cada vez más de decrecimiento, lo local va cobrando más valor y cada vez más personas son conscientes de que el sistema en el que vivimos no es sostenible ni garantiza el bienestar o la felicidad. Me pregunto, ¿cuánto es suficiente? Donde mis ojos europeos al principio veían pobreza, ahora entienden que las cosas pueden ser de otra forma y ven a personas felices, satisfechas con una vida más «simple» en la que se valoran otras cosas. Una vez los servicios básicos estén cubiertos, ¿dónde se encuentra la línea de lo necesario para vivir?
¿Y si se pudiesen hacer las cosas de otra forma? ¿Y si pudiésemos ahorrarnos el sucio proceso de industrialización occidental y plantear nuevos caminos, como una economía circular y local? Así es cómo empezó a surgir la motivación para Njombe Beyond, el nuevo proyecto en que nos hemos embarcado en SHIPO SMART Centre. A una waste girl como yo no se le ha pasado por alto el casi inexistente sistema de gestión de residuos en Njombe y me duele ver a la gente tirando botellas de plástico al acabar la bebida al suelo o por la ventanilla del autobús mientras admiro el precioso paisaje. Pero lo cierto es que la alternativa es cogerlas y llevarlas al agujero en mi jardín, tirarlas ahí y esperar a que entre todos los vecinos acumulemos lo suficiente para quemarlo todo. Así es cómo surgió la idea: ¿Y si empezamos por tratar los residuos plásticos?
¿Cómo hacerlo? Llevo un año aprendiendo y viendo con mis propios ojos los resultados de los SMART Centres. SMART viene de Tecnologías Simples, basadas en el Mercado, Asequibles y Reparables. A través de entrenamiento y apoyo, emprendedores locales empiezan sus negocios en estas SMARTechs para que se extiendan a través del sector privado. De esta forma, cuando la labor de la ONG llega a su fin, la oferta y demanda de estas tecnologías seguirán presentes.
Hasta ahora en el SMART Centre Tanzania nos hemos centrado en el abastecimiento de agua: pozos perforados y excavados manualmente y bombas manuales como la Rope Pump o la bomba EMAS. Se necesitan varios años de entrenamiento técnico y de negocio, apoyo y monitoreo para que los emprendedores consoliden su negocio; la estrategia funciona. ¿Por qué no seguir la misma estrategia para tratar los residuos plásticos? Son estas semillas las que han dado lugar a Njombe Beyond.
Queremos abrir un taller de reciclaje de plástico a pequeña escala, con maquinaria simple como la de Precious Plastic. En el taller, emprendedores locales podrán experimentar y aprender cómo construir las máquinas y cómo reciclar con ellas. Y los acompañaremos y entrenaremos en su nueva aventura de comenzar su negocio de plástico en temas como marketing o contabilidad. Queremos que los productos hechos a base de plástico reciclado sean objetos y piezas que respondan a las necesidades de la comunidad. Estamos en ello, investigando qué es interesante producir con el plástico reciclado.
Pero queremos ir más allá, beyond. No creemos que el reciclaje de plástico sea la solución a todo este problema; entendemos este proyecto como un medio para dar visibilidad a los problemas derivados de los residuos, reducir el consumo de plástico en Njombe, dar una salida sostenible a los residuos plásticos que se generen y aumentar la conciencia ambiental de la población local. Queremos que este proyecto sea un primer paso para un Njombe circular, para ir más allá de la situación actual, de la creciente generación de residuos, de la contaminación y de la economía lineal. Njombe Beyond es un proyecto que está dando sus primeros pasos. Pero las ganas de trabajar y lo que estoy aprendiendo cada día en este nuevo reto para mí, son muchas. Y cada vez que los ánimos flaquean un poco o necesito desconectar un rato, no hay nada como dar un paseo por el centro de Njombe, despedir el día desde el desierto aeropuerto o ir a visitar a algunos de mis nuevas hermanas y hermanos. La motivación inicial, la esperanza y la convicción de que las cosas se pueden hacer de otra forma vuelven a surgir con más fuerza.
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